ºA los señores Baudelaire, Chesterton, Chejov, K Mansfield, Kipling etc.....y tambien en cariñosa y sincera memoria de aquellos con los que se comparte la idiocia y estupidez de todos los dias; de parte de un servilleta
ºSr Baudelaire, aqui en ES lo adimiramos mucho. Si Baudelaire viviera tambièn escribiria poemas para el transporte publico, a las memelas, a los teporochos (creo que de estos ya habian en su tiempo) y a las personas que gastamos nuestro puto miserable tiempo en cosas como msn, hi5, bloggs blasfemos como este etc, creo belleza de lo hediendo, muchos ni siquiera lo podemos comprender. Yaaaaaaaaaaaaaa. pura mamada.........SIMPLEMENTE ALZEMOS NUESTRAS CAGUAMAS POR BAUDELAIRE.......!!!!!!!!!!!!! l'art est longue et le temps est courte
ºPARENTAL ADVISORY: lenguaje y situaciones explicitas. No apto para menores, ni la gente de bien, ni mucho menos para todos aquellos a los que les haya gustado hombrecitos, mujercitas y crepusculo. Y si no les parece, vayanse a la verga y chinguen mucho a su madre (y aun pueden disfrutar de la primera opcion) Cruzando la linea ES no se hace responsable de nada:
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DIALOGOS EPIDEMIOLOGICOS
¡ABUSÒ DE SU ABUELO!, ¡LA MATARON PREPARANDO CARNITAS!, GENTIL CABALLERO ORGANIZABA PELEAS DE PERROS…
Y demás titulares de aquel estilo leía Ignacio en un puesto de revistas. Eligió alguno de los anteriores y un periódico. Pagó y agradeció a la señora que atendía, esta, al igual que mucha gente, llevaba cubrebocas; no así, Ignacio era de los pocos que no les importaba esta medida preventiva para la reciente emergencia epidemiológica que acaecía en su país. Tomó su cajón de zapatero y se fue a sentar a una banca cercana.
Desgarbado leía. Esta vez los amarillistas no tenían noticias tan interesantes; en otras páginas casi todo era lo mismo: la extraña epidemia causada por un virus desconocido, todos estaba alarmados, se habían suspendido muchas actividades por algunos días, hasta que, según el gobierno, la situación estuviera mejor controlada. Un hombre se acercó.
-Buenos días maestro. Ignacio volteó el rostro.
-¡Buenos días don Modesto! ¿Cómo se encuentra? –Dijo Ignacio.
-Pues aquí andamos Ignacio, aquí con esto de la epidemia. Yo no he ido comprar mis cubrebocas.
-¿Si, verdad, jefe? Ni yo… ¡Pero siéntese!, ¿Brillito verdad? –Dijo al momento Ignacio. Don Modesto se sentó y de inmediato dispuso su calzado.
-Sí, patrón, como le decía, yo tampoco he podido ir a comprar mis cubrebocas para esto de la epidemia, de todos modos, dicen que ese virus se mata con la calor, y pos yo h’estado reharto tiempo en el sol.
-Pues quien sabe mi Nachito, hay que prevenir, uno nunca sabe. De todas maneras yo siempre he tenido buena salud –Dijo don Modesto encendiendo un cigarro.
-¿Si verda?, usted es muy sano. Mire, aquí nomas entre nosotros, yo pienso que es puro invento del gobierno para alguna de sus mañas.
-No lo creo así esta vez, les saldría muy contraproducente a esas ratas, con esto de que no hay actividades en muchos lados se deja de producir plata –Dijo don Modesto leyendo los periódicos que tenía Ignacio
-Eso si, jefe, está raro. Orita casi ni hay gente paseando, y viera que mis escuincles esta rete contentos porque les suspendieron las clases. Ya no hay a quien creerle, todo está mal en este país, hasta a nuestra selección de futbol.
-No queda de otra Ignacio, no queda de otra Ignacio…
-Y oiga, hoy es martes, hoy no lo veo. Seguramente salió a pasear aprovechando que no hay tanta gente.
-Pues ni tanto, mi Nachito, ni tanto. Fui a ver si el burdel de Doña Chofi seguía trabajando, ya ves que con estas implementaciones raras están cerrando todo.
