viernes, 22 de mayo de 2009

EL GELIK

ºa ti, allende el oceano se junta con el cielo (yeaaah!), podria escribir eso en todas partes

ºDonde quiera se encuentre el Gelik, ayer nos desvelamos esperandolo mientras veiamos infomerciales, pero no salio, hijo de su puta madre. ¿que se cree el cabron?

ºGelik: de dos voces ya extintas de una arquetipica lengua; Gell, hermoso(a) y Likh, impredecible

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Spleen, introduccion e ideal: hastio, aburrimiento, dias que reptan lento, enfermedad, vomito, cruda, sombras, polvo, grietas, arboles de ramas nudosas, memorias, pensamientos, nada, nada otra vez, horas, evasion, resignarse, olvidarse, remanentes, fotografias, pasado, ilusiones, cafe frio, rutina, magia, final, dramaturgia, final, ayer, ahora, mañana: spleen, introduccion e ideal

Soy el faro fundido de la isla en lo alto del acantilado de piedras rojas. Fui guía para las naves que vienen y van, se de las rutas marinas, de los secretos de los hombres que navegan en todos los tipos de mares: en los de agua salada, en los del pensamiento, en los del amor y la tragedia; pero advierto, solo se de los posibles mares que hay en la existencia presente, no sé de aquellos como la muerte o el tiempo, por que algún día también yo me he de ir, y quizá después alguien más, cuente la historia del faro fundido de la isla en lo alto del acantilado de piedras rojas.
No recuerdo bien quien me construyó, solo sé que desde que tuve uso de razón supe que ya estaba aquí, con mi efímero haz de luz alumbrando las rutas, sobreviviendo a las tormentas y conociendo poco a poco las cosas que me traen las nubes. Las gaviotas me cuentan de los romances de los puertos, de las luchas de los hombres o de sus rutinas. Pero hoy quiero contar una historia que yo conocí en primer plano, porque en mí esa historia vivió y murió, porque a pesar de lo que diga la gente u otras cosas, solo yo sé que pasó, y en los resquicios de mis cimientos he sido cómplice y testigo de esta triste épica.
Quien suba a lo más alto de mí una noche y despeje su vista podrá divisar un fenómeno extraño: es El Gelik. Nadie sabe que es, algunos estudiosos afirman que es una estrella, otros, que es una galaxia, que es un planeta o un cometa suspendido en el espacio. Como quiera que sea, El Gelik es hermoso, suele presentar toda clase de fulgores y es lo primero que aparece en el firmamento (digamos que le gusta ser el protagonista, hasta llega a opacar a la luna) A veces es níveo o azul, otras se le ve naranja, rosado, o verdoso, hasta alcanzar escalas rojizas o violetas. “Gelik” viene de dos voces ya extintas de una arquetípica lengua Gell: hermoso(a) y Likh: impredecible. Quien quiera que le haya bautizado lo hizo con exactitud, El Gelik, aunque radiante, a veces cambia de posición, se debilita su brillo, o simplemente desaparece del cielo, de este modo su nombre lo confirma: “impredecible”. El Gelik ha ayudado a muchas embarcaciones a sobrevivir naufragios, y otras veces, a confundir navíos para hundirlos en los más lejanos abismos acuáticos. Simplemente El Gelik es extraordinario, muchos sucumben ante su extraño encanto, se dice que son supersticiones. Lo que relataré es una extraña historia que en mis grietas ha quedado guardada hasta el último de mis días.
…Aquel día estuvo lloviendo, de hecho, ya llevaba mucho tiempo haciéndolo, y esa misma tarde la Lluvia me dijo
-Faro, en uno de estos días quizá podría venir Sadie Azul
-¿Perdón, lluvia?, ¿Sadie Azul, dices?. El viento, las ocas y otros más me han contado mucho de ella, ¿quién es? –Dije.
-¡Oh!, Sadie Azul es una chica muy bonita, ha estado platicando con su padre y él le ha dicho que cuando el tiempo mejore vendrán para ver al Gelik y estudiar las estrellas y constelaciones. Su padre es astrónomo.
-Ya veo, entonces los esperaré, pero dime Lluvia, ¿cuando terminarás tus labores?
