viernes, 31 de julio de 2009
MINICUENTO
ºyeah, minicuento! minicuento! minicuento!: por aquel chaval
Ya estaba en lo mas alto escuchando en su ipod "el condor pasa"; pero nunca paso ningun condor
Ya estaba en lo mas alto escuchando en su ipod "el condor pasa"; pero nunca paso ningun condor
martes, 28 de julio de 2009
ESTATUARIO SOLEADO: ¿un blogg desfasado?
Buenas noches.
Un informe extraoficial de emergencia se ha divulgado hoy por este su blogg ES. Los altos mandos y el estado mayo de ES se han reunido para discutir una situacion primordial: ES no esta teniendo ranking, no hay mas que cinco seguidores (y se les agradece de sobremanera)y ante todo lo que se busca es la mayor divulgacion posible, no es un plan pendejo como el de la FMF de ganar el mundial en el 2018. Se ha llegado a esta conclusion por la forma en que otros orbes del blogg aumenta con creces sus seguidores. Ahora convocamos a este concilio y, ¿que es lo que le gusta a la gente?
a)un blogg enfermo
b)polemicas
c)divulgacion sobre temas especificos
De continuar asi, ES se vera en bancarota. Dadas las circunstancias nos veremos forzados a hacer grandes reformas, no queremos pasar a ser parte de las grandes extinciones.
viernes, 24 de julio de 2009
DETHBED (version demo 1.0)
A estas horas, aqui, incipientes lectores de ES, presentamos Lecho de muerte, que a manera de demo, esperamos la idea escencial os agrade. Lo hacemos de este modo porque la version 2.0 se encuentra en un actual proceso de mejoria, la pulimos y reformamos con las mejores herramientas, asi como tambièn mejoramos su sabor con las sofisticadas tecnicas para complacer a los paladares mas exigentes. Bon apetit!
ºthey found me face-down in the street on the night you left to find another place to sleep in rain and regret -alk3
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ºthey found me face-down in the street on the night you left to find another place to sleep in rain and regret -alk3
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El luto no era costumbre, por el contrario, aún pendía de nervios frescos que seguían pulsando. Las campanas de una iglesia doblaban para la última celebración de la tarde, se escuchaban por toda la casa hasta morir en la oscuridad que crecía a través de las ventanas sucias de pesados y purpuras cortinajes.
En un enorme espejo de la sala Sadie se terminaba de arreglar. Un ligero paño negro cubría su cabeza. No tan largo, su vestido, aún acusaba las formas de la juventud. En su reflejo Sadie notaba el fluir de los años, y en aquel cause misterioso vio innumerables fotografías desembocar en ese instante.
-No debo llorar, se hace tarde –Pensó. Antes de salir miró unas fotografías, unas en blanco y negro, otras en sepia, sonrió para sí, estar ahí pensando en el pasado era extraño.
Salió de la casa y se detuvo un momento en frente de ella. Había un árbol seco cuyas tortuosas ramas parecían implorar algo al cielo. La fachada estaba sucia, la pintura poco a poco se resquebrajaba, habían grietas, sombras y polvo. Los arbustos del jardín estaban secos y amarillos, la tierra se levantaba de vez en cuando por el viento, hacía tanto que no abría los pesados y purpuras cortinajes, las ventanas habían perdido su transparencia. Recordó cuando apenas ella y él habían llegado a vivir ahí, el enrome jardín era fresco y en el árbol que daba flores llegaban los colibrís a alimentarse. Atravesó todo aquel jardín saliendo por la reja de oxidadas verjas y bisagras, tomó un balde de metal que estaba junto, colocó el candado y se fue.
Las aceras eran viejas, las calles por donde transitaban los autos eran de un adoquín antiguo y erosionado por el tiempo. Aún a lo largo de ciertos tramos habían niños jugando con pelota. Sadie pasaba cerca y sonreía al verles. El viento soplaba tenue y ella lo sentía en las plantas de sus pies gracias al calzado descubierto que llevaba. Fachadas centenarias y balcones contemplaban a Sadie pasando, hialina y suave, genuinamente ella a través de la tarde. Todavía se escuchaban las campanas de la iglesia para la última misa que seguramente estaría empezando. Sadie pasó cerca de aquella iglesia, había gente afuera vendiendo comida y artículos religiosos. Más allá de todo aquello llegó a su destino. Ya divisaba las extensas y blancas bardas de piedra del cementerio. No era un día muy concurrido para ir, pero a ella se le hacía cómodo, no habían muchas personas que pudieran importunarla. En la entrada vendían todo tipo de flores, y otras cosas. Sadie llegó a un puesto.
-Buenas tardes, dígame –Dijo la mujer que atendía.
-Estoy viendo, gracias –Contestó Sadie contemplando todo lo que ofrecían ahì.
-Sí, esas rojas, a él le gustaba el rojo y seguro que le encantarían –Pensó Sadie,- me da aquel ramo de allá- Añadió Sadie señalando unas flores que destacaban por su tono rojizo o carmín. Pagó, colocó el ramo en el balde que traía y se fue.
El cementerio era enorme, acaso el más grande en aquella ciudad. Era un gran terreno con algunas pequeñas lomas a cierta distancia. Muchas tumbas eran iguales en su mayoría, otras ofrecían espléndidas arquitecturas. El pasto estaba tan bien cortado de modo que al pisarlo se sentía una extraña suavidad. Sadie caminó algunos minutos más antes de ascender una pequeña colina, ya desde el pie de la misma se alcanzaba ver la única lápida junto a un árbol nudoso que no tenía hojas. Antes de subir, Sadie llenó el pequeño balde con agua en un grifo que estaba cerca, ahí un niño y una niña jugaban con el agua. Llegó a la cima de la colina y contempló la lapida con sus modestos floreros de mármol. Se arrodilló y comenzó a separar el ramo de flores en dos partes.
-Son tan rojas como sus labios, seguro le hubieran gustado mucho. Rojo era su color preferido, algunas veces me pedía que me vistiera de rojo –Se dijo mientras acomodaba las dos partes de flores en sus respectivos lugares. Terminado esto las regó con el agua que había traído, y con la misma que había sobrado, la vertió sobre la lapida; el líquido limpió la superficie quitando la tierra y las partículas, descubriendo las inscripciones, los años y los recuerdos. Sadie sabía de memoria el epitafio, pero repitió aquel nombre grabado en el mármol: Viktor, y pasó sus dedos por la superficie, queriendo sentirlo mejor.
-Viktor, Viktor…ya han pasado varios años –Pensó, y se sentó de tal manera que se apoyara en el tronco del árbol seco. El viento soplaba discretamente, agitaba las flores y revolvía los cabellos de Sadie. En el ambiente se oían las pláticas de algunas personas que estaban cerca, el mismo roce del viento con los árboles cercanos y la reflexión de alguien hacia una pequeña multitud en un entierro.
Con la mirada fija en la lapida revivía sus memorias, las eternas memorias que nos extravían en el presente, aquellas que todos sentimos y jamás permitimos dejarlas al relego. Súbitamente, Sadie notó que un pequeño insecto pasaba por su vista, muy cerca de su rostro, y notó como se posaba en uno de sus pliegues de su falda: era una catarina, muy roja y con sus naturales manchas negras.
-¡Una catarina! –Dijo, y se sonrojó ligeramente.
Puso su dedo y permitió que el diminuto insecto se subiera. Ella lo llevó lentamente hasta tenerlo muy cerca de su vista y estudiarlo. La catarina se movía desconcertada, abría por momentos su coraza permitiendo ver su aleteo.
-No te vayas –Le dijo Sadie.
Aquel pequeño organismo revivió recuerdos casi olvidados, le regaló un momento que no tenía planeado pensar en el día remitiéndola a unos instantes cuando Viktor aún estaba con ella.
…ambos yacían acostados en la sombra al pie de un árbol –Sadie notaba que eran todavía muy jóvenes- era una tarde de verano. Tibia, gentil, ideada para ellos dos. Sadie tenía reclinada su cabeza en el regazo de Viktor. El a veces la besaba, ella a veces se llevaba las manos de él para también besarlas, -Sadie suspiraba-, apenas movía los labios, y aún en la superficie de ellos sentía las manos de Viktor.
-Que feliz estoy –había dicho ella.
-Yo también, tan solo porque estoy contigo –respondió Viktor.
-Mentiroso
-¡Es verdad!
-Demuéstramelo
-¿Cómo quieres que te lo demuestre? –Dijo él.
-Nunca me dejes de querer, nunca te vayas
-¡Tonta!, yo jamás me apartaría de ti, nunca, nunca, mi amor
“jamás me apartaría de ti, nunca, nunca, mi amor” “ jamás me apartaría…….jamás…jamás” El eco de aquella frase resonó millones de veces en la cabeza de Sadie –No debo llorar –Pensó y, sin embargo, siguió recordando.
-¿Nunca, nunca? ¡Que bueno!, quiero estar contigo siempre. Solo tú y yo; ¿pero y que tal si un día me pasa algo y muero?
-Tonta, no digas, eso. ¡Aparte!, ¿de qué te podrías morir? –replicó él.
-De amarte tanto, de amarte tanto, ya es una enfermedad, mi vida
-Oye, entonces ya me contagiaste, y nunca, nunca quiero aliviarme
-Ni yo, mi amor, será grandioso, moriremos amándonos, y ni aún eso nos separará.
-Nos veremos en el cielo –Dijo Viktor.
-¿En el cielo?, el cielo ya debe ser aquí, contigo, nosotros dos juntos –Dijo Sadie, y ella lo tiró suavemente del rostro para besarlo, un beso rojo, vivo, lleno de luz.