-Cierto, ¿y las muchachas de Doña Chofi si están trabajando?, ya ese lugarcito se ha hecho de su fama, y con mucha razón porque todas sus niñas están por lo menos aceptables, no que en otros lados ponen a pura gárgola re fea.
-Si, Ignacio, Doña Chofi no detuvo labores. Las muchachas siguen laborando –Dijo don Modesta
-Ya se me hacía raro que cerraran ahí. ¡Ah!, si con este invento de la epidemia nos quitaron primero los partidos de futbol, pero ahora que han cerrado puteros, bares y cantinas, ya es demasiado –Dijo Ignacio chasqueando la lengua.
-Ni modo, si de verdad hay algo, parece que el gobierno por primera vez está haciendo algo bien, Nacho.
-Habrá que ver, habrá que ver…oiga, ¿y ya cuanto tiempo tiene que es cliente de Doña Chofi?. Don Modesto subió la mirada y hacia cuentas moviendo apenas los labios.
-Pues este año ya serán 18 años. La verdad, Doña Chofi se ha portado siempre muy bien conmigo, me sirve la mesa de puro producto de primera calidad.
-Me alegro Don Modesto, lo felicito. La verdad, gente como usted es la que se necesita en el país, hombres constantes, perseverantes, que sean leales a la patria, al barrio y a sus ideales –Sentenció Ignacio.
DIALOGOS DE MICROBUSEROS
Cuales cruentas batallas entre los Spitfire y Messershmitt en la IIGM, o entre los Rebeldes y el Imperio en Estar Guars, cada día, para salir a ganarse el pan, había una constante puja por el pasaje entre las rutas 1 y 2 de microbuses, debido a que compartían gran parte del recorrido haciendo solo algunas diferencias.
Eran las primeras horas de la mañana, donde muchos usuarios recurren al transporte público. En esta ocasión tenemos como protagonistas a dos experimentados pilotos a bordo de sus maquinas, como ya se mencionó antes, cada uno de diferente línea. Por la ruta 2 vemos a la unidad 69 -ALMA DE JUQUILA (leìase en la parte inferior del medallón)- con el piloto en mando: “Amargado Asepxia”, dicho apodo porque el chofer tenía el rostro enormemente cicatrizado debido a un terrible problema de acné en sus años mozos, amén del mal carácter: irascible, amargado e intransigente. Y por la ruta 1 alinea la unidad 10 -El MESIAS DE LOS CAMINOS (en letras holográficas sobre el cristal anterior)- bajo el control de Providencio “El Chato” Díaz. Ambas naves se encontraban en una gran avenida muy concurrida y en donde era vital ganar posiciones estratégicas favorables para levantar mayor pasaje. El Amargado Asepxia estaba tan solo unos metros delante de su contendiente, su unidad era un camión de algunos años atrás, diez cilindros, veintiocho plazas (que no venían todas llenas) y un excelente equipo de sonido para escuchar La Romántica. El Amargado Asepxia recordaba con orgullo como solo algunas calles atrás le había hecho un par de buenos cierres al Chato. Era un duelo de titanes.
El Chato en su microbús, de precisamente frente chato, analizaba las condiciones de la batalla, sabía que unos metros que tuviera el Amargado Asepxia no afectarían en demasía. Empuñaba fuerte el volante con la mano izquierda, con la derecha sentía el poder que le entregaban fielmente su motor de ocho cilindros, veía como el Amargado Asepxia también lo veía por su retrovisor. ¡Cambió al verde!, ambos pilotos maniobraron sus maquinas dando los cambios necesarios a los motores, ¡un rebase!, ¡no!, no lo logró El Chato, Amargado Asepxia toma una vez más la delantera, pero un niño regordete le hace la parada y tiene que detenerse. Por su espejo lateral Amargado Asepxia ve como el Chato baja pasaje. Un nuevo semáforo tirita en amarillo, Amargado Asepxia le exige más a sus caballos de fuerza, pero para su pesar, también el Chato consigue pasar el amarillo. ¡Un auto se detiene súbitamente en frente del Amargado Asepxia! (una escuela en la que alguna mamita no quiere que su hijo camine y lo deja en frente de la puerta). Amargado Asepxia frena con éxito sin colisionar con el particular, pero ve como el Chato rebasa por un espacio recién abierto y es en esta jugada en la que el Chato rebasa finalmente al Amargado Asepxia. El Chato llega finalmente a una parada donde hay mucha gente esperando, escolares, secretarias, abuelas que van al mercado, y gente de la que no sabemos sobre su destino.
