lunes, 21 de julio de 2014

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER, Milan Kundera

“La insoportable levedad del ser”, novela escrita originalmente en francés por el checo Milan Kundera, se desarrolla en la época de la antigua Checoslovaquia invadida por la Rusia comunista. Sin tratar de ahondar demasiado en la trama, es una historia de amor centrada en cuatro protagonistas –Tomas, Teresa, Sabina y Franz- interrelacionados en un decurso de varios años que abarcarán la vida de cada uno en lo que concierne a distintos ámbitos como el amor, la soledad, la vejez, la memoria, así como la identidad personal. Tomás y Teresa, casados, componen un matrimonio que se desarrolla entre las infidelidades de él y la inseguridad y tormentos de ella. Sabina, una de las tantas amantes de Tomás, es la menos compleja –en apariencia- en cuanto a mantener relaciones con hombres casados, y cuyo  desapego y deseo ambivalentes por Franz, repercutirán inevitablemente en él así como en la vida y esposa del mismo.
Se ha dicho que “La insoportable levedad del ser” es una novela filosófica, sin embargo, su autor ha negado este hecho. Sin profundizar en esa cuestión, lo cierto es que esta obra tiene su grado complejidad. Efectivamente, se enriquece con algunos conceptos filosóficos, además de que elementos como el sueño, las pesadillas o cierto grado de lirismo son recursos que el autor usó con recurrencia. En resumen, es un libro que narra sobre la vida y sus componentes que oscilan entre el cambio y lo inmutable, de la vida que pulsa en diversos escondrijos como el “ser”, las personas con las que nos relacionamos, las épocas, las memorias indelebles, etc; hasta que algo –o la vida misma- se detiene.

Profundizando en sus líneas, es una trama que habla de la vida en todos su derroteros (el amor, el trabajo, las relaciones interpesonales o las decisiones, etc.) El estilo es en general algo lúgubre, dónde en ciertos pasajes el dolor se acentúa más gracias a los recuerdos arraigados, o las introspecciones que salen a flote en la memoria de los personajes. Da la sensación de que cada uno de ellos ha sufrido alguna derrota. De todos, leí a Teresa cómo la más nítida. Acomplejada, lucha entre fantasmas, tristeza y visiones para estar vigente en sus circunstancias. Igualmente, buscó ser valiente y  ampliar sus lindes. De esta forma, Teresa escapa de la hostil casa de su madre en un pueblo intrascendente, pero a menudo, algún recuerdo tortuoso se colará a su mente, haciéndola sentir todavía presa del pasado, “de la madre”.



Este libro es como un espejo. Se descifran conceptos como la rutina, de esa rutina mortal a la que se puede acostumbrar las personas pero anquilosa a largo plazo. Muchos pasajes son esos reflejos de cotidianidad que podemos constatar, ya sea en nuestra vida o en la vida de otros. De este modo, un punto que me pareció muy acertado, fue señalar a Karenin (el perro de Tomás y Teresa) como un común denominador o señuelo de dicha cotidianidad. Es gracias a Karenin cómo Tomas y Teresa reflexionan sobre su vida juntos, sobre una decisión de no tener hijos, y cómo todo se va incorporando gradualmente al pasado, o bien, sumándose al futuro en una aparente -e insoportable- naturalidad. 
Sumado a lo anterior, otra parte que me arrobó fue la escena dónde Tomás va a limpiar ventanas a casa de una mujer, (la mujer cigüeña-jirafa). Aquí, el diálogo es tan suficiente que uno ya intuye el hermoso sexo insinuado. Y escribí suficiente porque nada suena falso, ni hay comentarios o ademanes de hagan sobrecargada la escena. Cito el texto:



(...)Lo observaba con una mirada insistente, atenta e indagadora, en la que no faltaba un destello de inteligente ironia.
-Adelante, doctor –dijo.
Comprendió que la mujer sabía quién era él. Prefirió, sin embargo, no reaccionar y preguntó:
-¿Dónde podría llenar el cubo de agua?
Le abrió la puerta del cuarto de baño. Se encontró con el lavabo, la bañera y la taza del váter(…)
La mujer que parecía jirafa y cigüeña sonreía, sus ojos se entrecerraban, de modo que todo lo que decía parecía lleno de un sentido oculto de ironía.
-El cuarto de baño está a su completa disposición, doctor –dijo-. Puede hacer con él lo que le plazca.
-¿Puedo incluso bañarme?- Preguntó Tomas.
-¿Le gusta bañarse? –le preguntó.
Llenó el cubo de agua caliente y regresó al salón.
-¿Por dónde quiere que empiece?
-Eso sólo depende de usted –se encogió de hombros.
-¿Puedo ver las ventanas de las demás habitaciones?
-¿Quiere conocer mi casa? –sonrió, como si lo de limpiar las ventanas fuese una manía de él que no tuviese interés para ella.
Entró en la habitación contigua. Era un dormitorio(…)
Al regresar había una botella abierta encima de la mesa con dos vasos.
-¿No prefiere reponer fuerzas antes de semejante trabajo? –Preguntó ella.
-Encantado –Dijo Tomás y se sentó.
-Tiene que ser una experiencia interesante para usted conocer tantas casas –Dijo.
-No está mal –dijo Tomás.
-En todas partes le esperan mujeres cuyos maridos están trabajando-
-Son mucho más frecuentes las abuelas y las suegras –dijo Tomás(…)


No he leído ningún otro libro de Kundera, y por este, no diría que el diálogo es de sus principales virtudes. Pero en lo anterior me pareció que el resultado es perfecto, todo es tal cual, translúcido en su dimensión.


Esta obra puede sugerir reflexiones, el autor las propone y abundan. Al final, más allá de todos los conceptos profundos que hayan, lo mejor es que fue un trabajo de buena calidad del que seguro haré al menos otra relectura. Confieso que sentí calar hondo ciertas líneas, que se me agolparon en el pecho y la garganta algunas palabras, sus imágenes y sus ecos. Después de eso, necesito algo menos lúcido y violento. Algo soft porque es de esos libros que dejan impresiones hondas.





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