Leía a Fromm,
ignoro porqué,
cuándo ella, de animal print,
me ofrecía sus
caderas.
¿Quién soy yo para
despreciar?
Güera, ginger, hoy
castaño claro
y unas piernas de cerveza ambar.
Podría escribirle
poesía
crucificarla
o hasta consolarla
en mi hombro.
Abrazo su soledad
quizá pueda lamer
sus heridas
pero yo no vine a
salvar a nadie.
Escancio mi soledad
entre sus muslos
escribiré sobre sus
nalgas y senos
y lo intrincado de
su razón,
¿perversa?,
¿demente? quizá,
obsesiva en su
búsqueda.
Quiero emborracharme
de su penumbra
mirar sus monstruos
hojear sus dioses y
cortezas,
no compartimos la
misma insania
pero habitamos el
mismo deseo de la piel.
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