-¡Súbale-súbale, hay lugar! –Dice el Chato a los que van abordando, con gran destreza cobra y reparte cambios -Orita le doy su vuelto -le dice alguien. Por su espejo lateral observa que Amargado Asepxia se ha rezagado, y más ahora, que enfrente de él cruza toda una horda de pupilos. Chato se incorpora de su lugar en los controles.
-¡A ver! ¡Si se van recorriendo y hacen dos filas por favor! –Dice, para que entre más pasaje, aún hay gente que espera abordar. Se fija finalmente de que ya hayan subido todos, ahora cada lugar ya está ocupado y van varios de pie y apretados. Solamente ha cerrado la puerta de atrás, la de adelante lleva a dos hombres semivolando. A esas alturas el recorrido de las rutas 1 y 2 se bifurcan y deja de haber tanta competencia. Toca verde, El Chato ve como uno de su propia ruta lo rebasa, pero este no lleva pasajeros.
-Cambio de 200 –Anuncia el Chato. Conforme avanza en el trayecto la gente va bajando, llega a una tienda donde checa. Su amigo Inocencio es quien lleva el registro. El Chato para momentáneamente. Inocencio se apoya con un brazo en la puerta.
-¡Le llevas diez al veintidós! –Dice Inocencio.
-¡Ese Inocencio!, oye, orita no acaba de pasar el catorce, creo que me pasó cuando yo subía gente, pero él iba vacío, ¿no sabes que le pasó a ese wey? –Dijo el Chato.
-Pus creo que ya había avisado, algo tenía que ver de su licencia, nomas hizo dos vueltas y se fue a ver ese pedo –Dijo Inocencio.
-Ya estas, chavo, ahorita voy a la base. ¡Ah! ¡No mames!, ¡¿Tu crees que ese cabron, el 69 de la 2, orita se anduvo portando culero?! Se me cerró dos veces y por poco me doy en la madre
-¿El 69 de la 2? ¡Ah, pos si’es ese pendejejo no?! El que le dicen el Amargado Asepxia.
-¡Ese!, si pero lo pasé en la última avenida, quería ganarme una parada fuerte, pero el culero ya no pudo después, que se le enfrena una vieja y se quedó ahí.
-¡Si creo! Es re-mañoso ese cabròn. Lo chido es que te lo chingaste. Chido carnal.
-A huevo, esto es como para celebrar hoy en el teibol, ¿no le entras?, ya lo habíamos planeado
-¿A cuál van? ¿Al de siempre?
-Si, al Colegialas Taim.
-Pos si wey, me late. ¿Nos vemos donde siempre, no?
-Si, donde siempre, Inocencio, sobres cabròn, ya quedastes, donde te rajes…
-No, ahí nos vemos.
-Ándale pues. Voy a base.
Y así El Chato fue al cuartel general de la ruta 1, para el que ya faltaba poco. Ahí, sobre una calle no muy transitada estaban perfectamente alineadas varias unidades de la ruta 1. No lejos de los camiones habían algunas tiendas y bancas, que eran donde se llevaba a cabo las tertulias microbuseras.
-¡Ora! ¡Miren quien llegó! –Dijo alguno de los pilotos.
-Si, miren nomas, es el mesías. ¡Ja, ja! ¿Oye es cierto que el Amargado Asepxia se puso pendejo? –Acompletò otro más.
-Si maestro, se puso bien al tiro, se me cerró dos veces. Pero el culero se quedó por una escuela y fue donde me aproveché y gané el pasaje de la parada que quería –Dijo el Chato mientras bajaba de su microbús. Algunos le felicitaban, otros lo recibían con injurias; en fin, como solo los miembros del arte de la microbuseria pueden y saben hacerlo.
