domingo, 12 de junio de 2011

AL ROJO DE SU TACTO





Red eyes on orange horizons. Alkaline Trio



Al paulatino rojo de su tacto
exacta se adosa la tarde a cada materia,
ya resane los muros que la reciban
o caiga en la simetría de viejos cortinajes;
los repliegues de sus formas,
mudos destellos de luz,
anegan los traspatios,
renuevan las baldosas
con lentos suspiros de eternidad.
Es esta fe roja y naranja
la transformación de las calles
en efímeros recesos urbanos donde
la levedad se arrellana,
quedan tajos del horizonte
y acaso es válido pensar;
que la noche y el sueño son prescindibles.

domingo, 5 de junio de 2011

EL MILAGRO


Recuerdo cuando lo trajeron. Lo instalaron en una parte lateral de la nave de esta parroquia. El Cristo tenía casi el tamaño de un hombre, acaso era un poco mayor. Su cruz era de madera, voluminosa, y tenía un aspecto deteriorado. El paño de la cintura era negro. Tiempo después se extendió el rumor de que realizó un milagro, gradualmente más fieles lo veneraron.

La señora Socorro me ayudaba en las labores generales de la iglesia. Sin embargo, ya llevaba varios días ausente sin previo aviso. No me molestaba, pues me había ayudado por mucho tiempo sin faltar. Algunas personas que la conocían también ignoraban su paradero. Ella no tenía familiares en esa comunidad y tampoco era casada. Se especulaba que había ido a cuidar a una hermana muy enferma que tenía en un lejano poblado. De cualquier manera, la iría a buscar a su casa si al siguiente día no regresaba, ya que ella no tenía teléfono.
Nunca lo olvidaré. Había acabado de llover. Barría alrededor del Cristo, pues le habían dejado muchas flores, velas y un cirio; cuando un grito desde una puerta accesoria de la parroquia un grito irrumpió el silencio. Fui a abrir, era Socorro. Estaba pálida y despeinada. Llevaba consigo una bolsa de mercado y un rosario. Se arrojó a mis brazos sollozando.

-¡Padre!, ¡Padre!, por piedad ayúdeme.
-¿Qué le pasa Socorro? Tranquilícese, entre y cuénteme.
Tuve que ayudarla a caminar. Temblaba. Jamás olvidaré ese insano lamento. Nos sentamos en una banca. Pocas luces estaban encendidas.
-Padre, escúcheme y perdóneme lo que le voy a decir. Es que no puedo más y si le contara a otra persona se burlaría de mí –Me decía Socorro tomando mis manos y besándolas, como también besaba el rosario-, Perdóneme padre, usted ha sido tan bueno conmigo.
-Socorro, no importa, la escucho, tranquilícese –Le dije poniéndole mi chamarra, sus manos estaba frías.
-Hace dos noches me sucedió algo. ¡Créame! –Su respiración se agitaba- Ya estaba muy anochecido. Estaba en mi cuarto, había terminado de orar cuando tocaron mi puerta. Bajé, abrí la ventana y pregunté quién era, pero no había nadie. Me cercioré que todo estuviera cerrado y fui a acostarme. Volvieron a llamar y me asomé entonces por la ventana de mi cuarto; ¡pero seguía sin haber nadie! Pensé que era algún escuincle. No podía dormir. Luego escuché como abrían la puerta, así nomas. ¡Dios mío!, no supe que hacer… Socorro gemía, cruzaba sus brazos sobre ella y se balanceaba.
-Cálmese Socorro, lo importante es que está viva. Mañana iremos a denunciar -La abracé- sígame contando, desahóguese.
-¡No padre! ¡No serviría! Escuché pasos, y los pasos subían por la escalera. Luego, ¡ay padre! ¡Me duele!... -Se cubrió la cara con las manos y se encorvó. Su pesar se escuchaba por toda la iglesia.
-Socorro. No siga si no quiere, pero mañana hay que denunciar. La llevaré a algún lugar seguro. Lo mejor es que ahora se tranquilice. –Le dije. Se quitó las manos de la cara. Jaló mi camisa. Berreaba. Comenzó a llover otra vez.
-Y luego; luego estaba en frente de mi recamara. Abrió y quise gritar pero no pude. Sentí los músculos engarrotados. Algo se apoderaba de mí desde adentro. ¡Padre! ¡Era Jesús!, nuestro señor Jesucristo y era el mismo de esta parroquia, el milagroso. Al pie de mi cama se quitó el paño negro. Me usó. Su cuerpo era frío. Sus ojos estaban blancos. De su frente goteaba mucha sangre. Pero no era Jesús, arriba de mí dijo que era el mal. Su voz no era ni de hombre ni de mujer, y me dijo que cuando el primer sacerdote lo alabara, el final comenzaría...