En aquel momento, tal vez arrastrada por una corriente de viento, un catarina se había posado en blusa de Sadie, voló un poco y se posó finalmente en su escote, que era pronunciado.
-Una catarina –Dijo Viktor. Sadie también la miraba, se estaba moviendo, y había casi llegado al nacimiento de sus senos. Sadie rió.
-¿Te gusta esta catarina?
-Si
-¿Seguro? ¿solamente la catarina?, ¡mentiroso! –Dijo ella riendo
-No, solamente la catarina no… –Contestó él, y se besaron nuevamente. Suspiraron.
-Tienes razón, el cielo ya debe ser acá, contigo –Dijo Viktor mirando la catarina y aún más allá, en lo senos de Sadie, sus bellas geografías…
Junto a la lápida y aún contemplando la catarina en la punta de su dedo, Sadie regresaba al presente. Suspiró, deseaba que ese momento hubiera sido eterno, que pudiera regresar ella y seguir recostada en el pecho de él, que siguiera siendo aquella tarde. Quizá la catarina que ahora sostenía era la misma que se posó adornando su escote, bien podría ser aquel animalillo un vestigio del pasado, un remanente de las memorias extraviadas de ella.
La tarde declinaba, el sol iba alargando las sombras de todas las lápidas. Aún había algo de gente, el entierro que estaba cerca todavía no terminaba, y mucha gente en el estaba llorando.
-Hay gente a la que le cuesta más trabajo enterrar a sus muertos, no solo en la tierra, sino también en su recuerdo; aunque bueno, quizá en el recuerdo nunca los enterremos. A fin de cuentas, regresamos a la tierra todo lo que ella generosamente en vida nos dio, nos tocará nutrirla como ella nos alimentó, y, de alguna manera, nosotros alimentaremos a los que aún sigan con vida, o sigan después de nosotros. Es tan extraño hablar de esto ahora, ahora que estoy viva y sé que algún día todo habrá de terminar, ¿pero como habré de terminar?, no lo sé, quizá como terminó Viktor, simplemente moriré como han muerto muchos antes de mi, y no sé como sentiré el interludio entre la misma vida y lo que siga, que le llamamos muerte –Sadie terminó de decir al tiempo en que la catarina batió sus alas y despegó de su dedo,- adiós, querida, gracias por los recuerdos.
Ya había oscurecido cuando Sadie regresaba a casa. La noche era serena, fresca, y el amplio celaje estaba agujereado de estrellas. Las grietas, sombras y polvo seguían allí, al igual que el árbol de secas ramas cuyas sombras se reflejaban fantasmagóricamente en el suelo gracias a la pálida luna. Desde que Viktor había muerto Sadie no había vuelto a prender el farol de la entrada.
Sadie subió al segundo piso, corrió todas las cortinas de todas las habitaciones hasta llegar finalmente a la recamara principal. Era amplia, habían numerosos y lujosos muebles, en uno de ellos, junto a la cama, habían varios retratos de ella y Viktor. Sadie se asomó por la ventana y reparó en el cielo nocturno.
-Esta noche se parece tanto a la noche en que murió él. También habían muchas estrellas, y aquella vez en el árbol se posaron algunos cuervos.
Desde que murió Viktor, Sadie ya no dormía en el cuarto principal, desde entonces prefería una alcoba más pequeña, con una cama individual, y en esa misma alcoba había un librero con muchos libros de él. Antes de acostarse iba al dormitorio principal y permanecía algunos instantes. De un cajón sacó una vela y una caja de cerillos para encenderla, y la colocó junto a un retrato donde solo figuraba Viktor. Sentada en la cama Sadie contemplaba a la luz del fuego cada geometría del rostro de Viktor.
-En esta foto está casi igual cuando murió, que raro, hasta la noche de este día es muy parecida con la de aquel.
Contemplando las imprecisas formas que tomaba el fuego, Sadie se extravió en sus propios recovecos del pasado, y en el mismo dormitorio principal revivió aquella noche de muerte, aquellos últimos minutos con Viktor, aquel dialogo en el lecho de muerte.
…Él estaba recostado sobre algunas almohadas, tenía la mirada extraña y en sí sentía la aproximación del momento esperado. Tosía de vez en cuando, se tapaba la boca con un paño, cada vez que lo hacía, el paño se impregnaba de sangre.
-Mi niño, ¿es que no te cuidé bien? –Dijo Sadie que estaba a su lado y le acariciaba el cabello y rostro.
-Claro que me cuidaste bien, tanto amor nos está matando, eso es lo que pasa.
-Querido, no digas eso que me haces sufrir, yo soy la que debería estar en tu lugar, no me gusta verte sufrir.
-¡Oh, no! De ninguna manera, tu no lo soportarías, Sadie, es mejor que sea así
-No es mejor, porque tengo miedo de que te vayas –Sadie contenía las lágrimas,-¿Qué haré sin ti?
-Seguir, mi querida Sadie, continuar, la vida para ti no se acaba.
-¡Si te fueras, la vida se acabaría inmediatamente para mí, corazón! Y nos iríamos a reunir en otro lugar.
Viktor tosió, tuvo que cambiar el paño.
-¿Reunirnos en otro lugar? ¿Puede haber otro lugar mejor que aquí contigo? En esta vida me has hecho sentir muy bien.
-¿Cómo en el cielo?
-Si, Sadie, como en el cielo, ahora no se a donde parto, mi amor.
-Querido, debes ser un ángel, y ahora dios me lo está pidiendo de vuelta, y yo quiero seguir teniéndolo más tiempo.
-No, Sadie, tú debes ser algo mejor que un ángel, algo mejor… aquí en la tierra, sin corromperte, siento tan buena, siendo mía, que afortunado fui, no sé, ¿quien te permitió que bajaras del cielo, amor? A donde vaya, ve por mí, ¿lo prometes?, como las valkirias, y estaremos en un lugar mejor –Dijo Viktor, y Sadie asió su mano con aferro.
-Te prometo todo lo que quieras, Viktor, todo lo que quieras, te seguiré a donde sea necesario.
Y Sadie besó a Viktor con arrojo, con lágrimas, con una extraña pasión que nunca antes había sentido. Viktor, que momentos antes se sentía desfallecer, pareció adquirir un nuevo halo de vida.
-Viktor, mi querido Viktor, tus rojos besos saben a muerte.
-Sadie, amor; y los tuyos rebosan vida –E inclinando la cabeza, Viktor expiró…
En un enorme espejo de la sala Sadie se terminaba de arreglar. Un ligero paño negro cubría su cabeza. No tan largo, su vestido, aún acusaba las formas de la juventud. En su reflejo Sadie notaba el fluir de los años, y en aquel cause misterioso vio innumerables fotografías desembocar en ese instante.
-No debo llorar, se hace tarde –Pensó. Antes de salir miró unas fotografías, unas en blanco y negro, otras en sepia, sonrió para sí, estar ahí pensando en el pasado era extraño.
Salió de la casa y se detuvo un momento en frente de ella. Había un árbol seco cuyas tortuosas ramas parecían implorar algo al cielo. La fachada estaba sucia, la pintura poco a poco se resquebrajaba, habían grietas, sombras y polvo. Los arbustos del jardín estaban secos y amarillos, la tierra se levantaba de vez en cuando por el viento, hacía tanto que no abría los pesados y purpuras cortinajes, las ventanas habían perdido su transparencia. Recordó cuando apenas ella y él habían llegado a vivir ahí, el enrome jardín era fresco y en el árbol que daba flores llegaban los colibrís a alimentarse. Atravesó todo aquel jardín saliendo por la reja de oxidadas verjas y bisagras, tomó un balde de metal que estaba junto, colocó el candado y se fue.
Las aceras eran viejas, las calles por donde transitaban los autos eran de un adoquín antiguo y erosionado por el tiempo. Aún a lo largo de ciertos tramos habían niños jugando con pelota. Sadie pasaba cerca y sonreía al verles. El viento soplaba tenue y ella lo sentía en las plantas de sus pies gracias al calzado descubierto que llevaba. Fachadas centenarias y balcones contemplaban a Sadie pasando, hialina y suave, genuinamente ella a través de la tarde. Todavía se escuchaban las campanas de la iglesia para la última misa que seguramente estaría empezando. Sadie pasó cerca de aquella iglesia, había gente afuera vendiendo comida y artículos religiosos. Más allá de todo aquello llegó a su destino. Ya divisaba las extensas y blancas bardas de piedra del cementerio. No era un día muy concurrido para ir, pero a ella se le hacía cómodo, no habían muchas personas que pudieran importunarla. En la entrada vendían todo tipo de flores, y otras cosas. Sadie llegó a un puesto.
-Buenas tardes, dígame –Dijo la mujer que atendía.
-Estoy viendo, gracias –Contestó Sadie contemplando todo lo que ofrecían ahì.
-Sí, esas rojas, a él le gustaba el rojo y seguro que le encantarían –Pensó Sadie,- me da aquel ramo de allá- Añadió Sadie señalando unas flores que destacaban por su tono rojizo o carmín. Pagó, colocó el ramo en el balde que traía y se fue.
