martes, 11 de agosto de 2009

THE SONG REMAINS THE SAME: Una carta de Sadie




Este cuento es patrocinado por Cicatricure Crema.
YEAH!. THE SONG REMAINS THE SAME, gran film del dirigible, obvio salen sus clasicos, moby dick, stairway, whola lotta love y claro, no falto SINCE IVE BEEN LOVING YOU, y al escuchar esta rola, efectivamente, la cancion me recordo lo mismo -the song remains the same- , aquella enfermedad, aquel transtorno, aquella indigestion, aque mal viaje, aquella peda malo onda, en fin, obviamente sinve ive been loving you es buenisima, y me recordo esos tiempos: pero bueno, el solo sigue siendo excelente, las vocales, geniales y he llegado a la conclusion de que eso ya no duele, si, aun queda la cicatriz (un tanto hipertrofica y queloide), pero ya no se inflama, ya no duele, y con Cicatricure Crema (la ya famosa crema rosita -adela micha) seguramente quedare como nuevo, que cosas. Ademas la inflamacion, que estaba tomando curso cronico, ya disminuyo: menos histamina, ahi mas o menos de fibrosis, menos celulas de la inflamacion, menos factor de necrosis tumoral, y asi: todo ya esta bien. Y bueno ahora que los sponsors son generosos, aqui una carta de Sadie, es buena chavala, pero la vida la trata mal, nos entedemos bien, espero lo disfruten. por cierto, esta es la version completa, extendida y mejorada de una parte de lo que fue 2super cuentos inspirados en 2 super canciones en este su blogg
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Ya era tarde cuando Sadie salió del trabajo, algo pasadas las once, como siempre. Las calles estaban vacías, en algunas esquinas había gente platicando, de entre las sombras se distinguían sus siluetas negras y cigarros encendidos. Oíanse ladridos de perros, motores ruidosos de camiones desvencijados. De las ventanas de las casas salían discusiones familiares, sonidos de televisores encendidos o simples pláticas monótonas. Aquellos arrabales eran antiguos, los primeros construidos cerca de la playa. El oxido y el salitre todo lo consumían: las verjas octogenarias, bisagras de puertas que gemían, hasta los postes del alumbrado público, en los cuales, miríadas de insectos voladores pululaban bajo los focos opacados por la suciedad. Sadie atravesó un parque descuidado, la vegetación estaba crecida en exceso y en ella se oían los grillos, la melancolía, y al fondo, en lo que alguna vez fueron juegos para niños; la plática de un grupo de jóvenes. Llegó a cierta calle en la que apenas había alumbrado, un anciano tomaba el fresco oyendo la radio en el pórtico de la casa más cercana a ella.
-Buenas noches señorita.
-Buenas noches –Apenas contestó Sadie.
El viejo vio pasar a Sadie y musitó algo para sí. No parecía que hubiese vida en aquella calle de no ser por el viejo y su radio, de algunos cristales salía alguna luz tenue, pero no se oía algo más. Llegó al fondo, justo al edificio de viejos departamentos. Abrió la reja, algo dijo desde su poca lubricada entidad. Sadie subió, los escalones estaban sucios, por doquiera habían latas de cerveza, cadáveres de insectos, basura, y un perro enfermo que dormía a la puerta de un departamento deshabitado. Alcanzó por fin el último piso y suspiró al mirar la última puerta, estaba algo caída y su madera vieja bien podría servir para venderse a cualquier módico precio. Un foco casi fundido iluminaba aquella miserable entrada. Sadie sacó las llaves, pero le pareció mejor tocar, y antes de hacerlo, escuchó una voz masculina y otra femenina, parecían divertirse. Sadie no reaccionó de ningún modo, de alguna manera era eso lo que esperaba. Mejor se fue.
