Muchas veces me había propuesto comenzar una serie de entradas para escribir sobre lo cotidiano, para diseccionar el "día a dia"
Haré el mejor esfuerzo para que esto resulte si no fructífero, sí constante, pues son algunas notas mentales sobre las que me parece vale la pena escribir, ya que en su momento capturaron mis sentidos, deduje algo o me hizo intuir algúna concepción.
Pues bien,
había salido de mi casa en la tarde, ya lloviendo. Tomé el transporte público y el agucero arreció. Se oía la música de banda del chofer, un par de pláticas y los demás que íbamos sólos como maldiciendo el clima. Y de todos los pasajeros que íbamos, una chica linda atrajo mi atención. Llevaba un sobrero y botas, más o menos morena, y sentada casi en frente de mi. A diferencia de los demás, ella no iba revisando su teléfono celular, iba cantando. Sí, iba cantando, obvio no en una forma en la que todos se dieran cuenta, si no más bien, cantaba para sí, para su mente, para su alma, movía los labios y ladeaba ligeramente la cabeza. Me pareció hermoso.
¿Que iba escuchando? No lo sé, pero me pareció formidable reservar un espacio en la mente y en los oídos para encontrarse y perderse en sí misma.
Esto no es publicidad de la manzana, pero llevaba un iPod, ¿que escuchaba?, no creo que sea importante, pero me pareció que con el iPod, independietemente del celular, creaba una esfera únicamente para el sentido del oído, para la gloria de la música, algo como una alcázar donde dividir las constantes demandas del guasap, las actualizaciones del feis, o los tuiteos.
Por algo de lo anterior es que se me ha metido a la cabeza la idea de poseer ipod, y, que cuando menciono lo anterior, la gente estupefacta me dice: "pero si te compras un iPhone podrías tener la música y telefono todo en uno" Y así, supongo que lo que me tratan de decir es sobre las bondades del iphone. Pero no, yo quiero esa línea divisoria entre algo valioso como la música (y yo), y todo ese entramado de información en las redes.
Como quiera que sea, son apenas algunas concepciones que ya había intuido previamente en mi corteza cerebral. Supongo que la visión de la chica linda disfrutando su música lo detonó.
Bajé en el Carmen, aún llovía mucho; entré a una sucursal de una cadena comercial de café a leer en lo que amainaba.
Llegué hasta la página 480.
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