Y no era para más. El Chato había invertido bien en su nuevo camión. Aparte de que era del año, lo había modificado muy a su gusto. Todos los cristales estaban polarizados, por las noches encendía dentro luces moradas, recién había adquirido un equipo de sonido donde escuchaba a los grande héroes regetoneros, había adornado su palanca de cambios con una bola de billar, del retrovisor colgaba un zapatito recuerdo del bautizo de su sobrino El Chapitas, habían grandes referencias a su equipo favorito de futbol, etc., para no entrar en detalles innecesarios. En verdad el 10 de la ruta 2 era de los más reconocidos por operadores de la misma y otras líneas, EL MESÍAS DE LOS CAMINOS, describía exactamente al piloto y a su máquina, que eran uno solo a la hora de trabajar. Aquel día era viernes, se sentía el ambiente más relajado. Muchos ya esperaban con ansia una de las tradicionales excursiones al Colegialas Time, tan propias de la ruta 2.
Después de desayunar, el Chato abordó nuevamente al MESÍAS DE LOS CAMINOS, esta vez ya no descansaría sino hasta la noche cuando acabara. Subió con él un conocido suyo, Ramón, que le ayudaría a cobrar.
Nuevamente hacían el recorrido de rutina.
-Si ya se siente la hueva cuando es viernes o sábado, ¿no? –Le dijo el Chato a Ramón en alguno de sus tantos diálogos esa tarde.
-Si, cabron, ya se siente, hasta en la gente se ve –Le dijo Rumbón que iba cobrando.
A lo lejos una mujer hacía la parada, parecía joven. EL MESÍAS se detuvo.
-¡¿Pasa por la avenida x…?! –Dijo desde donde estaba ella.
El Chato no podía creer lo que veía. Ramón contemplaba igualmente anonadado.
-¡Si como no señorita! Súbale, hay lugar –Contestó el Chato.
-Gracias –Dijo la chica al momento de entregar la moneda a Ramón. Ambos caballeros la contemplaron en su totalidad. Era muy bonita, pero dicho en la jerga microbusera, estaba sabrosa. Era algo alta, de generosas proporciones –bien rica, dijera El Chato y Ramón-, y su ropa entallada, perfume, y belleza general, hizo que varios pasajeros varones voltearan a verla, aparte de que alguna mujer envidiara sus atractivos. El Chato ajustaba su retrovisor para examinarla mejor cuando ella buscaba lugar.
-¡No mames! ¿Vistes? –Le dijo Ramón
-Si, cabròn, esta re buena –Dijo El Chato.
-Ve nomas que nalgas.
-¡Cabron, para un revolcón en los asientos de atrás! ¡Yo si me la empino diez veces! –Dijo el Chato
-¡Pero vaya, sabrosota! –Contestó Ramón
-Y vieras que se me hace conocida, no sé de dónde, pero se me hace muy conocida, la he visto, estoy seguro –Dijo el Chato.
-¡Yaaa, tu, galán, bájale! No te mal viajes, ¡ni que de verdad!, mira mejor ya chángale, ya está en verde –Replicó Ramón ante la fantasía del Chato…
***
El Colegialas Time estaba lleno desde la entrada. El Chato se quedó de ver ahí con sus amigos, y como todos ellos ya eran conocidos clientes frecuentes, él hombre de la puerta les permitió el rápido acceso y les dieron lugares. El dueño del lugar se acercó al Chato, tenían que gritar para entenderse entre todo el ruido.
-¡Que pasó mi Chato! ¡Dos semanas sin venir! -Le dijo el dueño.
-¡Sí! ¡Es que no había habido feria! ¡Pero ahora si ya traemos, mándanos a las leidis!
-¡A la orden mi Chato! ¡Orita mismo te mando a la Campanita!.
Sin que demoraran llegaron con los microbuseros algunas de las muchachas que ganaban ahí honradamente su dinero, eran Kimberly-Vanessa, Mary Jane, Esmeralda, Sirenita, Venus y Campanita; obviamente sus pseudónimos artísticos y ataviadas con el mínimo de prendas. Cada cual eligió a la de su preferencia. El Chato se quedó con Campanita, que la tenía sentada en sus piernas abarcando con sus manos y brazos todo lo que pudiera tocar.
-¡Entonces que, mi Campanita, ¿no me extrañastes en estas dos semanas que no vinimos?!
-¡Como no mi rey! ¡Nadie como tú, si todos menos tú son unos grocerotes pobres y tu eres el más rico del mundo!