Socorro no pudo seguir. En sus quejidos ya ni siquiera había lágrimas. Era un dolor profundo. Le rogaba que se tranquilizara, pero parecía no entender. Babeaba. “Socorro, por favor tranquilícese. Voy a buscar a alguien para que se quede en un lugar más seguro y con compañía” Le dije. Salí a buscar a don Telésforo, que vivía cerca de la parroquia. Le conté lo mínimo, que a Socorro le había pasado algo. De buena gana él y su esposa regresaron a la parroquia conmigo. Apenas pudimos razonar con Socorro. Ya no lloraba, pero tenía la mirada perdida y se masticaba el cabello. Convenimos en que al día siguiente llevaríamos el caso a las autoridades. A pesar de la lluvia se llevaron a Socorro.

Ya era tarde. Suspiré. Terminaría lo que faltaba para irme. Percibí un extraño tufo, supuse que provenía de la bolsa que Socorro había dejado. La abrí y saqué un montón de sabanas que arrojé de inmediato al suelo. Estaban ensangrentadas y despedían ese inmundo olor. ¿Qué había pasado realmente? Arreció la lluvia. Cayó un rayo y se apagaron las pocas luces. De inmediato me volví hacia las velas del Cristo. Me sorprendí al comprobar que todas estaban consumidas. El cirio, casi nuevo hace unas horas, estaba a la mitad. La llama fue suficiente, sentí un frío interno al ver que en la cruz solo colgaba un paño; Jesús ya no estaba crucificado. Y entonces, desde algún punto de la oscuridad, una voz asexuada me dijo: Adórame.

jueves, 19 de mayo de 2011

ES INUTIL


Alcohol, deleite y luces. Despilfarras con tus amigos. Bailarinas, un tubo refulgente. Su mesa está ante la tarima. Cigarros, charla y exceso. Quieres olvidar.

En un instante te ataca tu vista y oído, es súbito como una bofetada. Una bailarina sube a la tarima envuelta en una descarga de humo. Reconoces la canción que comenzaron a tocar: esa introducción guitarra y el vocalista al límite de sus agudos. Entre labios sigues la letra: Working from seven to eleven, it really makes my life a drag/Recuerdas.
Una mujer pelirroja es revelada tras el humo que cede. Las luces develan fugazmente sus contornos. Repta en la tarima. La guitarra, excepcional, el órgano y batería contundentes. I’ve really; really been the best of fools/Revizas tu celular. Lo guardas, juegas con el en tu bolsillo. Necesitas sentirlo, no quisieras perder esa llamada. Mínimas prendas cubren a la chica. Al instante en que el requinto adquiere velocidad se contorsiona violentamente. Frota su cuerpo en el tubo con lascivia. I did what I could ‘cause I love you/Prendes otro cigarro. En ella la música se mueve y el movimiento se escucha. How I love you girl, little girl/Luchas por olvidar. Esperas el momento definitivo de la canción. But baby since I/Te traiciona la memoria. Sus movimientos son elásticos. Let me tell you/No consigues explicarte. Arquea su espalda. I really did the best/Tu mente es intermitencia. Quieres yacer entre sus muslos. The best that I could/Y te preguntas si podrías haber hecho más. Sientes la música escurrir en sus pliegues o arrellanarse en el ombligo donde tiene un tatuaje. Watch out! Por fin ese momento: el solo de guitarra. Ella se enreda en el tubo como si fuera manipulada por las seis cuerdas. Llegando hasta arriba, se despoja del sujetador. Al tiempo en que la guitarra termina de gemir, desciende hasta quedar acostada con las piernas abiertas, los ojos cerrados y una fría inexpresividad en el rostro. En ese instante la música se detiene. Son apagadas casi todas las luces, excepto una, que sobre de ella, revela con claridad su anatomía. El inaudito silencio es llenado con aplausos y chiflidos desde varias mesas. Vuelve el estruendo. Reincorporándose, se sacude ese breve letargo.