El cementerio era enorme, acaso el más grande en aquella ciudad. Era un gran terreno con algunas pequeñas lomas a cierta distancia. Muchas tumbas eran iguales en su mayoría, otras ofrecían espléndidas arquitecturas. El pasto estaba tan bien cortado de modo que al pisarlo se sentía una extraña suavidad. Sadie caminó algunos minutos más antes de ascender una pequeña colina, ya desde el pie de la misma se alcanzaba ver la única lápida junto a un árbol nudoso que no tenía hojas. Antes de subir, Sadie llenó el pequeño balde con agua en un grifo que estaba cerca, ahí un niño y una niña jugaban con el agua. Llegó a la cima de la colina y contempló la lapida con sus modestos floreros de mármol. Se arrodilló y comenzó a separar el ramo de flores en dos partes.
-Son tan rojas como sus labios, seguro le hubieran gustado mucho. Rojo era su color preferido, algunas veces me pedía que me vistiera de rojo –Se dijo mientras acomodaba las dos partes de flores en sus respectivos lugares. Terminado esto las regó con el agua que había traído, y con la misma que había sobrado, la vertió sobre la lapida; el líquido limpió la superficie quitando la tierra y las partículas, descubriendo las inscripciones, los años y los recuerdos. Sadie sabía de memoria el epitafio, pero repitió aquel nombre grabado en el mármol: Viktor, y pasó sus dedos por la superficie, queriendo sentirlo mejor.
-Viktor, Viktor…ya han pasado varios años –Pensó, y se sentó de tal manera que se apoyara en el tronco del árbol seco. El viento soplaba discretamente, agitaba las flores y revolvía los cabellos de Sadie. En el ambiente se oían las pláticas de algunas personas que estaban cerca, el mismo roce del viento con los árboles cercanos y la reflexión de alguien hacia una pequeña multitud en un entierro.
Con la mirada fija en la lapida revivía sus memorias, las eternas memorias que nos extravían en el presente, aquellas que todos sentimos y jamás permitimos dejarlas al relego. Súbitamente, Sadie notó que un pequeño insecto pasaba por su vista, muy cerca de su rostro, y notó como se posaba en uno de sus pliegues de su falda: era una catarina, muy roja y con sus naturales manchas negras.
-¡Una catarina! –Dijo, y se sonrojó ligeramente.
Puso su dedo y permitió que el diminuto insecto se subiera. Ella lo llevó lentamente hasta tenerlo muy cerca de su vista y estudiarlo. La catarina se movía desconcertada, abría por momentos su coraza permitiendo ver su aleteo.
-No te vayas –Le dijo Sadie.
Aquel pequeño organismo revivió recuerdos casi olvidados, le regaló un momento que no tenía planeado pensar en el día remitiéndola a unos instantes cuando Viktor aún estaba con ella.
…ambos yacían acostados en la sombra al pie de un árbol –Sadie notaba que eran todavía muy jóvenes- era una tarde de verano. Tibia, gentil, ideada para ellos dos. Sadie tenía reclinada su cabeza en el regazo de Viktor. El a veces la besaba, ella a veces se llevaba las manos de él para también besarlas, -Sadie suspiraba-, apenas movía los labios, y aún en la superficie de ellos sentía las manos de Viktor.
-Que feliz estoy –había dicho ella.
-Yo también, tan solo porque estoy contigo –respondió Viktor.
-Mentiroso
-¡Es verdad!
-Demuéstramelo
-¿Cómo quieres que te lo demuestre? –Dijo él.
-Nunca me dejes de querer, nunca te vayas
-¡Tonta!, yo jamás me apartaría de ti, nunca, nunca, mi amor
“jamás me apartaría de ti, nunca, nunca, mi amor” “ jamás me apartaría…….jamás…jamás” El eco de aquella frase resonó millones de veces en la cabeza de Sadie –No debo llorar –Pensó y, sin embargo, siguió recordando.
-¿Nunca, nunca? ¡Que bueno!, quiero estar contigo siempre. Solo tú y yo; ¿pero y que tal si un día me pasa algo y muero?
-Tonta, no digas, eso. ¡Aparte!, ¿de qué te podrías morir? –replicó él.
-De amarte tanto, de amarte tanto, ya es una enfermedad, mi vida
-Oye, entonces ya me contagiaste, y nunca, nunca quiero aliviarme
-Ni yo, mi amor, será grandioso, moriremos amándonos, y ni aún eso nos separará.
-Nos veremos en el cielo –Dijo Viktor.
-¿En el cielo?, el cielo ya debe ser aquí, contigo, nosotros dos juntos –Dijo Sadie, y ella lo tiró suavemente del rostro para besarlo, un beso rojo, vivo, lleno de luz.
En aquel momento, tal vez arrastrada por una corriente de viento, un catarina se había posado en blusa de Sadie, voló un poco y se posó finalmente en su escote, que era pronunciado.
-Una catarina –Dijo Viktor. Sadie también la miraba, se estaba moviendo, y había casi llegado al nacimiento de sus senos. Sadie rió.
-¿Te gusta esta catarina?
-Si
-¿Seguro? ¿solamente la catarina?, ¡mentiroso! –Dijo ella riendo
-No, solamente la catarina no… –Contestó él, y se besaron nuevamente. Suspiraron.
-Tienes razón, el cielo ya debe ser acá, contigo –Dijo Viktor mirando la catarina y aún más allá, en lo senos de Sadie, sus bellas geografías…
Junto a la lápida y aún contemplando la catarina en la punta de su dedo, Sadie regresaba al presente. Suspiró, deseaba que ese momento hubiera sido eterno, que pudiera regresar ella y seguir recostada en el pecho de él, que siguiera siendo aquella tarde. Quizá la catarina que ahora sostenía era la misma que se posó adornando su escote, bien podría ser aquel animalillo un vestigio del pasado, un remanente de las memorias extraviadas de ella.
La tarde declinaba, el sol iba alargando las sombras de todas las lápidas. Aún había algo de gente, el entierro que estaba cerca todavía no terminaba, y mucha gente en el estaba llorando.
-Hay gente a la que le cuesta más trabajo enterrar a sus muertos, no solo en la tierra, sino también en su recuerdo; aunque bueno, quizá en el recuerdo nunca los enterremos. A fin de cuentas, regresamos a la tierra todo lo que ella generosamente en vida nos dio, nos tocará nutrirla como ella nos alimentó, y, de alguna manera, nosotros alimentaremos a los que aún sigan con vida, o sigan después de nosotros. Es tan extraño hablar de esto ahora, ahora que estoy viva y sé que algún día todo habrá de terminar, ¿pero como habré de terminar?, no lo sé, quizá como terminó Viktor, simplemente moriré como han muerto muchos antes de mi, y no sé como sentiré el interludio entre la misma vida y lo que siga, que le llamamos muerte –Sadie terminó de decir al tiempo en que la catarina batió sus alas y despegó de su dedo,- adiós, querida, gracias por los recuerdos.
Ya había oscurecido cuando Sadie regresaba a casa. La noche era serena, fresca, y el amplio celaje estaba agujereado de estrellas. Las grietas, sombras y polvo seguían allí, al igual que el árbol de secas ramas cuyas sombras se reflejaban fantasmagóricamente en el suelo gracias a la pálida luna. Desde que Viktor había muerto Sadie no había vuelto a prender el farol de la entrada.
Sadie subió al segundo piso, corrió todas las cortinas de todas las habitaciones hasta llegar finalmente a la recamara principal. Era amplia, habían numerosos y lujosos muebles, en uno de ellos, junto a la cama, habían varios retratos de ella y Viktor. Sadie se asomó por la ventana y reparó en el cielo nocturno.
-Esta noche se parece tanto a la noche en que murió él. También habían muchas estrellas, y aquella vez en el árbol se posaron algunos cuervos.
Desde que murió Viktor, Sadie ya no dormía en el cuarto principal, desde entonces prefería una alcoba más pequeña, con una cama individual, y en esa misma alcoba había un librero con muchos libros de él. Antes de acostarse iba al dormitorio principal y permanecía algunos instantes. De un cajón sacó una vela y una caja de cerillos para encenderla, y la colocó junto a un retrato donde solo figuraba Viktor. Sentada en la cama Sadie contemplaba a la luz del fuego cada geometría del rostro de Viktor.
-En esta foto está casi igual cuando murió, que raro, hasta la noche de este día es muy parecida con la de aquel.
Contemplando las imprecisas formas que tomaba el fuego, Sadie se extravió en sus propios recovecos del pasado, y en el mismo dormitorio principal revivió aquella noche de muerte, aquellos últimos minutos con Viktor, aquel dialogo en el lecho de muerte.
…Él estaba recostado sobre algunas almohadas, tenía la mirada extraña y en sí sentía la aproximación del momento esperado. Tosía de vez en cuando, se tapaba la boca con un paño, cada vez que lo hacía, el paño se impregnaba de sangre.
-Mi niño, ¿es que no te cuidé bien? –Dijo Sadie que estaba a su lado y le acariciaba el cabello y rostro.
-Claro que me cuidaste bien, tanto amor nos está matando, eso es lo que pasa.
-Querido, no digas eso que me haces sufrir, yo soy la que debería estar en tu lugar, no me gusta verte sufrir.
-¡Oh, no! De ninguna manera, tu no lo soportarías, Sadie, es mejor que sea así
-No es mejor, porque tengo miedo de que te vayas –Sadie contenía las lágrimas,-¿Qué haré sin ti?
-Seguir, mi querida Sadie, continuar, la vida para ti no se acaba.
-¡Si te fueras, la vida se acabaría inmediatamente para mí, corazón! Y nos iríamos a reunir en otro lugar.
Viktor tosió, tuvo que cambiar el paño.
-¿Reunirnos en otro lugar? ¿Puede haber otro lugar mejor que aquí contigo? En esta vida me has hecho sentir muy bien.
-¿Cómo en el cielo?
-Si, Sadie, como en el cielo, ahora no se a donde parto, mi amor.
