Es hora de iniciar la omnívaga diáspora
hacia donde los días se nos niegan;
desde las viejas plazas
nuestra oscuridad privilegiada
y el último resguardo de tu piel.
De la noche tendí las rutas
con las que mi mente se escinde del ayer,
no así mi cuerpo se niega a sanar
un síndrome que es ausencia y destrucción.
Anquilosis tu sepia voz, mar confuso,
baldía tierra, último confín de mi ser;
enraizaste en mis grietas y vicios.
Somos fragmentos dispersos
de nuestra confluencia entre mundos, entre espejos;
casualidad y causalidad nuestra génesis,
cicatriz y aceptación el vacío.
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