Said I’ve been crying, my tears they fell like rain/Que líneas. Que blues. Preciso, hiriente y evocatorio. Es consciente de su belleza, en su rostro se traza una pequeña sonrisa. Desde tu mesa alcanzas a distinguir en sus facciones un matiz de sudor, como cristales engastados, y algunos mechones de cabello pegados a su boca. Tus amigos te preguntan por el título de la canción. You had the nerve to tell me you didn’t want me no more/Buscan el olvido. A lapsos lo encuentran, pero luego lo pierden. Efraín, su divorcio; Jesús, deudas y más deudas; Isaí, sin trabajo. ¿Y tú?. Ella completa su actuación bajándose un raído short de mezclilla que apenas cubre. Al descenso de su abdomen, el pubis rasurado atrae tu mirada que luego se conjuga unos segundos con la mirada suya. It kinda makes my life a drag. Baby since I’ve been loving you I’m about to lose my worried mind/Has ido perdiendo la razón. Los efectos del alcohol comienzan... La bailarina baja de la tarima ayudada por un mesero. Invitan a los clientes al privado. Piden otra botella. Vas perdiendo el control. Tus amigos te incitan a pedir a la pelirroja. Accedes. En ella quieres anular tus pensamientos subyacentes.



Es más de medio día cuando despiertas. Estás tendido en la cama. Tu cuarto es desorden, vomitadas y dolorosa lucidez. Te duele la cabeza y el estómago, sientes una súbita nausea. Caminas mareado al baño. Uno de tus amigos duerme en la entrada. Odias la luz de aquel día. Tratas de ordenar y encuentras tu cartera sin dinero y sin tarjetas. Pones más atención a tu miserable espacio: en la mesa, junto con una botella vacía de ron barato, están dispersos muchos fragmentos de cartas y fotografías. Son las fotografías de Angélica. Vuelves a recordar, aunque no quieres, que Angélica se marchó de tu vida. Recuerdas tu soledad, que ella no volverá. No puedes terminar de drenar el absceso purulento de esa herida crónica, lancinante, que no cierra, que aún se infecta de frecuente recuerdo. Revisas tu teléfono celular, la llamaste varias veces. ¿Qué estupideces le dijiste? ¿Qué más pasó en tu embriaguez? Intentas recordar, pero es inútil.

domingo, 8 de mayo de 2011

DECURSO

Desde nuestra ausencia mutua
bosquejo la disparidad de estos días
al sentir en los renglones de mi piel
la febril escritura de tu tacto
una caligrafía de introspecciones sugerir.
En esta sucesión de noches
búsqueda
y matices,
el silencio es otro cauce de ti
cuyos deltas divididos desembocan
en el capricho de nuestras sendas;
en ese momento impensable
donde en el trasfondo del deseo te intuí.
¿Qué eres tú? ¿Qué soy yo?
Nostalgia en la tarde
El vacío de nuestras manos
Tantos laberintos de espejos
nos definen
nos separan.
Se carcomen de abandono
las incipientes miradas
Mueren de a poco
de a lento
las vetas de luz de tu presencia