-Querido, debes ser un ángel, y ahora dios me lo está pidiendo de vuelta, y yo quiero seguir teniéndolo más tiempo.
-No, Sadie, tú debes ser algo mejor que un ángel, algo mejor… aquí en la tierra, sin corromperte, siento tan buena, siendo mía, que afortunado fui, no sé, ¿quien te permitió que bajaras del cielo, amor? A donde vaya, ve por mí, ¿lo prometes?, como las valkirias, y estaremos en un lugar mejor –Dijo Viktor, y Sadie asió su mano con aferro.
-Te prometo todo lo que quieras, Viktor, todo lo que quieras, te seguiré a donde sea necesario.
Y Sadie besó a Viktor con arrojo, con lágrimas, con una extraña pasión que nunca antes había sentido. Viktor, que momentos antes se sentía desfallecer, pareció adquirir un nuevo halo de vida.
-Viktor, mi querido Viktor, tus rojos besos saben a muerte.
-Sadie, amor; y los tuyos rebosan vida –E inclinando la cabeza, Viktor expiró…
sábado, 18 de julio de 2009
EL ULTIMO SUPER CUENTO INSPIRADO EN LA ULTIMA SUPER CANCION
DOS SUPERCUENTOS INSPIRADOS EN DOS SUPER CANCIONES : featuring la cura y el dirigible (just like heaven y since ive been loving you)
Y de los mismos creadores y productores:
Y de los mismos creadores y productores:
EL ULTIMO SUPERCUENTO INSPIRADO EN LA ULTIMA SUPER CANCION
En buena hora (o de lo contrario) se estrena hoy la ultima parte del ciclo/saga/serie super cuentos inspirados en super canciones, a no ser que algun otro proyecto ambiocioso proceda contrariamente. A decir verdad, no todas las continuaciones de pelis son buenas, la mayoria nos esperamos lo de siempre: la risa en vacaciones, yurasic park, mision imposible, etc. Asi que esta vez, quiza usted, sabio lector, pueda pensar que se trate de otra continuacion divagada, esperamos la opinion de su alteza.
Por cierto, definio el fibroblasto, este es un cuento rosa, y que muy al contrario de AL RITMO DE UN BUEN BLUES, se puede disfrutar con todos, con niños, niñas, amigos, amigas, los abuelos, los tios, las señoras de los circulos cristianos etc, asi como en todo momento: a la hora del msn, antes de dormir, al desayunar, en la iglesia, jugando con los chicos. Si a uste le gusto crepusculo, hombrecitos, mujercitas, corazon diario de un niño, le gusta hacer nimiedades para disfrutar con su concerniente pareja los aniversarios, y escribir cuentos rosas : ESTE CUENTO ES PARA USTED!
1era llamada, primera!
2da llamada, segunda!
3era llamada, comenzamos!
ºla publicacion de esto, se hizo bajo este titulo debido a que por cuestiones estrategicas, sociales y politicas, no se pudo divulgar por el mezenller bajo el el titulo original. Usted, lector, con seguridad lo deducira.
ºdamm your eyes -virgina woolf
ºdesde hoy no temas nada, no hace falta ya, todo se fue con el huracan; nada queda de las vueltas que el tiempo nos dio, todo se fue con el huraca:::: Cierta vez, en una etilica reunion un compa conto la anecdota que en otra etilica reunion un tipo puso en la rocolo como tres series de tres canciones la misma canciòn. Por aquel amigo que contò.
ººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººº
En esta gris tarde no ha dejado de nevar, sombríos árboles sin hojas y dispersas rocas negras son lo único distinguible en la inabarcable blancura. Desde la ventana veo la nieve descender, aquí en este cuarto sin chimenea acaece mi muerte en el frío, adolezco esta extraña agonía de no tener más a Angélica. La nieve es como la nostalgia, cae lento y sin prisa, ha cubierto todos estos parajes: el campo al rededor, este hogar y cada sendero de mi conciencia. Ahora que escribo esto, sobre la mesa contemplo mis fotografías de Angélica; las he mirado tanto que casi creo que estoy ahí de nuevo, siento que siento que son lo único que puedo sentir. Alguna vez caí dormido con estas fotografías muy pegadas al rostro, extrañamente, el frío formó escarcha sobre ellas gracias a mi exangüe aliento.
Me sumerjo una a una, las contemplo hasta perderme sin darme cuenta; entonces, regreso a aquella memoria, a aquel instante mágico que capturó a Angélica entre cuatro vértices. Aquí tengo una donde ella aparece completamente mojada y de pie junto a un árbol. Caminábamos juntos una tarde de verano cuando el clima empeoró. Recuerdo a Angélica estando quieta en la lluvia, yo corría hacia su corazón y ella para estar más cerca, besándonos con el cielo cayendo sobre nosotros. Lluvia diáfana sobre sus labios: probé el cielo, las nubes, a dios y me inundó la fertilidad de las mieses doradas y campos maduros, gusté de océanos lejanos, afluentes subterráneos y dóciles riachuelos, Angélica me acercó a todo esto tan solo en sus labios y se formaban cascadas imprevistas en su cuerpo.
-¿Por qué me quieres? –Me preguntó.
-No sé bien, para eso no tengo motivos tan específicos –Dije.
-¿Y me quieres aunque nos estemos mojando, aunque mañana nos enfermemos y aunque hubiera una tormenta?
-Te quiero bajo cada circunstancia y clima, es incondicional
-Yo también te quiero bajo cada circunstancia y clima, aunque cayera una tormenta o estuviéramos en el desierto, o aunque nos perdiéramos para siempre en el mar: naufragaríamos queriéndonos, y en el lecho marino descansaríamos juntos la eternidad –Dijo ella al tiempo que echaba sus brazos a mi cuello. Qué bien me quería. Seguía lloviendo.
Estas fotografías son sempiternas, son claras, trasladan mi mente a los pasajes que ya no encuentro con facilidad en los anaqueles de la memoria, y aunque traen algo de triste, también son como una bella luz extinta para recordar. Tengo otra donde ella va llegando a casa, ya había anochecido, y su sonrisa ilumina la entrada. Yo observaba su llegada distancia atrás, recuerdo a Angélica caminando suave a través de la noche, sus huellas en la tierra eran como la estela de un cometa, ella emitía cierto fulgor que jamás podré describir en cada movimiento, en cada palabra, gesto y exhalación, quizá aquella noche las estrellas la vinieran siguiendo, algunas luciérnagas volaban a su alrededor como si fueran diminutos satélites refulgentes. Angélica era más fina, radiante y blanca que esta nieve. Quizá ella era eso, tan solo nieve que pronto se fundiría, tan solo un estrella fugaz de paso en mi orbita, una sombra palideciendo hasta desaparecer o un eco propagado para morir en el silencio.
Y nos quedamos tendidos en frente de casa, contemplando el vasto universo, unidos a todo lo que había a nuestro alrededor, con los grillos cantando, las estrellas tiritando y el sedeño relente circundándonos en nuestro tálamo de hierba fresca. Contemplábamos el infinito, ella con su cabeza en mi pecho, yo, agradeciendo aquel instante efímero.
-¿Me extrañaste mucho antes de venir? –Me había preguntado ella.
-Si, mucho –Le dije yo.
-¿Qué tanto?
-Lo mismo que te quiero
-¡Entonces debiste estar muriendo!, ¿verdad?; porque me quieres mucho –Dijo ella besando una de mis manos.
-Algo así, no verte es como morir, verte, no es revivir, sino sentirme más vivo. ¿Y tú me extrañaste? –Dije yo.
-Sí, mucho, todo el camino hacia aquí. Pero en parte no me sentía tan desconsolada, porque venía caminando el mismo camino que tu caminas, porque venía oliendo el perfume de los árboles y la tarde, que es tu loción, por que observaba el mismo cielo que tu también observas; y sé que en todas esas cosas hay algo de ti, así como hay en ti algo de todas esas cosas –Dijo Angélica. Y el viento sopló, nos acarició y contó nuestra historia en todas partes de este lugar. Sus lacios cabellos se confundían con la hierba, y mi respiración se confundió con la de ella en un solo ritmo acompasado, como el del rozar del aire entre las hojas de los árboles.
-¿Entonces cuando estamos separados, también puede que estemos algo juntos? –Repliqué yo.
-Sí, posiblemente, creo que nunca estaremos separados, aunque nos distanciemos físicamente seguiremos unidos en el recuerdo, y los recuerdos, el pasado; son de las pocas cosas que en nuestra vida para siempre perduran –Me dijo ella,- aunque a veces lo quisiéramos ignorar.
-¿Pero jamás te irás sin mí, o si? Ella suspiró, ni aun yo que había formulado esa pregunta sabía bien la respuesta. Se arrellanó un poco más en mí.
-No lo sé, yo no querría, es tan fácil fraguar planes y en realidad nunca se sabe que pasará. Ahora disfruto quererte –Respondió Angélica.
-Tienes razón, yo no planeaba quererte tanto, y ahora lo estoy haciendo. No sé que haré el día en que tenga que dejar de hacerlo, o cuando ya no nos podamos ver.
