El día evolucionó de soleado a nublado en sombrías escalas. Llega el viento gélido que arrastra las hojas del otoño nostálgico y recrea las memorias de los inviernos anteriores. De este modo, cae la primera lluvia del año. Limpia la ciudad, hace que la tierra renazca de sí. Corre por las calles formando riachuelos, arrastra basura en los inmundos arrabales, se lleva las horas secas redescubriendo los momentos presentes. Aquí, desde esta casa, contemplo la primera lluvia del año sin ti. Me gustaría compartirla contigo, ambas se parecen, son frías, melancólicas y libres. Los pesados cortinajes de la casa esconden palomillas, hay dos o tres goteras que susurran tu nombre, y, con este clima, tardarán en secarse. Cae la primera lluvia del año, en los ángulos de los cuartos resuena el golpeteo del agua que se reniega a callarse; algo dice desde su líquida entidad ¿tu nombre, acaso?, ¿tus manos?, ¿las cosas que pasaron?; quizá. Cae la primera lluvia del año, me gustaría contemplarla contigo, tal vez no sería tan triste, ni de otro modo, demasiada oscura. Los árboles se mecen, las ventanas poco a poco se llenan de vaho donde escribo tu ausencia con el pensamiento, la primera lluvia del año es oportuna, ha venido a limpiar los retazos de los errores y ahora corre directo al drenaje del olvido. La primera lluvia del año es extraña, y en ella, te extraño más; ¿será que extrañarte solo es la mejor extrañeza de tu lejanía?, quien sabe. Cae la primera lluvia del año, los grillos han callado, las ratas buscan otras rutas y orinan en los marcos de las puertas, contemplo esta primera lluvia sin ti. El cielo es como un recuerdo engorroso que no deja despejar las dudas, lo que era en verdad inevitable como esta lluvia; no deja discernir entre la pena y el goce. Cae la primera lluvia del año, el agua ha limpiado las baldosas y se extiende a los rumbos indefinidos y lejanos donde cada uno se encontraba.
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