-¡Mi Reyna! ¡Aquí me tienes, despáchate! –El Chato la vio a la cara, y, como tal vez lo exigen (o exigían) los cánones del que visita un teibol, el Chato puso un billete de baja denominación en alguna de las pocas prendas de Campanita que no tiene caso especificar.
-¡Oye Chiquita! ¡Como que te me haces conocida!, ¡No salistes hoy a la calle! –Preguntó el chato.
-¡No mi rey, estuve todo el día en mi casa! ¡Solo salí para hacer el mandado!
-¡¿Y en donde lo haces?!
-¡Tomo la ruta 1 y voy al mercado de la avenida x!...
-¡Ah! ¡Pues creo que te vi hoy!
-¡¿En serio grocerote?! ¡¿y por qué no me saludaste malvado?!
El Chato la contempló toda sobre sus piernas.
-No sé, no estaba seguro que eras tú, a lo mejor no te reconocí por que ibas vestida…
Eran las primeras horas de la mañana, donde muchos usuarios recurren al transporte público. En esta ocasión tenemos como protagonistas a dos experimentados pilotos a bordo de sus maquinas, como ya se mencionó antes, cada uno de diferente línea. Por la ruta 2 vemos a la unidad 69 -ALMA DE JUQUILA (leìase en la parte inferior del medallón)- con el piloto en mando: “Amargado Asepxia”, dicho apodo porque el chofer tenía el rostro enormemente cicatrizado debido a un terrible problema de acné en sus años mozos, amén del mal carácter: irascible, amargado e intransigente. Y por la ruta 1 alinea la unidad 10 -El MESIAS DE LOS CAMINOS (en letras holográficas sobre el cristal anterior)- bajo el control de Providencio “El Chato” Díaz. Ambas naves se encontraban en una gran avenida muy concurrida y en donde era vital ganar posiciones estratégicas favorables para levantar mayor pasaje. El Amargado Asepxia estaba tan solo unos metros delante de su contendiente, su unidad era un camión de algunos años atrás, diez cilindros, veintiocho plazas (que no venían todas llenas) y un excelente equipo de sonido para escuchar La Romántica. El Amargado Asepxia recordaba con orgullo como solo algunas calles atrás le había hecho un par de buenos cierres al Chato. Era un duelo de titanes.
El Chato en su microbús, de precisamente frente chato, analizaba las condiciones de la batalla, sabía que unos metros que tuviera el Amargado Asepxia no afectarían en demasía. Empuñaba fuerte el volante con la mano izquierda, con la derecha sentía el poder que le entregaban fielmente su motor de ocho cilindros, veía como el Amargado Asepxia también lo veía por su retrovisor. ¡Cambió al verde!, ambos pilotos maniobraron sus maquinas dando los cambios necesarios a los motores, ¡un rebase!, ¡no!, no lo logró El Chato, Amargado Asepxia toma una vez más la delantera, pero un niño regordete le hace la parada y tiene que detenerse. Por su espejo lateral Amargado Asepxia ve como el Chato baja pasaje. Un nuevo semáforo tirita en amarillo, Amargado Asepxia le exige más a sus caballos de fuerza, pero para su pesar, también el Chato consigue pasar el amarillo. ¡Un auto se detiene súbitamente en frente del Amargado Asepxia! (una escuela en la que alguna mamita no quiere que su hijo camine y lo deja en frente de la puerta). Amargado Asepxia frena con éxito sin colisionar con el particular, pero ve como el Chato rebasa por un espacio recién abierto y es en esta jugada en la que el Chato rebasa finalmente al Amargado Asepxia. El Chato llega finalmente a una parada donde hay mucha gente esperando, escolares, secretarias, abuelas que van al mercado, y gente de la que no sabemos sobre su destino.
-¡Súbale-súbale, hay lugar! –Dice el Chato a los que van abordando, con gran destreza cobra y reparte cambios -Orita le doy su vuelto -le dice alguien. Por su espejo lateral observa que Amargado Asepxia se ha rezagado, y más ahora, que enfrente de él cruza toda una horda de pupilos. Chato se incorpora de su lugar en los controles.