-Quizá las cosas pasan cuando menos las pensamos, cuando menos lo pensábamos, comenzamos esto, y; algún día, también sin que lo pensemos, será el final –Y Angélica sintió miedo, no me lo dijo, pero lo percibí en ella al notar un leve estremecimiento en su ser. La estreché más, porque supe que en lo profundo de mí también tenía miedo de lo mismo, el final, en cualquiera de sus variantes e inevitables estaciones; el final con ella, el final de todo lo que quisiéramos que continuara, en fin, el final de la propia vida. Y así acabamos ese momento, sintiendo nuestra vulnerabilidad en un azar, en un lugar, en una nada dentro de la que no hay algo seguro; pero nos sentimos plenos, aunque sea en aquellos cortos instantes, asidos a nosotros mismos y nuestras esperanzas. Como no amar y recordar aquella noche, no me importó más que tener su fragilidad entre mis brazos, después que pasara cualquier cosa, puesto que ya habíamos vivido ese momento.
Aunque el tiempo respeta siempre su curso, son las cosas que ocurren en nuestra vida las que hacen que transcurra apresurado o lento, para mí este lapso de tiempo sin Angélica se ha hecho extraño. Algunas veces los días y las horas se suceden con lentitud, con desconsuelo, reptando lento entre las paredes de mi casa, y me invaden con melancólicas memorias y pensamientos, otras tantas, sin embargo; las manecillas y el almanaque van rápido, a razón de que llego a pensar que la partida de Angélica apenas sucedió ayer, y cuesta tanto trabajo asimilar que eso ya ocurrió, me siento suspendido entre las pasadas memorias y el presente, entonces es cuando las fotografías me permiten concebir todo objetivamente, cuando mis fotografías me muestran las fechas, y horrorizado veo cuanto ha pasado, pero de inmediato me resigno, porque entiendo que no hay nada que hacer. Hay alguna donde ella yace tendida en un diván, con su desnudez cubierta tan solo por una sabana. Había despertado luego de que yo la tomara.
-Tonto –Me dijo al darse cuenta de que había hecho, azorándose un poco y riendo.
-Hasta dormida te encuentras encantadora –Respondí yo
-Deberías estar cuidando que nada interrumpiera mi descanso, cuidándome el sueño –Me dijo Angélica trayéndome hacia ella,
-¿Y qué soñabas?
-Soñaba, soñaba contigo, que me retratabas desnuda, que nos quedábamos largo tiempo mirándonos, tan solo mirándonos, sin decir alguna palabra mientras nos acercábamos.
Reí y la abracé. Era tan cálida a pesar de estar descubierta.
-¿Y luego? –Dije.
-¡Oh! Quizá era la mejor parte, ¡pero no lo sé, me despertaste! Aunque, ¿sabes una cosa?
-¿Qué cosa?
-Ahora ya no puedo distinguir el sueño de la realidad, ¡quien me asegura que ahora mismo no estoy soñando!, ¡y que lo que estaba soñando era la realidad! Estar contigo es como un sueño –Dijo Angélica
-Y ojalá nunca despertemos –Respondí yo
-Si, ojalá, aunque puede ser que si despertamos, riamos mucho, yo te platicaré mi sueño, al igual que tú, y veremos cuanta coincidencia. ¡Y así tantas veces hasta ya no diferenciemos entre la locura y la razón, entre el sueño y la realidad!
-Lo que sea, pero estando juntos, cualquier cosa acepto.
-¿Cualquier cosa aceptas? Entonces deberíamos concluir lo que estaba soñando, –Dijo Angélica-, ¡un sueño hecho realidad!...
Y nos dijimos y prometimos tantas cosas. Poesía, humo, licores y sueños. Embriaguez, regocijo, tibieza y azar. Secuencias, trama, luz y diálogos imprevistos. Simetría, asimetría, espejos y espacio. Preludio, coda, ritmos y final. Palabras breves, líneas ocultas, y epilogo; pasado, presente, futuro y otra vez pasado para siempre…
Sin control y dirección fluyen todas estas cosas en el presente, y cuando acabo de pensar en ellas, tratando de mantenerlas vigentes, vuelven a donde deben de estar: el pasado, lo único cierto, quizá lo único que queda y podemos tener para siempre.
Con más que los ojos estudio cada imagen, cada color, en mis fotografías puedo oír la voz de Angélica. Aunque el papel sea frío y sin relieves, aún siento el sutil tacto de su piel, cada forma en su geografía y acaso la humedad tibia de su respiración cercana, hasta percibir el ultimo sabor y nimiedad en ella. Mantengo entre mis dedos otra toma, donde figura en medio de un sendero otoñal, con el atardecer al fondo muriendo y reflejándose en su piel. Había hojas esparcidas por doquier, doradas, crujientes, que entonaban una alegre melodía al recibir los pies desnudos de Angélica, y cuando el viento soplaba, algunas de ellas volaban asimétricamente, y acaso quedaban prendidas a su cabello, a sus ropas, y Angélica reía, entonces el otoño se quedaba suspendido en su anatomía, como también lo hicieron la primavera y el verano.
-Que bien te queda el otoño –Dije. Ella rió y me aventaba las hojas que tenía en el cabello.
-¿De verdad? ¿En qué estación me prefieres?
-En todas, cada una te hace tan distinta.
-¿En serio? Explícame por favor
-En primavera hay deshielo, tú te quitas tus engorrosas ropas, y estás mínima, pura, aún más real, como cuando de la tierra se derrite la nieve, entonces vemos los verdaderos relieves. En verano las lluvias rejuvenecen los campos, crecen los afluentes y la tierra se reblandece fértil para las primeras siembras, tus caricias me labran la piel, siento que de ti me inundo cuando me besas –Dije, y Angélica echó en mis labios una de esas semillas.
-¿Aja?, ¿y cómo son mis besos de verano?
-Algunos son como brisa, los siento tiernos y frágiles, otros son como cualquier lluvia, moderados; pero cuando hay tormenta te siento tan presente, tan tú, como si llevaran mucho tiempo sin llover, y el cielo se desplomara entero sobre mí, entonces te vuelves cascadas, luego ríos y deltas, hasta ser un océano en el que me ahogo de ti.
Angélica me besó espontáneamente.
-¡Que llueva todos los días!; ¿pero, y en otoño?
-En otoño las hojas caen, los árboles se desnudan lentamente y la hojarasca yace en el suelo como si fuera ropa. Así tú te desvistes, eres como las ramas más delgadas de un roble o un ciprés, y en el piso de nuestro cuarto se quedan los vestigios sin forma de lo que te cubría; luego tu otoño me contagia y ambos admiramos y amamos las vetas de nuestra madera.
Angélica suspiró, y en sus ojos vi el resumen de cada momento de aquellas estaciones. Ese fue el último otoño en que estuvimos juntos, todo lo nuestro se empezó a deshojar, a resquebrajar, volaba en un maldito desorden hasta hacerse nebuloso, el invierno estaba próximo, ya venían las frías cimitarras del tiempo y los atardeceres sombríos.
Una última fotografía nos muestra en la sala de la casa. Ella casi recostada y abrazada a mí. No se observan nuestros rostros, yo lloraba y me secaba las lágrimas en su cabello, ella se abandonaba en mis brazos, llorábamos por la muerte de nuestros corazones y la consecuente imposibilidad de estar juntos. La noche casi se cernía absoluta, una tenue luz azul inundaba la pieza. Llorando y estática, Angélica parecía de piedra blanca, de marfil, porcelana o arcilla, tan delicada, tan fracturada, tan perdida en la oscuridad. Recuerdo como solía ser, como un ángel entre sueños imprecisos, como una sílfide o náyade que apenas se entrevé para desaparecer en el bosque, al margen de un río, o diluirse en el aire.
-Me voy –Dijo ella entre sollozos.
Silencio.
-Dime algo.
(No puedo decir nada) Pensé.
-Dime algo, tu silencio me mata más, bésame.
Y mis labios estaban fríos, salados por nuestras lágrimas.
-No te detengas –Me dijo cuando quise decir algo.
-¿Y ahora? –Le dije.
-Nada –Respondió,- me tengo que ir, ya no digas nada, solo ámame.
¿Qué es, al fin y al cabo, una noche? Podría definir todas las de mi vida menos aquella, el marco ideal para preguntarse, para pensar, despedirse, llorar o morir, pero esa noche, fue la noche para descubrir el dolor en su connotación voluntaria, la claridad en litigio con las sombras.
-…deslízate –Fue lo último que Angélica me dijo cuando moríamos uno del otro y uno en el otro.
Desde su partida, la casa ha quedado abandonada, desierta, como si algo elemental le faltase. Cual antiguo galeote encallado, la arena, el tiempo, los resabios, la han ido cubriendo. En los pesados cortinajes se esconde las palomillas, en algunos muebles ya hay polillas, las páginas de los libros se están volviendo amarillas, las goteras aumentan, los ángulos de los cuartos repiten Angélica, atrapados en las telarañas, sus besos se han ido cubriendo de polvo y sustancias. El techo se agrieta, las vajillas se enmohecen. Las enredaderas se insinúan en las tejas y paredes, la loza se ennegrece. Las ratas buscan rutas, orinan en las cenefas y roen todo lo que encuentran: mis memorias, otras fotografías y los cables. Detrás de los muebles hay crisálidas de las que nacen grandes mariposas negras y peludas, yo, también todos los días salgo de una crisálida nueva, un poco más curado que el día anterior de la ausencia de Angélica.
Si tan solo tuviera las palabras adecuadas para haberla retenido, ella era todo lo que yo quería, no había nada que necesitara más, tan solo ella, genuina, sin ningún atavío especial, siempre la sentí tan dentro de mí, empero; ¿de que sirven estas palabras si aún duele?, hay que asumir y aceptar el dolor, si no, duele más y mientras duela, dolerá, y aún duele al contemplar las fotografías de Angélica, ¿pero si no soy yo quien lo viva, quien?, ¿si no es ahora, en donde?, ¿si no es de esta manera, entonces como?, tal vez sea necesario para crecer, para hacerse más fuerte, para sentirse extrañamente vivo y saberse frágil, como prueba de se siente, que se tienen sentimientos y la capacidad de ofrecerlos, que aún se está aquí.
