domingo, 16 de noviembre de 2014

LA FUERZA MENTAL

Más que la fuerza física, que no es desdeñable, es la fuerza mental la que constituye la diferencia entre hacer y no hacer (y en ese intervalo insistir), entre llegar y no llegar, entre tener y no tener. Esta fuerza mental es lo que nos espolea, lo que nos dice "¡sigue!" aún incluso después de haber trastabillado y caído. La fuerza mental -más otras actitudes, desde luego- es el elemento imprescindible para lograr (e intentar aún en contra de probabilidades) un objetivo a diversos plazos. Desde un paso incipiente hasta los objetivos a largo término. 
En este proceso a distintas fases aparecerán las distracciónes, las críticas y los cuestionamientos añadidos a las convenciones y prejuicios, y lo que es peor: el auto-sabotaje mental. Por esto es necesaria la fuerza mental, para mantenernos enfocados en el objetivo, allways aiming on the target, droit au but; porque, ¿cuántas veces se pierde de vista la siguiente fase o un horizonte -aparentemente- más lejano, por algún comentario, situación o desavenencia? Muchas veces. La fuerza mental es el hilo conductor, lo que nos adecua a los cambios súbitos del camino, es un misil Maverick guiado por láser para que al final de la sinuosa trayectoria impactemos en seco contra nuestro objetivo. ¡Y bang baby!

Aún más, esta fuerza mental puede operar los cambios de la interfaz interna (que desde luego repercutirá en el exterior), tales como vicios, flojera, postergación, o esos malditos engramas mentales -tan arraigados- que no nos dejan alcanzar lo mejor de nosotros mismos. La fuerza mental no sólo es decir "sí" cuando todos digan que no, es también decir no. Decir "no" y cerrar la puerta para trabajar, o soltar las cuerdas y dejar los puertos de seguridad.

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