Lavé el auto en la tarde de este día. En dicho proceso, todo salió perfecto, es decir, todo normal y bien, porque cuando uno lava el auto en realidad son pocas las veces que acaecen eventos más allá de lo normal o que superen los parámetros de control humano, y que al final, nos lleve a obtener un dinosaurio o encontrarnos oro entre los rines.
Como sea, ya había terminado de lavar el auto y únicamente finalizaba aplicando silicón a los acabados de plástico y neumáticos. La crema de silicón que utilizo venía contenida en un recipiente plástico bastante endeble, y que ya de por sí se encontraba roto de algunas partes. (Aquí es donde los estándares de normalidad, a la hora de lavar el auto, colapsaron).
Ya cuando estaba guardando todo manipulé dicho recipiente de una forma no tan brusca, pero que fue sufuciente para que en la parte inferior se abriera un boquete, ¡y plas!, parte del silicón se desperdigara y quedara una plasta informe de vómito industrial. Reaccioné y enderezé el recipiente lo más rápido posible, de modo que ya no perdiera más silicón. Su puta madre, fue mi respuesta automática, y tras mascullar no se cuanta estupidez, pues traté de solucionar el problema.
Y ahí estaba todo, en solucionar el problema.
Primero pensé en taponar el boquete, ¿pero como?, con una bolsa se siguió saliendo, y quizá usar cinta adhesiva hubiera constituido una solucion provisional puesto que el silicon hubiera terminado por vencer a la cinta. No, por ahí no iba. Luego pensé en un bote de aluminio (vacío, claro está) de café soluble, pero me pareció poco óptimo, porque luego tendríamos que sacar el silicón a cucharadas o de alguna forma nada práctica. However, me encontré al momento con un bote de cloro, de tapón y rosca estrechos (que al menos permitiría una mejor dosificación que el bote de aluminio). Fue rápido, simplemente pasé el silicón restante a dicho bote con la ayuda de un embudo y punto. Sin embargo, el hecho remarcable en todo esto, fue que incluso el dosificador original del silicón pudo adaptarse al nuevo bote (con un ligero recorte del tubo) y que al final terminó resultando más práctico. Ahora, cuando vuelva a comprar silición en contenedores tan frágiles, simplemente rellenaré el nuevo bote que implementé.
Pues bien, así tratemos de ser con los problemas. Quizá en una primera fase podamos mentar madres, pero que esa primera fase no se prolongue, y sepamos encontrar un solución. Adecuarnos, adaptarnos, y usar lo que haya a mano de la mejor manera. Esta situación del bote y el silicon desperdiciado me perció muy ad hoc. Y como ya me ha ocurrido en otras circunstancias, trabajé la situación con la misma frialdad, precisión y enfoque de un neurocirujano reparando la inervación de los músculos de la mano. Y esto, más otras consideraciones, puede ser aplicado para problemas mayores de la cotidianidad. Frialdad, precisión, enfoque. Fluir entre los problemas, fluir, fluir, pasa que a veces no podemos emitir todo ese caudal de empuje que quisieramos, ya sea por los obstáculos y demás, pero tal como el agua, ese caudal puede dosificarse, y fluir y filtrarse en su totalidad entre los resquicios de la adversidad, hasta que tras un esfuerzo -goteo- contínuo, el resultado se concrete.
Fluir.