Me sumerjo una a una, las contemplo hasta perderme sin darme cuenta; entonces, regreso a aquella memoria, a aquel instante mágico que capturó a Angélica entre cuatro vértices. Aquí tengo una donde ella aparece completamente mojada y de pie junto a un árbol. Caminábamos juntos una tarde de verano cuando el clima empeoró. Recuerdo a Angélica estando quieta en la lluvia, yo corría hacia su corazón y ella para estar más cerca, besándonos con el cielo cayendo sobre nosotros. Lluvia diáfana sobre sus labios: probé el cielo, las nubes, a dios y me inundó la fertilidad de las mieses doradas y campos maduros, gusté de océanos lejanos, afluentes subterráneos y dóciles riachuelos, Angélica me acercó a todo esto tan solo en sus labios y se formaban cascadas imprevistas en su cuerpo.
-¿Por qué me quieres? –Me preguntó.
-No sé bien, para eso no tengo motivos tan específicos –Dije.
-¿Y me quieres aunque nos estemos mojando, aunque mañana nos enfermemos y aunque hubiera una tormenta?
-Te quiero bajo cada circunstancia y clima, es incondicional
-Yo también te quiero bajo cada circunstancia y clima, aunque cayera una tormenta o estuviéramos en el desierto, o aunque nos perdiéramos para siempre en el mar: naufragaríamos queriéndonos, y en el lecho marino descansaríamos juntos la eternidad –Dijo ella al tiempo que echaba sus brazos a mi cuello. Qué bien me quería. Seguía lloviendo.
Estas fotografías son sempiternas, son claras, trasladan mi mente a los pasajes que ya no encuentro con facilidad en los anaqueles de la memoria, y aunque traen algo de triste, también son como una bella luz extinta para recordar. Tengo otra donde ella va llegando a casa, ya había anochecido, y su sonrisa ilumina la entrada. Yo observaba su llegada distancia atrás, recuerdo a Angélica caminando suave a través de la noche, sus huellas en la tierra eran como la estela de un cometa, ella emitía cierto fulgor que jamás podré describir en cada movimiento, en cada palabra, gesto y exhalación, quizá aquella noche las estrellas la vinieran siguiendo, algunas luciérnagas volaban a su alrededor como si fueran diminutos satélites refulgentes. Angélica era más fina, radiante y blanca que esta nieve. Quizá ella era eso, tan solo nieve que pronto se fundiría, tan solo un estrella fugaz de paso en mi orbita, una sombra palideciendo hasta desaparecer o un eco propagado para morir en el silencio.
Y nos quedamos tendidos en frente de casa, contemplando el vasto universo, unidos a todo lo que había a nuestro alrededor, con los grillos cantando, las estrellas tiritando y el sedeño relente circundándonos en nuestro tálamo de hierba fresca. Contemplábamos el infinito, ella con su cabeza en mi pecho, yo, agradeciendo aquel instante efímero.
-¿Me extrañaste mucho antes de venir? –Me había preguntado ella.
-Si, mucho –Le dije yo.
-¿Qué tanto?
-Lo mismo que te quiero
-¡Entonces debiste estar muriendo!, ¿verdad?; porque me quieres mucho –Dijo ella besando una de mis manos.
-Algo así, no verte es como morir, verte, no es revivir, sino sentirme más vivo. ¿Y tú me extrañaste? –Dije yo.
-Sí, mucho, todo el camino hacia aquí. Pero en parte no me sentía tan desconsolada, porque venía caminando el mismo camino que tu caminas, porque venía oliendo el perfume de los árboles y la tarde, que es tu loción, por que observaba el mismo cielo que tu también observas; y sé que en todas esas cosas hay algo de ti, así como hay en ti algo de todas esas cosas –Dijo Angélica. Y el viento sopló, nos acarició y contó nuestra historia en todas partes de este lugar. Sus lacios cabellos se confundían con la hierba, y mi respiración se confundió con la de ella en un solo ritmo acompasado, como el del rozar del aire entre las hojas de los árboles.
-¿Entonces cuando estamos separados, también puede que estemos algo juntos? –Repliqué yo.
-Sí, posiblemente, creo que nunca estaremos separados, aunque nos distanciemos físicamente seguiremos unidos en el recuerdo, y los recuerdos, el pasado; son de las pocas cosas que en nuestra vida para siempre perduran –Me dijo ella,- aunque a veces lo quisiéramos ignorar.
-¿Pero jamás te irás sin mí, o si? Ella suspiró, ni aun yo que había formulado esa pregunta sabía bien la respuesta. Se arrellanó un poco más en mí.
-No lo sé, yo no querría, es tan fácil fraguar planes y en realidad nunca se sabe que pasará. Ahora disfruto quererte –Respondió Angélica.
-Tienes razón, yo no planeaba quererte tanto, y ahora lo estoy haciendo. No sé que haré el día en que tenga que dejar de hacerlo, o cuando ya no nos podamos ver.
-Quizá las cosas pasan cuando menos las pensamos, cuando menos lo pensábamos, comenzamos esto, y; algún día, también sin que lo pensemos, será el final –Y Angélica sintió miedo, no me lo dijo, pero lo percibí en ella al notar un leve estremecimiento en su ser. La estreché más, porque supe que en lo profundo de mí también tenía miedo de lo mismo, el final, en cualquiera de sus variantes e inevitables estaciones; el final con ella, el final de todo lo que quisiéramos que continuara, en fin, el final de la propia vida. Y así acabamos ese momento, sintiendo nuestra vulnerabilidad en un azar, en un lugar, en una nada dentro de la que no hay algo seguro; pero nos sentimos plenos, aunque sea en aquellos cortos instantes, asidos a nosotros mismos y nuestras esperanzas. Como no amar y recordar aquella noche, no me importó más que tener su fragilidad entre mis brazos, después que pasara cualquier cosa, puesto que ya habíamos vivido ese momento.
Aunque el tiempo respeta siempre su curso, son las cosas que ocurren en nuestra vida las que hacen que transcurra apresurado o lento, para mí este lapso de tiempo sin Angélica se ha hecho extraño. Algunas veces los días y las horas se suceden con lentitud, con desconsuelo, reptando lento entre las paredes de mi casa, y me invaden con melancólicas memorias y pensamientos, otras tantas, sin embargo; las manecillas y el almanaque van rápido, a razón de que llego a pensar que la partida de Angélica apenas sucedió ayer, y cuesta tanto trabajo asimilar que eso ya ocurrió, me siento suspendido entre las pasadas memorias y el presente, entonces es cuando las fotografías me permiten concebir todo objetivamente, cuando mis fotografías me muestran las fechas, y horrorizado veo cuanto ha pasado, pero de inmediato me resigno, porque entiendo que no hay nada que hacer. Hay alguna donde ella yace tendida en un diván, con su desnudez cubierta tan solo por una sabana. Había despertado luego de que yo la tomara.
-Tonto –Me dijo al darse cuenta de que había hecho, azorándose un poco y riendo.
-Hasta dormida te encuentras encantadora –Respondí yo
-Deberías estar cuidando que nada interrumpiera mi descanso, cuidándome el sueño –Me dijo Angélica trayéndome hacia ella,
-¿Y qué soñabas?
-Soñaba, soñaba contigo, que me retratabas desnuda, que nos quedábamos largo tiempo mirándonos, tan solo mirándonos, sin decir alguna palabra mientras nos acercábamos.
Reí y la abracé. Era tan cálida a pesar de estar descubierta.
-¿Y luego? –Dije.
-¡Oh! Quizá era la mejor parte, ¡pero no lo sé, me despertaste! Aunque, ¿sabes una cosa?
-¿Qué cosa?
-Ahora ya no puedo distinguir el sueño de la realidad, ¡quien me asegura que ahora mismo no estoy soñando!, ¡y que lo que estaba soñando era la realidad! Estar contigo es como un sueño –Dijo Angélica
-Y ojalá nunca despertemos –Respondí yo
-Si, ojalá, aunque puede ser que si despertamos, riamos mucho, yo te platicaré mi sueño, al igual que tú, y veremos cuanta coincidencia. ¡Y así tantas veces hasta ya no diferenciemos entre la locura y la razón, entre el sueño y la realidad!
-Lo que sea, pero estando juntos, cualquier cosa acepto.
-¿Cualquier cosa aceptas? Entonces deberíamos concluir lo que estaba soñando, –Dijo Angélica-, ¡un sueño hecho realidad!...
Y nos dijimos y prometimos tantas cosas. Poesía, humo, licores y sueños. Embriaguez, regocijo, tibieza y azar. Secuencias, trama, luz y diálogos imprevistos. Simetría, asimetría, espejos y espacio. Preludio, coda, ritmos y final. Palabras breves, líneas ocultas, y epilogo; pasado, presente, futuro y otra vez pasado para siempre…
Sin control y dirección fluyen todas estas cosas en el presente, y cuando acabo de pensar en ellas, tratando de mantenerlas vigentes, vuelven a donde deben de estar: el pasado, lo único cierto, quizá lo único que queda y podemos tener para siempre.