-¡A ver! ¡Si se van recorriendo y hacen dos filas por favor! –Dice, para que entre más pasaje, aún hay gente que espera abordar. Se fija finalmente de que ya hayan subido todos, ahora cada lugar ya está ocupado y van varios de pie y apretados. Solamente ha cerrado la puerta de atrás, la de adelante lleva a dos hombres semivolando. A esas alturas el recorrido de las rutas 1 y 2 se bifurcan y deja de haber tanta competencia. Toca verde, El Chato ve como uno de su propia ruta lo rebasa, pero este no lleva pasajeros.
-Cambio de 200 –Anuncia el Chato. Conforme avanza en el trayecto la gente va bajando, llega a una tienda donde checa. Su amigo Inocencio es quien lleva el registro. El Chato para momentáneamente. Inocencio se apoya con un brazo en la puerta.
-¡Le llevas diez al veintidós! –Dice Inocencio.
-¡Ese Inocencio!, oye, orita no acaba de pasar el catorce, creo que me pasó cuando yo subía gente, pero él iba vacío, ¿no sabes que le pasó a ese wey? –Dijo el Chato.
-Pus creo que ya había avisado, algo tenía que ver de su licencia, nomas hizo dos vueltas y se fue a ver ese pedo –Dijo Inocencio.
-Ya estas, chavo, ahorita voy a la base. ¡Ah! ¡No mames!, ¡¿Tu crees que ese cabron, el 69 de la 2, orita se anduvo portando culero?! Se me cerró dos veces y por poco me doy en la madre
-¿El 69 de la 2? ¡Ah, pos si’es ese pendejejo no?! El que le dicen el Amargado Asepxia.
-¡Ese!, si pero lo pasé en la última avenida, quería ganarme una parada fuerte, pero el culero ya no pudo después, que se le enfrena una vieja y se quedó ahí.
-¡Si creo! Es re-mañoso ese cabròn. Lo chido es que te lo chingaste. Chido carnal.
-A huevo, esto es como para celebrar hoy en el teibol, ¿no le entras?, ya lo habíamos planeado
-¿A cuál van? ¿Al de siempre?
-Si, al Colegialas Taim.
-Pos si wey, me late. ¿Nos vemos donde siempre, no?
-Si, donde siempre, Inocencio, sobres cabròn, ya quedastes, donde te rajes…
-No, ahí nos vemos.
-Ándale pues. Voy a base.
Y así El Chato fue al cuartel general de la ruta 1, para el que ya faltaba poco. Ahí, sobre una calle no muy transitada estaban perfectamente alineadas varias unidades de la ruta 1. No lejos de los camiones habían algunas tiendas y bancas, que eran donde se llevaba a cabo las tertulias microbuseras.
-¡Ora! ¡Miren quien llegó! –Dijo alguno de los pilotos.
-Si, miren nomas, es el mesías. ¡Ja, ja! ¿Oye es cierto que el Amargado Asepxia se puso pendejo? –Acompletò otro más.
-Si maestro, se puso bien al tiro, se me cerró dos veces. Pero el culero se quedó por una escuela y fue donde me aproveché y gané el pasaje de la parada que quería –Dijo el Chato mientras bajaba de su microbús. Algunos le felicitaban, otros lo recibían con injurias; en fin, como solo los miembros del arte de la microbuseria pueden y saben hacerlo.
Y no era para más. El Chato había invertido bien en su nuevo camión. Aparte de que era del año, lo había modificado muy a su gusto. Todos los cristales estaban polarizados, por las noches encendía dentro luces moradas, recién había adquirido un equipo de sonido donde escuchaba a los grande héroes regetoneros, había adornado su palanca de cambios con una bola de billar, del retrovisor colgaba un zapatito recuerdo del bautizo de su sobrino El Chapitas, habían grandes referencias a su equipo favorito de futbol, etc., para no entrar en detalles innecesarios. En verdad el 10 de la ruta 2 era de los más reconocidos por operadores de la misma y otras líneas, EL MESÍAS DE LOS CAMINOS, describía exactamente al piloto y a su máquina, que eran uno solo a la hora de trabajar. Aquel día era viernes, se sentía el ambiente más relajado. Muchos ya esperaban con ansia una de las tradicionales excursiones al Colegialas Time, tan propias de la ruta 2.
Después de desayunar, el Chato abordó nuevamente al MESÍAS DE LOS CAMINOS, esta vez ya no descansaría sino hasta la noche cuando acabara. Subió con él un conocido suyo, Ramón, que le ayudaría a cobrar.