A medida en que omnívago
el tiempo entre los dos se extienda,
los instantes quedarán gastados
arderán en lenta desintegración
hasta quedar solo cenizas
que si el relego permite
se confundirán entre el polvo ordinario
de los días desteñidos
o quedarán dispersas
en los callejones de las horas recónditas
donde a veces es posible reincidir.

domingo, 20 de marzo de 2011

ENTRE ACTOS

***Ragazza, ti voglio...

I
En el imprevisto segundo
en que un sentimiento entre actos se devela
mi razón anula sus paréntesis
y en mis entrañas enraizar permite
diversas geometrías y reflejos.
¿Qué algebra o secuencia
delimitan el sentir y no sentir
este lenguaje indefinible
y aún así transmitido en claras eferencias
a mis orillas más lejanas?

II
A de mi conciencia las raíces
en un luminoso oleaje
-a veces acompasado
-a veces impulsivo
arriban otras aferencias.
Resanan con imprevista dulzura
las grietas de columnas que sostienen pasados.
Irrigan nuevamente
tejidos congelados de sombra y espera
que el presente pueden justificar
en un nuevo umbral de sensaciones.


III
En este espejo de palabras
veo no solo la complejidad de mi materia
y embelesado ante el prodigio del reflejo;
¿habré de dar media vuelta
y a la inexactitud de otro ser,
entre actos dejarme abandonar?....

domingo, 30 de enero de 2011

LA CALIGRAFIA DE ISABEL

1: LA NOCHE ANTERIOR
Ya tarde, tú, Isabel, has terminado de escribir otro cuento. No colocaste el punto final, pero tu caligrafía es bonita. Ya lo podrán leer las pocas personas que conoces y saben que escribes. Como siempre, elogiarán tus trazos. Te has ido a dormir y las hojas quedaron dispersas en el escritorio desordenado, donde figura mucho polvo, más papeles y ninguna fotografía de conocidos.

2: MERLIN
La claridad de la mañana inunda el cuarto. A través de la ventana, la luz incide en el escritorio. Aún duermes. Merlin salta a la cama y maúlla despertándote.
-¡Merlin! –Exclamas acariciando al gato- ¡Eres malvado! ¿Por qué esa tarada de Yolanda te dejó entrar?
-Buenos días señora Isabel. ¿Cómo amaneció? Recuerde que hoy tiene que ir a su fisioterapia. Debemos apurarnos –Te dice en ese momento Yolanda, tu enfermera, sin entrar a la recamara.
-¡Ya se! ¿Y no te he dicho que Merlin no debe entrar a mi cuarto?
-Discúlpeme señora, no se repetirá. ¿Prefiere desayunar o bañarse?
-Desayunar aquí, hoy no quiero ir hasta el comedor.
Casi no pruebas el desayuno. A pesar de que tu dieta tiene que controlarse, de uno de los burós sacas un paquete de galletas. Las migajas caen en tu abdomen, Merlín las come y también lame tus dedos.

3: TU CUERPO
Yolanda te deja un momento sola. Fue a revisar el calentador, porque según tú, el agua está fría. Desparramada en la silla de baño, desnuda, pensativa; contemplas tu cuerpo: eres obesa, una sonda entra en tu uretra; tienes una amputación y la extremidad contralateral poco te sirve. Eres Isabel. Odias tus pliegues, ulceras y convexidades. Te propones aguantar lo más posible en las barras paralelas durante la sesión de fisioterapia, más de treinta segundos por repetición. Después le mostrarás tu cuento al fisioterapeuta. -¡Apúrate Yolanda! –Gritas.