Con más que los ojos estudio cada imagen, cada color, en mis fotografías puedo oír la voz de Angélica. Aunque el papel sea frío y sin relieves, aún siento el sutil tacto de su piel, cada forma en su geografía y acaso la humedad tibia de su respiración cercana, hasta percibir el ultimo sabor y nimiedad en ella. Mantengo entre mis dedos otra toma, donde figura en medio de un sendero otoñal, con el atardecer al fondo muriendo y reflejándose en su piel. Había hojas esparcidas por doquier, doradas, crujientes, que entonaban una alegre melodía al recibir los pies desnudos de Angélica, y cuando el viento soplaba, algunas de ellas volaban asimétricamente, y acaso quedaban prendidas a su cabello, a sus ropas, y Angélica reía, entonces el otoño se quedaba suspendido en su anatomía, como también lo hicieron la primavera y el verano.
-Que bien te queda el otoño –Dije. Ella rió y me aventaba las hojas que tenía en el cabello.
-¿De verdad? ¿En qué estación me prefieres?
-En todas, cada una te hace tan distinta.
-¿En serio? Explícame por favor
-En primavera hay deshielo, tú te quitas tus engorrosas ropas, y estás mínima, pura, aún más real, como cuando de la tierra se derrite la nieve, entonces vemos los verdaderos relieves. En verano las lluvias rejuvenecen los campos, crecen los afluentes y la tierra se reblandece fértil para las primeras siembras, tus caricias me labran la piel, siento que de ti me inundo cuando me besas –Dije, y Angélica echó en mis labios una de esas semillas.
-¿Aja?, ¿y cómo son mis besos de verano?
-Algunos son como brisa, los siento tiernos y frágiles, otros son como cualquier lluvia, moderados; pero cuando hay tormenta te siento tan presente, tan tú, como si llevaran mucho tiempo sin llover, y el cielo se desplomara entero sobre mí, entonces te vuelves cascadas, luego ríos y deltas, hasta ser un océano en el que me ahogo de ti.
Angélica me besó espontáneamente.
-¡Que llueva todos los días!; ¿pero, y en otoño?
-En otoño las hojas caen, los árboles se desnudan lentamente y la hojarasca yace en el suelo como si fuera ropa. Así tú te desvistes, eres como las ramas más delgadas de un roble o un ciprés, y en el piso de nuestro cuarto se quedan los vestigios sin forma de lo que te cubría; luego tu otoño me contagia y ambos admiramos y amamos las vetas de nuestra madera.
Angélica suspiró, y en sus ojos vi el resumen de cada momento de aquellas estaciones. Ese fue el último otoño en que estuvimos juntos, todo lo nuestro se empezó a deshojar, a resquebrajar, volaba en un maldito desorden hasta hacerse nebuloso, el invierno estaba próximo, ya venían las frías cimitarras del tiempo y los atardeceres sombríos.
Una última fotografía nos muestra en la sala de la casa. Ella casi recostada y abrazada a mí. No se observan nuestros rostros, yo lloraba y me secaba las lágrimas en su cabello, ella se abandonaba en mis brazos, llorábamos por la muerte de nuestros corazones y la consecuente imposibilidad de estar juntos. La noche casi se cernía absoluta, una tenue luz azul inundaba la pieza. Llorando y estática, Angélica parecía de piedra blanca, de marfil, porcelana o arcilla, tan delicada, tan fracturada, tan perdida en la oscuridad. Recuerdo como solía ser, como un ángel entre sueños imprecisos, como una sílfide o náyade que apenas se entrevé para desaparecer en el bosque, al margen de un río, o diluirse en el aire.
-Me voy –Dijo ella entre sollozos.
Silencio.
-Dime algo.
(No puedo decir nada) Pensé.
-Dime algo, tu silencio me mata más, bésame.
Y mis labios estaban fríos, salados por nuestras lágrimas.
-No te detengas –Me dijo cuando quise decir algo.
-¿Y ahora? –Le dije.
-Nada –Respondió,- me tengo que ir, ya no digas nada, solo ámame.
¿Qué es, al fin y al cabo, una noche? Podría definir todas las de mi vida menos aquella, el marco ideal para preguntarse, para pensar, despedirse, llorar o morir, pero esa noche, fue la noche para descubrir el dolor en su connotación voluntaria, la claridad en litigio con las sombras.
-…deslízate –Fue lo último que Angélica me dijo cuando moríamos uno del otro y uno en el otro.
Desde su partida, la casa ha quedado abandonada, desierta, como si algo elemental le faltase. Cual antiguo galeote encallado, la arena, el tiempo, los resabios, la han ido cubriendo. En los pesados cortinajes se esconde las palomillas, en algunos muebles ya hay polillas, las páginas de los libros se están volviendo amarillas, las goteras aumentan, los ángulos de los cuartos repiten Angélica, atrapados en las telarañas, sus besos se han ido cubriendo de polvo y sustancias. El techo se agrieta, las vajillas se enmohecen. Las enredaderas se insinúan en las tejas y paredes, la loza se ennegrece. Las ratas buscan rutas, orinan en las cenefas y roen todo lo que encuentran: mis memorias, otras fotografías y los cables. Detrás de los muebles hay crisálidas de las que nacen grandes mariposas negras y peludas, yo, también todos los días salgo de una crisálida nueva, un poco más curado que el día anterior de la ausencia de Angélica.
Si tan solo tuviera las palabras adecuadas para haberla retenido, ella era todo lo que yo quería, no había nada que necesitara más, tan solo ella, genuina, sin ningún atavío especial, siempre la sentí tan dentro de mí, empero; ¿de que sirven estas palabras si aún duele?, hay que asumir y aceptar el dolor, si no, duele más y mientras duela, dolerá, y aún duele al contemplar las fotografías de Angélica, ¿pero si no soy yo quien lo viva, quien?, ¿si no es ahora, en donde?, ¿si no es de esta manera, entonces como?, tal vez sea necesario para crecer, para hacerse más fuerte, para sentirse extrañamente vivo y saberse frágil, como prueba de se siente, que se tienen sentimientos y la capacidad de ofrecerlos, que aún se está aquí.
domingo, 12 de julio de 2009
AL RITMO DE UN BUEN BLUES
Buena dia tengan todos ustedes. La crew de ES se complace en presentarles esta pequeña produccion. Disfrutela usted sabio lector, juzgue. Hicimos caso a la chica oso de poner menos prosa y la historia asi ya en caliente. Por otra parte, en ES no promovemos la entrada al tipo de lugares donde corre este trabajo. Asi que si usted no quiere seguir leyendo por que le dan asco los lugares de vicios, bares, antros, burdeles, casinos, entre otros, puede irse tranquilamente, prepararse un sandwich de atun y ver la peli la vida es rosa. Parental advisory: explicit content , PD en realidad no sabemos si James Patrick Page tocaba este rolon con una fender, de saber algo, haganoslo saber, en ES tomamos en cuenta la opinion de su merced, y que el show comienze!, alcohol, drogas, sexo y rocetas de maiz. Lets get adicted and insane tonight, dirian los adicts
ººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººº
ººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººº
Luces y amalgamas de color, ráfagas centelleantes, humo, un tubo refulgente de varios metros. Sensualidad, morbo, erecciones, chiflidos, encaje, y como entrada; el blues Since I’ve Been Loving You. Y cierto centro de entretenimiento masculino.
Working from seven to eleven every night,It really makes life a drag, I don't think that's right.I've really, been the best, the best of fools, I did what I could.
Versión en vivo, sorprenden Plant en las vocales y Page con la Fender. El inicio es lento, suave, incluso por momentos; dulce.
cause I love you, baby, how I love you, darling, how I love you, baby,How I love you, girl, little girl.
Una mujer de corto y entallado vestido rojo translucido, en la tarima del tubo, seduce bailando. Repta por el suelo, pega su pubis al plateado metal como masturbándose.
But baby, since I've been loving you, yeahI'm about to lose my worried mind, Oh, yeah!!!
La miran, pero para alguien – él -, esa canción, como cualquier otra de aquella banda, puede sugerir un himno que a las primeras notas reconoció. -¡Que buena está! –Piensa él. ¿La mujer o la canción?
Everybody trying to tell me that you didn't mean to me no good.I've been trying, lord, let me tell you, let me tell you I really did the best I could.I've been working from seven to eleven every night, I said it kinda makes my life a drag, drag, drag, drag!!Lord, that ain't right
Ella se comienza a desnudar, el público masculino espera ávido, escùchanse todo tipo de cosas. Él sigue la letra, ella se quita lentamente la transparente prenda quedando en lo mínimo, se toca, ofrece su cuerpo al goce visual, va tan bien al ritmo de ese blues. Mueve lento las caderas, como lenta va la canción, los tacones hacen que se torneen sus piernas, se agacha sugiriendo la sodimizaciòn, quizá se halla dado cuenta de que él conoce la pieza, y que aquellos minutos sean una espiral de placeres que poco a poco encuentran el centro.
Since I've been loving you,I'm about to lose my worried mind.
Entonces, como él únicamente lo puede anticipar, llega el auge del deleite, algo cercano a lo definitivo del espectáculo. Después de las líneas anteriores la música toma un cariz dramático. Page hace que la guitarra sangre desde las seis tensas cuerdas, breves segundos que valen una vida. La mujer baja de su cintura el único tapujo que le quedaba. Yaciendo en el suelo, arquea su espalda, abre las piernas entregando sus cuatro labios, apenas se distingue un vello, que intrincado y finito, asciende mínimo por su pubis. Ella se toca, recorre con sus manos el surco inguinal, junta sus senos ofrendándolos en la mesa donde está él; y él sabe que aquel momento es único, la canción es toda una pieza maestra. Ella parece sentir un orgasmo al tiempo del solo, la larga cabellera por momentos le oculta el rostro. Enreda su cuerpo en el tubo, trepa y nuevamente regresa a la tarima, su cuerpo muere y resucita en los distintos movimientos, todo es un conjuro que disemina en los espectadores un hechizo de toda suerte de deseos.