-Dentro de dos o tres días, y se esto porque Sadie Azul y su padre han hablando de ello, será especial y es probable que ya hayas escuchado de ella.
-Gracias Lluvia, esperaré.
Y la Lluvia siguió lloviendo.
Recuerdo que al día dejó de llover, le dije a la Lluvia que merecía ese descanso adelantado. Ya el horizonte se teñía de rojo al atardecer cuando una parvada de pájaros revoloteando llegó haciendo escándalo.
-¡Ya viene! ¡Sadie Azul, ya viene! –Decían ellos
-Entiendo, pero cálmense, vendrán para ver al Gelik, y con su agitación ellos se pueden incomodar e irse.
Los pájaros siguieron volando alegres hasta que se fueron a sus nidos. A lo lejos pude ver a Sadie Azul, venía del brazo con su padre.
-Mira padre, aquí las piedras son rojas –Fue lo primero que escuche de ella.
-Si, y aún más cuando atardece, pero ya casi oscurece, en poco tiempo veremos al Gelik
Con El Gelik pocos se han relacionado. En esa ocasión recuerdo que le dije que venían a verlo y contestó, “si, es normal, todos quieren verme, soy bello”
El atardecer moría en lentos movimientos cuyas escalas se diluían en oscuridad. Y ya en la noche todas las estrellas salieron al igual que la luna; y ahí estaba radiante El Gelik. Yo pensé que esa noche no tendría ganas de aparecer, siendo sinceros; a que El Gelik no esperaba a Sadie Azul, y sin ser presuntuoso, ninguno se esperaba al otro en tal magnitud. El padre de Sadie le explicó a ella todas las constelaciones, sus nombres, leyendas, y como podían ayudar a orientarse en el mar. Aunque Sadie no las oyera, las estrellas decían cosas como –Mucho gusto de conocerte Sadie, -Hola, Sadie, -Buenas noches Sadie; etc. Y al final el padre le señaló al Gelik.
-Es muy lindo, ¿no padre?
-Si, Sadie, El Gelik es deslumbrante.
-¿Y que es realmente? Es demasiado peculiar para ser una estrella –Dijo ella.
Y al momento en que Sadie dijo esto, El Gelik brilló más en azul, de alguna forma quería impresionarla.
-¡¿Viste lo que hizo, padre?! ¡Brilló todavía más!
-Sí, hija, vi lo que hizo, así es El Gelik de extraño; aunque no te acostumbres al espectáculo, a veces al Gelik no le dan ganas de aparecer, es muy impredecible –Dijo el padre- y realmente no se sabe que es, podría ser una gran estrella, una galaxia o algún otro fenómeno que todavía no conocemos bien.
-Entiendo…
Siguieron contemplando el vasto horizonte profundo. Sentí los pensamientos de Sadie, estaba anonadada, era la primera vez que reparaba en el cielo nocturno.
-No esperabas que fuera tan bello –Dijo El Gelik al aire. Las estrellas ya lo conocían y estaban acostumbradas a que fuera vanidoso. Habiendo pasado cierto tiempo el padre de Sadie se sintió cansado.
-Bueno, Sadie, parece que te gustó mucho venir al faro, pero ya es tarde y hay que descansar, otra noche regresaremos.
-No, padre, todavía no quiero regresar. Mira, regresa tú, en unos minutos más yo te alcanzaré en casa, al fin no está muy lejos, por favor, no pensé que fuera tan hermoso todo esto, ¿por qué no me trajiste antes?
El padre de Sadie dudó algunos instantes y al final accedió acordando que no regresara muy tarde. Sola, Sadie contempló mejor, el viento soplaba y le daba recuerdos de todas las partes del mundo, la luna se reflejaba en el espejo oceánico y acaso pasó alguna estrella fugaz.
-Eres lindo –Dijo Sadie en sus adentros para el Gelik, que lo podía saber.
-Lo sé, lo sé, todos me lo dicen, soy hermoso, y puedo decir que tu también.
Sadie yacía recargada en la balaustra contemplando.
-Vendré a verte todos los días –Se dijo ella. El Gelik cambió su color a amarillo.
-Trataré de estar aquí -Dijo El Gelik.
