"Y al oprimir la pluma,
algo como la sangre late y circula dentro de ella,
y siento que las letras desiguales
que escribo ahora,
más pequeñas, más trémulas, más débiles,
ya no son de mi mano solamente"
-Xavier Villaurrutia.
Una metástasis súbita de silencio
te vulneró la voz en un instante imprevisto,
comencé a perseguir tu eco en laberintos de duda
pero las paredes estaban erigidas de delirio.
Se marchitaba tu luz en prisiones de soledad
y yo cargaba tu cuerpo para coserlos nuevamente
aunque una tristeza corrosiva me destruyera los tobillos.
No supe cuánto prolongaríamos la lucha
tú contra tu propia materia
yo con contra lo que rascaba las puertas
y se insinuaba también entre espejos y rendijas…
…era
un vaho de muerte.
Sentí la fragilidad, lo efímero,
y donde aún cualquier segundo también es eterno
porque tal vez solo es la conciencia la que se desplaza.
Eras más ausencia que vida,
dolías en el presente y hacia el pasado
los días se resquebrajaban
-todos
nuestros días-;
fueron tus manos inertes una metáfora de llanto
pero al final la ausencia no es,
-todavía-
un orbe para habitarlo nosotros.
Los días sanaron con las tardes de agosto.
Recobro con la memoria cada paso en la lluvia
y conjeturo que el oleaje de los instantes transcurridos
talla geometrías en un “ser”
y “no ser” infatigable.
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