Bajó las escaleras de nuevo, el perro sarnoso le ladró como despidiéndose, era en verdad aquel ladrido la única muestra de vida que en ese momento habían en ese edificio ruinoso. Desanduvo la calle, el viejo ya no estaba ahí, y ahora las pocas luces que estaban encendidas se habían apagado. Caminaba despacio, el viento revolvía sus cabellos y el ruido de sus pisadas era lo único que se escuchara en las solitarias calles, dobló por una esquina y llegó a otra calle; esta al contrario de otras, rebozaba de la vida mundana. Habían algunos bares y otros lugares donde dispersarse insanamente, de igual manera, había mucha gente parada en las entradas de aquellos establecimientos, Sadie entró en uno de ellos, no había muchos clientes, y comenzó a buscar a alguien, pronto, una mujer le tocó el hombro, era su conocida
-Pensé que ya no vendrías –Dijo la mujer abrazándola.
-Sí, pero es que pasé antes al departamento –Contestó Sadie con la mirada fija.
-¿Y luego?
-Nada, ya sabes que –Dijo Sadie.
La mujer no parecía encontrar una respuesta a ello.
-No sé qué decirte, eso nunca significó algo bueno para ti, mira, te doy mesa, y en cuando más gente se valla, platicamos. ¿Te llevo lo de siempre no? –Le dijo la mujer.
-Si por favor, gracias.
Y la mujer abrazó a Sadie, quien la hubiera seguido se hubiera dado cuenta de que era la primera vez que sonreía. Aún seria era bella, pero sonriendo, se podría decir que la belleza sonríe.
Había una ventana junto a la mesa donde estaba Sadie, su interior le regalaba una postal lastimera de gran parte del barrio, al fondo el mar lucia acompasado, aquella noche había luna, y junto con su sequito de estrellas, adornaban la pantalla celeste. La conocida de Sadie llegó luego con un tarro de cerveza oscura y cigarros.
-Ahora regreso, de todos modos hoy no se llena mucho –Le dijo.
-Gracias, no hay problema, aunque también podríamos vernos mañana y platicar, hoy no me quedaré muy tarde –Dijo Sadie mientras encendía un cigarro.
-Sería mejor así, mira nada más que cara traes, estás molida.
-Ya me acostumbré –Contestó Sadie mientras exhalaba el humo.
-No creo, pero ya regreso.
Sadie contemplaba por la ventana mientras fumaba y daba un trago a la cerveza. Se pasó una mano por el cabello y de sus cosas sacó algunas hojas de papel y sobres, destapó la pluma fuente y anotó.
“Mi vida, mi amor:
¡Mira que noche tan más hermosa, tan más esplendida!, como si Dios la hubiese dispuesto solo para nosotros dos, y paseáramos de la mano por la playa, como queriendo querernos, y; ¿por qué no dar rienda suelta a la imaginación?: amarnos en la arena con la luna y estrellas como únicos cómplices o testigos…
Pero no, hoy sé que no es así, y nunca lo sería, por ti, por mí, y nunca lo será. Estoy en el bar donde trabaja mi amiga, bebo cerveza y fumo (desde que te conozco lo hago sin parar), la ventana de donde estoy me ofrece esta magnífica fotografía de la playa y de repente se me vino a la mente esa linda idea. Sé que tal vez ya debería estar en casa descansando, en la tuya o en la mía, pero descansando.
Me conoces, sabes cómo me gusta la cerveza, y más si es oscura, tan solo fría y amarga. ¿Pero sabes?, esta amargura no se compara con la que he vivido estos últimos años, no son ni en lo mínimo similares; imagino ya estás descubriendo a que voy.
Trabajo de siete de la mañana a once de la noche todos los días excepto domingos (por suerte hoy es sábado) y esto hace que sienta mi vida como arrastrarse, no creo que esté bien. Tú lo sabes, muchas veces saliendo iba a verte, era lo que más esperaba con ansia después del trabajo, y te lo agradezco, a veces si fingías muy bien quererme. No importaba la situación, no importaba si estuviera lloviendo o ya fuera más tarde, siempre quería verte, tenerte junto a mí, abrazarte, acariciar tus lacios cabellos, pensé que tú apreciabas todos esos detalles. ¿Qué cosas no?, realmente siempre he sido muy ingenua, la mejor de las que hay, hice lo que pude porque te amo, bebé, cuanto te amo, querido, como te amo, niño, mi pequeño niño; pero mi amor, desde que te he estado queriendo siento que voy a perder la razón.
