domingo, 21 de febrero de 2010

NUMERO DIEZ: PREVENIR ESAS TRAGEDIAS

ººº....le dIxsieme....que cosas tan mas dificiles.....

NUMERO DIEZ: PREVENIR ESAS TRAGEDIAS
NUMBER TEN: TO PREVENT THESE TRAGEDIES
NUMERO DIX: je sais pas........jujuju ñ_ñ





que sera de nosotros??












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NUMERO DIEZ: PREVENIR ESAS TRAGEDIAS

La lluvia es persistente. Desde caserones antiguos de techumbres herrumbrosas, caen chorros de agua que en la acera forman riachuelos y ciénagas imprevistas. En un edificio hay una puerta negra abierta, el interior es profundo y lóbrego, escasamente iluminado, y no hay nadie cuidando esa entrada. En frente, Sadie se ha quedado en una tienda a causa del clima, entre la mujer que atiende y ella se erige un silencio que no es necesario romper; el repiqueteo incesante de las gotas llena la ausencia de palabras. No obstante, la mujer se decide a cambiar la cómoda afonía.
-¿Sabe algo? –Le dice a Sadie.
-Dígame.
-¿Ve el edificio de la puerta abierta?
-Sí, ¿que tiene? –Responde Sadie. En ese momento ven a una muchacha llegar a él, cautelosa inspecciona el interior, y algo indecisa, entre finalmente.
-Es una clínica de abortos.
-No lo sabía, ni lo hubiera pensado –Dice Sadie, queriendo descifrar el enigma en la espesa penumbra.
-Sí, luego vienen aquí a preguntar la dirección, ¿no tiene aspecto de serlo, verdad?
-No, se ve tan abandonado.
La lluvia sigue cayendo, pasan los autos salpicando las viejas paredes de las casas y en las banquetas la inmundicia se amontona.
-Deberíamos prevenir esas tragedias, pero no sé cómo –Añade la mujer luego de suspirar.
-¿Denunciando? ¿Tal vez permitiéndolo?; así no habrían tantas muertes por las condiciones ilegales e insalubres, ¿no cree?
-No lo sé; ¿y sabe otra cosa?...
-Le escucho.
-Yo aborté.
Sadie voltea a verla, toma segundos en responder.
-Me apena no saber que decirle.
-No diga nada. Fue horrible, desde que lo hice tengo una pesadilla recurrente: sueño que vuelvo a estar embarazada, y alguien me dice, tal vez Dios, que es una segunda oportunidad. Cuando me llega la hora de parir, expulso una extraña masa amarillenta; de nuevo ese alguien me dice que de esa materia tengo que moldear unos gemelos, y que me los podré quedar a condición de que estén en iguales proporciones, pero solo tengo toda la noche para hacerlo. Desesperada empiezo, trato de moldear bien los gemelos, pero sus cuerpos me queda siempre disparejos. Al amanecer, esa masa se pudre entre mis manos oliendo horriblemente y produciendo larvas, al tiempo que escucho llantos de niños sufriendo.
Sadie la mira fijamente.
-¿Y no ha buscado ayuda?
-Sí, hoy con usted es la primera vez desde hace veinte años. Y por cierto, yo conozco al dueño de esa clínica, cuando necesite…
-Gracias.
Una primera lágrima desciende por los demacrados surcos del rostro de la mujer; el agua corre uniforme por los escaparates de esa tienda.












1 comentario:

Helena Luna dijo...

Vaya... me has dejado sin saber muy bien qué decir, Sadie. Es tan desalentador, está tan colmado de desesperanza... Tiene un final magnífico, ese "conozco al dueño, para cuando necesite". La pescadilla que se muerde la cola. Desgraciadamente.
Un placer leerte, aunque sea para romperme el alma. A veces es muy necesario para mantener los pies sobre el asfalto.
Besazos azules entre la niebla de Madrid.
Lena