4: DOS AÑOS ESCRIBIENDO
Es casi medio día. Trabajas en el escritorio.
-Señora Isabel, el taxi llegará pronto –Te dice Yolanda entrando al cuarto, ya lista.
-Solo doy la última revisión a este cuento. Se lo daré al terapista para que lo lea y sepa que no es necesario leer para ser una buena escritora. Yo tengo mis propias ideas, soy original. ¿Cómo se atrevió a preguntarme si tengo escritores favoritos, cuando le confié algo tan privado como ser escritor?
-Señora, no se lo dijo con mala intención. Tal vez si sería bueno que usted leyera un poco, nomas pa distraerse. Él dijo que leyó en el periódico que los escritores leen a otros escritores. A mí me parece un muy buen consejo, apenas lleva usted dos años escribiendo.
Dos años escribiendo. ¿Qué sientes con esa frase? Recuerdas la mañana de aquel día. La única vecina que te hablaba fue a visitarte. A pesar de que te rehusabas, ella te convenció para que te revisara un médico al ver el estado de tu pierna. Había que operarte. También ella te ayudó a contactar al único familiar, lejano por cierto, que tenías y vivía en otro estado. Incluso tramitó lo necesario para que te intervinieran. Dos años escribiendo. Recuerdas. Recuerdas el tufo dulzón de la gangrena, la necrosis del tejido y los instantes previos a la anestesia. Dos años escribiendo. Recuerdas la soledad de tu cuarto de hospital en la misma noche. Estabas sola, ya amputada, tu vecina no se quedó contigo, solo fue a ver que hubieras salido bien de la cirugía. Llovía mucho. Frente a tu cama había crucifijo chueco. A través de una ventana lateral, se filtraba la luz amarillenta de una lámpara en la calle, creando tortuosas sombras con las ramas de un árbol. Se escuchaba la fuerza de las gotas y el viento silbar entre las ramas del árbol. Dos años escribiendo. Que similitud de escenas. Sentiste que esa noche ya la habías vivido. Esa noche te recordó otra noche. Tenías doce años. No podías dormir, llovía y caían muchos relámpagos. Frente a tu cama también había un crucifijo y de la ventana se filtraba una pálida iluminación. Oíste la puerta abrirse sigilosamente, entró tío Román. ¿Tienes miedo?, te dijo al acostarse en tu cama. No temas, Tío Román te cuidará. Y comenzó a tocarte. Dos años escribiendo. Lloraste aquellas noches. Tu familiar llegó un día después de la cirugía, no se recordaban. Hablaron poco, te contrató a Yolanda y se fue. Días después comenzaste a escribir un diario. Luego de poesías de muchas rimas y luego cuentos. Eso fue hace dos años, pero desde antes sabías de tu diabetes.

CINCO: VIAJANDO
-Oiga, ¿puede ir más rápido? –Le dices al taxista, quien no responde y te mira por el retrovisor. “Vieja pendeja. ¿No ves el tráfico? Siempre soy puntual pero tu tardas en salir, pinche puerca; y todavía bajo a ayudarte –pobre de tu enfermera-, pero bueno, yo si tengo piernas.” Piensa el taxista. Llevan varios minutos detenidos. Vas leyendo tu cuento, pero el calor, el bullicio y la lentitud te van sumiendo en el sueño, al igual que Yolanda.

SEIS: EL PASILLO
El mismo largo pasillo conduce al servicio de fisioterapia. El camillero que te ayudó a bajar del taxi te llevará en tu silla de ruedas, sin embargo, esta vez Yolanda se opone: -Gracias, pero el terapista nos dijo que entre más independiente sea la señora, es mejor. El camillero las deja. Miras fijamente a Yolanda y comienzas a propulsarte. Vas muy lento. Las manos te duelen, parece que no te responderán más. A mitad del pasillo te detienes. Jadeas. Yolanda te anima. Nuevamente haces otro esfuerzo. Sientes el dolor hasta los hombros. Otros enfermos te pasan, a ellos si los llevan en su silla. Te sofocas. Sientes que te arden los antebrazos y cuello. Gesticulas con odio. Ese imbécil tuvo que haberme traído, no sabe que es estar amputada. ¿Y qué carajo le importa a Yolanda si me muevo? Piensas al llegar; sudando, tarde como siempre, despeinada y sin desodorante.

