En un montón de hojas de periódico
dejé deshidratar mis cáscaras mudadas
con las que me he cubierto veinticinco escuetos años.
Con mentira
Ilusión
lucidez
o agravio
he tratado de configurar esto
que le dicen vivir
más allá de ser cada quién o
no ser nadie
para erigir mis ciudades fantasmas entre multitudes
y columpiarme en soliloquios de parques abandonados.
Sucede que me caso de arrancarle silencio a los muros
de sacudir las telarañas suspendidas en la introspección.
Eco, eco, eco. Hoy necesito escapar de esta conciencia,
del pensamiento,
sustraerme de negar, afirmar,
blasfemar siempre y nunca
o luchar entre espejos
para sólo conformarme con sacudirme los zapatos
antes de entrar a casa, o a dónde las putas.
Me queda el vértigo de la duda,
el enfrentamiento a ser yo
en tantos umbrales y desfiladeros
entre tantos mundos y viajes del alma.
Renazco de cada día, de cada café con leche,
vehemente o pausado (no me queda más),
catarsis
eco
agua
y
matices y metamorfosis en sucesivos relojes de arena.
Mis raíces buscan una tierra ecléctica
un límite sin límites del cual mis pasos,
aunque sea trastabillando lleguen,
hacia donde los pájaros se escinden las certezas.
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