Todos me dicen que no significas nada bueno para mí, que eres una basura en mi vida, que te debo olvidar. Y lo he estado haciendo, he estado intentando de verdad, pero es difícil. ( ¡Dios, dime tu!, deja que te diga que realmente hice lo mejor que pude, lo mejor, lo mejor…aun estando trabajando de siete a once y sintiendo que me arrastro, ¡¿Dios?! ¡Esto no está bien!)
Ya no es bueno que te quiera tanto, mi vida, voy a perder la razón. No es justo, me resisto a amarte tanto, a extrañarte, estoy harta y me rindo. Últimamente he llorando, solo por ti, en la oscuridad de mi mente caen las lágrimas como lluvia, ¿no las escuchas caer?, tal vez no te importe demasiado, y te comprendo. Quizá te aburriste de mí, te aburrió que te quisiera tanto, que te tratara como la única cosa especial de mi vida, lo que tú necesitas es una maldita que te trate como animal, que te haga sufrir, que te seduzca con dolor aparte de sexo y ternura, y yo no puedo hacerte lo primero; lo único que quería era seguirte queriendo y que te dejaras querer, no te voy a obligar. Y te escribo porque quiero ser sincera y terminar ya con todo, y he de confesarte que te extrañaré mucho, que extrañaré tu piel blanca, tu manos crispadas y nudosas, que extrañaré las noches calurosas cuando me hacías el amor como si fuera la última vez que estuviéramos juntos (al día siguiente despertaba más enamorada), y hasta el mismo cansancio delicioso de la siguiente mañana por haber saciado la sed imperiosa de nuestros cuerpos. Que recordaré como nos conocimos, que recordaré nuestras primeras palabras, el sabido sabor sabio de tu saliva, las pláticas pretéritas, las fotografías de ti y tus ojos miel, el vello en tu abdomen que caprichoso descendía. Que no olvidaré como me sentía enamorada, que tu imagen me perseguía a todos lados y encontraba tu nombre escrito en todas partes: en los grafitis de las bardas, en las tiendas, en las marcas de productos, en canciones (por cierto, en este mismo instante están tocando un blues exquisito), y en cada corteza de mi ahora decrépito corazón. Mi amor, en verdad te quise tanto, no se porque complicaste de repente las cosas, a veces te desaparecías y sin más volvías, sin explicaciones, si nada que decir, que triste que yo te haya esperado pensando en la efigie de estar algún día siempre juntos. No hay más que hacer, no hay más que decir -el blues que digo ahora ha tomado una cariz dramático, si mis oídos no me engañan, la guitarra es muy buena, gime, llora, algo desgarrado y expresivo alardea desde de sus seis tensas cuerdas, hay un órgano que complementa perfecto; y bueno, la voz del vocalista es genial: aguda, dolorosa, nostálgica- (perdón, sabes que me gusta la música, si me quedara más tiempo iría con mi amiga a preguntar por el título de la canción). Qué triste estoy, como me gustaría que llegaras y me abrazaras, y todo cambiara de repente, qué fácil es soñar, pero no, esta noche no será así. Algo tiene que cambiar y estoy segura de ello. No sé, todo es un escollo, te odio y te amo, quiero llorar, quiero huir, estoy rota, siento dolor al pensar que me arrepiento de haberte conocido, quiero que me des un beso; creo que he llegado a una resolución, y me dan ganas de utilizar esas palabras (no sé si soy digna de ello, tu sabes que todos dudamos): “…aparta de mí este cáliz”. Punto final, te quiero.(nunca tuviste el valor para decirme que ya no me querías)”.
PD: hoy te fui a buscar, quería despedirme y hablar, que tal vez hiciéramos el amor, que tal vez terminamos en un final feliz inexistente o resignado: yo en la mañana despertándome para vestirme e irme sin que lo supieras; por ejemplo (ese es un clásico) y dejarte esta carta, pero estabas con alguien.
Sadie terminó la carta, la colocó en el sobre y lo cerró. En su bolso tocó un reluciente Magnum, era igual de hermoso que ella, y se cercioró de que hubiera una bala en una de las seis cámaras. Ahora solo faltaba decidir para quien sería aquella única munición.

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