SIETE: MAS DE TREITA SEGUNDOS
Tras otros ejercicios, debes terminar la sesión entre las barras paralelas. El fisioterapeuta te ayuda por adelante y te incorporas de la silla de ruedas con la extremidad completa para fortalecerla. Inhalas, te preparas para el esfuerzo. Tu pierna te levanta. Gruñes. Se enrojece tu rostro. ¡Usted puede señora Isabel! te anima Yolanda. Empuñas el metal con fuerza. Hasta los esfínteres sientes el esfuerzo y los segundos pasan lento. Pujas. Aprietas la mandíbula. Entonces ahí, en un instante, giras la cabeza y te ves en un espejo lateral: tú, Isabel vulnerable y todo tu cuerpo soportado en una pierna, y te parece increíble, absurdo, irreal; te rindes. Nunca alcanzas más de treinta segundos. Te repones del esfuerzo cuando recuerdas tu cuento.
-Yolanda, ¿trajistes mi cuento? –Dices con la voz entrecortada.
-¿Su cuento? Yo no lo tengo señora, usted lo venía leyendo en el taxi.
-No Yolanda, yo te lo di. Búscalo en tu bolsa –Replicas, pero Yolanda no lo encuentra.
-No se preocupe señora Isabel, mañana me lo traerá –Te dice el fisioterapeuta.
-Es el mejor que he escrito. Pero ya ve, Yolanda tiene la culpa.

OCHO: LAS HORAS
Transcurre el día. Al llegar de la terapia, le ordenas a Yolanda buscar el cuento. La tarde pasa. A las cinco comes refunfuñando de las verduras, después, 5:48, tu cuento es encontrado por un hombre que aborda el taxi pero no se interesa por el. 6:32 nadie viaja en el taxi y regañas a Yolanda por dejar entrar a Merlin a tu cuarto. 7:20 una chica sube al taxi, encuentra las hojas dispersas y las ordena. En esos instantes buscas enojada en el desorden de tu escritorio. Cuarto para las ocho, esa chica llega a un café mientras piensas resistiendo las lágrimas: Lo volveré a escribir, soy una buena escritora. Solo falta quien me publique. Ocho y media la chica termina de leer: …Hacia frio. Iva desnuda y arrastrándome. Estaba oscuro y humedo, yo gemía desesperada porque las hojas de esta historia aun sin terminar, estaban regadas en el suelo. Entre las sombras el polvo y los insectos temía no volver a encontrar el orden. Entonces sentí la lengua de Él penetrar mi oído y su aliento de fuego calentar mi nuca. Muy lento, acariciando mis muslos con sus zarpas, su voz cavernosa me propuso susurrando: pasa una noche conmigo, y siempre podrás escribir brillantes historias, serás un clasico, y acaso si lo deseas ninguna tendrá fin. O bien, si ahora mismo quemamos toda tu obra, y yo introdusco las cenizas entre tus piernas con mi hocico, recuperarás la virginidad que perdiste aquella noche y la original extención de tu ser. Responde ahora

Qué bonita caligrafía, pero yo jamás publicaría esto. Piensa aquella chica, al tiempo en que tú, Isabel, destapas la pluma, y con los mismos bellos trazos comenzarás nuevamente.

jueves, 23 de diciembre de 2010

...taking your time with apologies. Alkaline Trio en Radio




T É
En discretas esencias
a sorbos de té
vuelvo a dar con tus notas:
Bosque, frutos, sabores,
sílfide en liosos senderos;
intermitencia, sombras y lejanía.