Los pensamientos de ella iban y venían libres sin control y dirección; entendiéndose con cada materia que la rodeaba. La oscuridad era tenue y el silencio se desdoblaba como seda entre las sombras. Sadie en algún momento extravió su razón solo en El Gelik hilvanando mínimos pensamientos.
(Eres indescriptible)
Las ocas se anunciaban pasando con sus graznidos.
(Lo sé.)
(Diablos, no sé qué ocurre, ¿Cuánto tiempo ha pasado?)
(El suficiente para que me sigas mirando) El Gelik tornàbase violeta
(Ese color me gusta)
Sadie por un momento volteó, pensó que venía alguien.
-Que tonta soy, me asusté por nada –Se dijo al ver que unos árboles cercanos se mecieron por el viento
(…y no sé qué hago hablando sola. Oye, eso que acabaste de hacer fue lindo)
(…y mira qué más puedo hacer) El Gelik cambió su recién adquirida tonalidad violácea a casi rosa. Sadie suspiró.
(No, esto no puede pasar, es tonto; creo que me estoy…)
Una nave a lo lejos emitía débiles destellos
(Si, si puede ser, es normal; solo acéptalo y dilo…es inevitable)
Un grillo chirriaba. Como despertándose, Sadie volvió en sí.
-Que tonta soy, parezco una niña pequeña –Se dijo- y ya tengo sueño (y una estrella no me lo puede quitar)
(No soy solo una estrella, ya verás de que soy capaz)
(Bueno, todo esto es muy bonito, pero ya tengo sueño, es hora de ir a dormir)
(Te aseguro que no descansarás)
Sadie contempló todo su alrededor, desanduvo el camino y regresó a casa para dormir. Mas aquella noche no logró conciliar el sueño en una forma ordinaria. Al momento que cerraba los ojos veía al Gelik, brillante, diciéndole con silencio innumerables cosas. En los momentos en que dormía, por su sueño atravesaban el infinito y todos sus secretos, obviamente, revelados por El Gelik. En medio del mutismo de la madrugada Sadie despertó. Aún en la oscuridad de su pieza se sintió extrañamente feliz, radiante, como si algo pasara o fuera a pasar. Abrió su ventana y el relente la sorprendió gentil. Y elevando la mirada al celaje buscó al Gelik, este fulguró más en azul intenso.
(Hola, querida) Tiritó algunas veces y desapareció.
El corazón de Sadie latía con viveza, transmitiendo de su interior otro tipo de pulsaciones aún más febriles; y por fin se permitió entenderlo: estaba enamorada de él. Aceptó la idea con regocijo, no lo tenía contemplado, fue súbito. Agradeció al Gelik que ella sintiera eso. Así, perdiendo su corazón y mirada en la concavidad universal, fraguó despierta los más sinceros y tiernos sueños con el Gelik, solo él y ella, juntos y únicos en medio del inabarcable universo. Amó al Gelik en sus ojos, vio sus muchas escalas de brillo en cada lunar de su albo cuerpo y hasta pensó que las estrellas, arriba, le tendrían envidia.
En este punto, he llegado a pensar que Sadie Azul debió ser una estrella, pero, como quiera que a uno le dé la gana concebir, el creador, el azar, o lo que sea, se equivocó y le dio forma humana. Por otro lado, es azaroso pensar que alguien o algo supremo se hayan equivocado.
Sadie volvió al día siguiente. Subió hasta mi cima y esperó que anocheciera. Aún había gente en la playa, las gaviotas volaban y estaban felices a causa del buen clima. Sadie navegaba con la vista allende el océano se junta con el cielo, y ahí, en algún lugar distante, el rojo horizonte se calcaba en sus pupilas. Anocheció, Sadie estudiaba sentada el universo, todas las estrellas salieron, pasaron por el cielo fenómenos que no puedo decir aquí, el rocío se manifestó, las luciérnagas danzaron ataviando el cabello de ella, pero el Gelik no aparecía.
-Te extraño –dijo ella. Y regresó a su casa un tanto frustrada.
Antes de que se marchara el maldito Gelik apareció efímeramente, tiritó en un extraño gris y se volvió a ocultar.
