miércoles, 28 de enero de 2009

AL ATARDECER

Todos los días al atardecer, Sadie sale con la soledad. Se sientan al pie de un árbol y contemplan en el lejano horizonte la evolución del celaje: el sol muere de a poco, de a lento. Sadie va explicando a la soledad cada etapa de la tarde, le muestra los colores, el rojo, el naranja, el violeta y el rosa. Apuntando con su dedo señala la forma caprichosa que adquieren las nubes; la soledad le dice a Sadie que algunas nubes tienen la forma de sus manos o la profundidad de sus ojos. Sadie ríe. Todos los días al atardecer, Sadie sale con la soledad. Sentadas al pie del árbol escudriñan el cielo y ven como las aves vuelan de regreso a sus nidos. La soledad le dice a Sadie que le gustaría ser ave para explorar el mundo desde arriba. Sadie ríe, y replica que no podría ver ciertas cosas como las hormigas trabajando o las letras de los libros; que es más original ser ella misma. Todos los días, cuando atardece, Sadie sale con la soledad. Le compra algún regalo, caminan por el puerto, le explica los oficios de la gente que encuentran, y como siempre, la soledad dice que le gustaría hacerse marinero; Sadie ríe y le dice que no la dejaría por que tendría que viajar y ella se sentiría sola, esclava de sus pensamientos. Todos los días, al atardecer, Sadie y la soledad salen.

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