Nuevamente hacían el recorrido de rutina.
-Si ya se siente la hueva cuando es viernes o sábado, ¿no? –Le dijo el Chato a Ramón en alguno de sus tantos diálogos esa tarde.
-Si, cabron, ya se siente, hasta en la gente se ve –Le dijo Rumbón que iba cobrando.
A lo lejos una mujer hacía la parada, parecía joven. EL MESÍAS se detuvo.
-¡¿Pasa por la avenida x…?! –Dijo desde donde estaba ella.
El Chato no podía creer lo que veía. Ramón contemplaba igualmente anonadado.
-¡Si como no señorita! Súbale, hay lugar –Contestó el Chato.
-Gracias –Dijo la chica al momento de entregar la moneda a Ramón. Ambos caballeros la contemplaron en su totalidad. Era muy bonita, pero dicho en la jerga microbusera, estaba sabrosa. Era algo alta, de generosas proporciones –bien rica, dijera El Chato y Ramón-, y su ropa entallada, perfume, y belleza general, hizo que varios pasajeros varones voltearan a verla, aparte de que alguna mujer envidiara sus atractivos. El Chato ajustaba su retrovisor para examinarla mejor cuando ella buscaba lugar.
-¡No mames! ¿Vistes? –Le dijo Ramón
-Si, cabròn, esta re buena –Dijo El Chato.
-Ve nomas que nalgas.
-¡Cabron, para un revolcón en los asientos de atrás! ¡Yo si me la empino diez veces! –Dijo el Chato
-¡Pero vaya, sabrosota! –Contestó Ramón
-Y vieras que se me hace conocida, no sé de dónde, pero se me hace muy conocida, la he visto, estoy seguro –Dijo el Chato.
-¡Yaaa, tu, galán, bájale! No te mal viajes, ¡ni que de verdad!, mira mejor ya chángale, ya está en verde –Replicó Ramón ante la fantasía del Chato…
***
El Colegialas Time estaba lleno desde la entrada. El Chato se quedó de ver ahí con sus amigos, y como todos ellos ya eran conocidos clientes frecuentes, él hombre de la puerta les permitió el rápido acceso y les dieron lugares. El dueño del lugar se acercó al Chato, tenían que gritar para entenderse entre todo el ruido.
-¡Que pasó mi Chato! ¡Dos semanas sin venir! -Le dijo el dueño.
-¡Sí! ¡Es que no había habido feria! ¡Pero ahora si ya traemos, mándanos a las leidis!
-¡A la orden mi Chato! ¡Orita mismo te mando a la Campanita!.
Sin que demoraran llegaron con los microbuseros algunas de las muchachas que ganaban ahí honradamente su dinero, eran Kimberly-Vanessa, Mary Jane, Esmeralda, Sirenita, Venus y Campanita; obviamente sus pseudónimos artísticos y ataviadas con el mínimo de prendas. Cada cual eligió a la de su preferencia. El Chato se quedó con Campanita, que la tenía sentada en sus piernas abarcando con sus manos y brazos todo lo que pudiera tocar.
-¡Entonces que, mi Campanita, ¿no me extrañastes en estas dos semanas que no vinimos?!
-¡Como no mi rey! ¡Nadie como tú, si todos menos tú son unos grocerotes pobres y tu eres el más rico del mundo!
-¡Mi Reyna! ¡Aquí me tienes, despáchate! –El Chato la vio a la cara, y, como tal vez lo exigen (o exigían) los cánones del que visita un teibol, el Chato puso un billete de baja denominación en alguna de las pocas prendas de Campanita que no tiene caso especificar.
-¡Oye Chiquita! ¡Como que te me haces conocida!, ¡No salistes hoy a la calle! –Preguntó el chato.
-¡No mi rey, estuve todo el día en mi casa! ¡Solo salí para hacer el mandado!
-¡¿Y en donde lo haces?!
-¡Tomo la ruta 1 y voy al mercado de la avenida x!...
-¡Ah! ¡Pues creo que te vi hoy!
-¡¿En serio grocerote?! ¡¿y por qué no me saludaste malvado?!
El Chato la contempló toda sobre sus piernas.
-No sé, no estaba seguro que eras tú, a lo mejor no te reconocí por que ibas vestida…
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