(Adiós, querida, vuelve mañana; quizá si esté)
A la hora de dormir Sadie volvió a estar con el Gelik. Ambos, reinando en el espacio. Lejanos, seguros y únicos en algún lugar. El Gelik la correspondía en sus sueños, tal vez le platicaba y la incitaba a seguir recreando fantasías, a seguir manteniendo aquello que Sadie sentía en su interior.
Así sucedieron incontables noches en que Sadie venía a citarse con El Gelik. Este, a veces la correspondía, sin embargo, su trampa era desaparecerse por varios días y volver así sin más con ella, pretendiendo que nada pasaba. Mucha gente en la isla se dio cuenta de que Sadie gastaba la mayoría de las noches con El Gelik, aún siendo guapa no le importaron los mucho pretendientes que tuvo, claro está, ninguno de ellos se podía equiparar con El Gelik, varios comenzaron a pensar que ella estaba loca. Al estar Sadie aquí erigiendo su soledad con El Gelik se decía:
-Sadie Azul está loca, ¿ves?. Y los que merodeaban diciendo eso se marchaban resignados.
Como olvidar estas cosas. El pasado y los recuerdos son como agua entre rocas. Hay corrientes débiles que al secarse apenas si se sabe que existieron, no obstante, también hay grandes afluentes cuya fuerza erosiona lo suficiente y dejan algún estigma excepcional que trascenderá a los años. Así ocurrió con la historia de Sadie Azul y El Gelik. Hasta que el tiempo no destruya mis cimientos no dejaré de ver la sonrisa de ella, su piel clara y todos sus lunares, jamás olvidaré aquel último diálogo que sostuvieron antes del colapso final.
La noche era serena, yo sentía en Sadie que todo eso no podría aguantar más. Es cierto, amaba al Gelik, pero con la extraña conducta y omisión de él, ella se estaba destruyendo. Las estrellas eran testigos imparciales, muchas de ellas ya habían tomado partido a favor de Sadie, y aún más; algunas hasta reclamaban al Gelik su postura. Todos estaban dubitantes sobre que pasaría, la tristeza de Sadie Azul era notoria, y al Gelik no parecía importarle.
No había luna, la oscuridad era aun más profunda. El viento soplaba algo iracundo, muchos sentimos aquella vez lo que Sadie preveía. Ella estaba aquí parada contemplando el cielo bruno. Su mirada era triste.
(Te extraño) Pensaba
Fiel a su costumbre, El Gelik no aparecía. Las estrellas y otros astros trataban de hacer reflexionar a Sadie.
-Oye Sadie, tú mereces más que todo esto –Decían algunas estrellas
-Sí, El Gelik no te merece, solo ha jugado contigo –Agregaban algunas más con su intermitente brillo.
-Sadie, piensa lo que vas a hacer. Mírate, tú estás sufriendo y al Gelik no le importa, en verdad, piensa lo que vas a hacer –Añadieron las rocas del fondo del acantilado. Como no había luna, aquella noche la marea estaba baja.
Yo por mi parte tampoco me quedé callado. También busqué hacerla reflexionar, pero ella jamás nos escuchó. Los seres humanos son una cosa extraña, tal vez aún mas enigmática que el mismo universo; de hecho, ya sus mentes son un gran cosmos repleto de pensamientos, emociones, conjeturas y tantas y tantas cosas imposibles de definir. Es esa extraña capacidad de sentir lo que los hace ser únicos. La complejidad de sus sentimientos, es monstruosa; laberíntica, puedo decir que mi modesta existencia solamente material es en lo mínimo simple a comparación de los humanos, ser un ser humano es lo más difícil que hay. Y como suele suceder entre ellos, aquella vez Sadie tejía en su interior una intricada red de sentimientos y juicios con respecto a aquel idilio. Por fin El Gelik apareció, estaba de un blanco indiferente, apenas si se le alcanzaba a distinguir.
(Te extrañaba) Pensó ella.
(Lo sé) El Gelik trató de brillar un poco más
(Quería verte)
(Ya estoy acá)
El viento comenzaba a soplar más fuerte, las estrellas intermitían su resplandor, como estando a la expectativa. Sadie suspiró.
(¿Por qué suspiras? Cuando alguien suspira así es que se encuentra enamorado, y tal vez aquel pensamiento pueda viajar y llegar hasta donde deba de llegar) El Gelik resplandecía más.
Que melancólico es recordar los ojos de Sadie, tenían una faz adormecida. El Gelik nunca mereció sus lágrimas, y fue esto donde Sadie resultó muy valiente, jamás se rindió a entregarle aquella líquida dignidad, era como una bandera que no debía ser tomada.
(¿Por qué te desapareces tan lejos?, ¿es que nunca sabrás que estoy enamorada de ti?) Sadie tenía dentro de sí una tormenta. El Gelik se opacó.
(Si, lo sé, estas muy enamorada de mi. También se qué harías cualquier cosa por mí, lo que sea, pero yo no te pedí que me quisieras. No te dije que contemplaras amarme)
(Pero lo hago sinceramente. No tenía planeado quererte, mi afecto por ti es leal y honesto, ¿Por qué eres así conmigo?, no es justo. Ve todo mi cariño, no me hagas sufrir más y dime ya algo concreto)
El Gelik tomaba tintes grisáceos.
(Yo también sufro un poco, también a mi me pesa. Pero no es mi culpa, no sé que vaya a pasar. Eres libre y puedes hacer lo que quieras, entonces déjame de querer) Aquella última frase hirió más a Sadie. Ella se subió a la balaustra pasando al otro lado. Abajo el mar rugía furioso embistiendo las obtusas rocas de este acantilado.
(No es fácil dejar de querer así tan fácil. No es algo que se pueda hacer de un día para otro. Ya que más queda, veo que no te importa, y me duele porque mi cariño por ti es genuino. Amar es algo complejo, involucra tantas cosas, incluyendo dolor; y ahora quiero asumir este dolor, porque tal vez sea necesario sentirlo, tal vez sea necesario para crecer. No sé. La parte racional de mi conciencia me dice que esto tiene que acabar aquí, que aunque mis sentimientos sean lo que sean, no puedo dejar que esto me afecte demasiado. Por otra parte, los sentimientos me dicen que te quiero, que te extraño, que por ti podría aceptar o aguantar esta y muchas más cosas, por ti, solo por ti. Hoy es el comienzo del final, tal vez no fue para tanto. Gané yo porque sé que hay en mí la capacidad de entregarme, de querer, de percibir emociones y racionalizarlas. No sé que vaya a ser de ti. Vivir sintiendo intensamente es un gran don)
Concluyendo aquel soliloquio Sadie soltó la baranda. Aquella acción fue frágil, limpia, sin premeditación alguna. Su descenso a las afiladas piedras oceánicas fue grácil, un movimiento puro sin posturas falsas. Como una elegante ave que en picada entra a las aguas para alimentarse, cual pluma descendiendo suave, cual última y débil gota que cayera en un estanque levantando un poco de agua tras de sí para finalmente producir una serie de expansivas ondas que delimitaran el fin.
¿Quién no se sorprendiera? Las estrellas tiritaron furiosas. El Gelik desapareció súbitamente sin que nadie supiera que pensaba. Pasaron algunos cometas reclamando justicia. Más tarde el viento sopló incrementando su fuerza y trayendo consigo nubes furiosas que descargaron sobre el océano y la isla una fuerte tormenta y relámpagos deslumbrantes.
Al día siguiente se notó la desaparición de Sadie. La estuvieron buscando por días sin que se supiera la verdad. Se decía que embarcándose en un bote, Sadie había ido allí allende el océano se junta con el cielo para reunirse con El Gelik.
De esto ya han pasado muchos evos. Las generaciones han cambiado, la historia del Gelik y Sadie se sigue contando con sus consecuentes deformaciones, es tan común narrarla a los niños que vienen a visitarme. Tal vez fue innecesario el repentino final de Sadie, no soy alguien para juzgar. Desde aquella trágica noche, cuando algún barco naufraga y en el cielo no hay muchas referencias o El Gelik tampoco está presente; brota una estrella, pequeñita, azul y rutilante. Es Sadie, y aún desde aquí puedo escucharla, libre, feliz, evitando el hundimiento de cualquier navío, entonces es cuando todo aquel dolor valió la pena.
Soy el faro fundido de la isla en lo alto del acantilado de piedras rojas, y esta es la extraña historia de Sadie y El Gelik.

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