Said I’ve been crying, my tears they fell like rain Don’t you hear, don’t you hear them falling? Don’t you hear, don’t you hear them falling?.
Está completamente desnuda, ha regalado todo lo que pudiera dar. En un último movimiento, sobre el suelo demuestra elasticidad abriendo las piernas hasta tocar la punta de sus pies con las manos. Se incorpora, con las notas y líneas finales va acabando el show. Pareciera que todo aquello hubiera sido solo para él.
Do you remember mama, when I knocked upon your door?I said you had the nerve to tell me you didn't want me no more, yeahI open my front door, hear my back door slam,You must have one of them new fangled back door man.
Si, casi todo ha concluido. Alguien que maneja las cosas técnicas pide aplausos, ella va terminando de bailar justo en la mesa donde está él.
I've been working from seven, seven, seven, to eleven every night, it kinda makes my life a drag drag drag Baby, since I've been loving you,I'm about to lose, I'm about lose to my worried mind.
Los últimos acordes y posteriores líneas van diluyéndose en los oídos de él. Escucha la aguda voz de Plant, J.P. Jones da cuerpo e identidad con un órgano adorable, y Page secuencia las últimas notas. Quizá él algún día olvide aquella noche, donde la sensualidad se desplegó sobre una canción, por cierto, formidable, que como lo constatamos, habla de un amor enfermizo y mal correspondido. Momentos oníricos, auditivamente destacables con el que tal vez es el mejor guitarrista del mundo. En el paladar la delicia del whisky, aquel sabor que después de varias copas lo enamora cada vez más, y aquella mujer que regaló –y debemos poner en duda el término “regaló”, puesto que tiene que haber consumo- sus generosas formas: senos bien provistos y un culo sabroso y cojible. La realidad fue anulada indeterminados momentos.
Algunas horas después, al salir, él recordó la canción, aquella mujer tan lascivamente deseable, otra vez la canción; y de la misma, en su memoria se abrió un resquicio en que Since I’ve Been Loving You le trajo la reminiscencia de un romance, de una herida amorosa; todo lejano, turbio, y enfermizo. Así volvió a la realidad, aún sentía el sabor del whisky
jueves, 9 de julio de 2009
-me emputa vestirme como puto -drosophila
-solo cuando estoy ebrio siento que mexico perdera, de forma contraria, siempre siento que ganara asi sea brasil en su estadio
-yumi yumi: u r so fuckin sxi: "leve lento augurio tuyo, tu dulce cuerpo lesbia" -catulo
-¿que dire cuando sobrio vea esto?
-jajajaja "penedo" y "gun" son jugadores de panama, jajajaja que chistoso
-solo cuando estoy ebrio siento que mexico perdera, de forma contraria, siempre siento que ganara asi sea brasil en su estadio
-yumi yumi: u r so fuckin sxi: "leve lento augurio tuyo, tu dulce cuerpo lesbia" -catulo
-¿que dire cuando sobrio vea esto?
-jajajaja "penedo" y "gun" son jugadores de panama, jajajaja que chistoso
martes, 7 de julio de 2009
CAMINONES: MUSICA Y DIALOGOS AJENOS
Dialogo a) si wey, wey, pero no mames, yo ya te habia dicho, no puedes hacerme esto, no puedes, yo ya te habia reservado, wey, nomas hasta las 12, te juro que no vamos a desmadrar nada, wey, es que no puedes hacerme esto, yo llevo los platos, no mames, ya le dije a mis invitados. Wey, neta, bueno, sale te hablo orita nomas llego a mi casa.
a)1.1: mary, que crees wey, no mames, si wey, me camabiaron, mira mejor lleguen al salon como 830, pero aun asi, hacemos la misma jugada de decirle a X que no iremos....
a)1.2: papa, oye pa, mira, mejor llevame la vajilla por que no pudieron rentarme el salon
Dialogo b) Si, si, si, si sñero, si, osea, yo mEsma me presentaria, osea, digo, nomas hago el examen y al dia siguiente pago, si, si, si , como ustedes indiquen. si gracias, oye amiga, con quien hablo, aja, si, gracias, osea, perfecto, y gracias
b)1.1 wey, wey, que querias me marcaste? nada? si, es que deje mi nex en.....bueno wey sale bye bye
b)1.2 weeey, que paso? si, deje mi nex en.....ah! si, pues vamos a festejar a
c)1.3we, no we, neta, no es mal plan es que deje mi nex....no querias nada? oki, bueno, besitos , bye
d)1.4....asi N numero de veces al infinito hasta llegar al paseo bravo, todo ello desde la margarita
oh si! y para rematar escuchar a huevo la musica de alguien en su celular, hijos de su puta madre, puta tecnologia, hay algo: AUDIFONOS, yo no obligo a nadie a escuchar lo mio, por que chingaos me obligan a escuchar la musica de otros, idependiente si mi musica es mejor o peor, lo mejor que he llegado a escuchar es : symphony of destruction de los megadeth, y joder, por que madres no dejan que la chingada cancion acabe? coño!, esta vez ni el AYPO con todo el arsenal (sigur, la venegas, los alk3, el dirigible, la cura, el cuarteto de liverpool, y asi la lista) pudieron salvarme, dialogos ajenos, musica ajena, pedazos de cosas horrorosas que suturo y me sirven para armar estas lineas, estos pedazos de vida, que no son la mia, simplemente me adueñe de todas esas historias que no eran, ni seran , mi historia, y mucho menos, jamas podre disfrutar de esas partituras. Pobre chaval, le queria armar algo a su chica ( y yo que putas madres?, hasta queria ofrecerle la casa de su servilleta) y joder! A VER AMIGA! TE MARCAN Y CUELGAN NO PORQUE NECESITEN TANTO HABLAR, LO HACEN PARA AHORrAR SU SALDO,
pd: venia clavado en la guerra y la paz, chales, ni disfrute el duelo entre pedro y dholokov!
a)1.1: mary, que crees wey, no mames, si wey, me camabiaron, mira mejor lleguen al salon como 830, pero aun asi, hacemos la misma jugada de decirle a X que no iremos....
a)1.2: papa, oye pa, mira, mejor llevame la vajilla por que no pudieron rentarme el salon
Dialogo b) Si, si, si, si sñero, si, osea, yo mEsma me presentaria, osea, digo, nomas hago el examen y al dia siguiente pago, si, si, si , como ustedes indiquen. si gracias, oye amiga, con quien hablo, aja, si, gracias, osea, perfecto, y gracias
b)1.1 wey, wey, que querias me marcaste? nada? si, es que deje mi nex en.....bueno wey sale bye bye
b)1.2 weeey, que paso? si, deje mi nex en.....ah! si, pues vamos a festejar a
c)1.3we, no we, neta, no es mal plan es que deje mi nex....no querias nada? oki, bueno, besitos , bye
d)1.4....asi N numero de veces al infinito hasta llegar al paseo bravo, todo ello desde la margarita
oh si! y para rematar escuchar a huevo la musica de alguien en su celular, hijos de su puta madre, puta tecnologia, hay algo: AUDIFONOS, yo no obligo a nadie a escuchar lo mio, por que chingaos me obligan a escuchar la musica de otros, idependiente si mi musica es mejor o peor, lo mejor que he llegado a escuchar es : symphony of destruction de los megadeth, y joder, por que madres no dejan que la chingada cancion acabe? coño!, esta vez ni el AYPO con todo el arsenal (sigur, la venegas, los alk3, el dirigible, la cura, el cuarteto de liverpool, y asi la lista) pudieron salvarme, dialogos ajenos, musica ajena, pedazos de cosas horrorosas que suturo y me sirven para armar estas lineas, estos pedazos de vida, que no son la mia, simplemente me adueñe de todas esas historias que no eran, ni seran , mi historia, y mucho menos, jamas podre disfrutar de esas partituras. Pobre chaval, le queria armar algo a su chica ( y yo que putas madres?, hasta queria ofrecerle la casa de su servilleta) y joder! A VER AMIGA! TE MARCAN Y CUELGAN NO PORQUE NECESITEN TANTO HABLAR, LO HACEN PARA AHORrAR SU SALDO,
pd: venia clavado en la guerra y la paz, chales, ni disfrute el duelo entre pedro y dholokov!
domingo, 5 de julio de 2009
PASAJES/ EL VIAJE
Sadie G. she's crazy, see?
ªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªª
I
A solas con mi pensamiento,
sumergido en este acto:
de sufrir las palabras,
de evocar las imágenes,
y al final preguntarse;
“¿Qué es en verdad todo esto?”
II
De noche. Refulgentes,
constelaciones de palabras,
se sueña al instante,
la inmensidad del lenguaje.
III
El bolígrafo duda,
se extiende su sombra.
Mudo es el papel,
Espejo de realidad,
donde temblorosas la mano,
ignora que decir.
IV
Dudar es dolor por la verdad.
ªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªª
I
A solas con mi pensamiento,
sumergido en este acto:
de sufrir las palabras,
de evocar las imágenes,
y al final preguntarse;
“¿Qué es en verdad todo esto?”
II
De noche. Refulgentes,
constelaciones de palabras,
se sueña al instante,
la inmensidad del lenguaje.
III
El bolígrafo duda,
se extiende su sombra.
Mudo es el papel,
Espejo de realidad,
donde temblorosas la mano,
ignora que decir.
IV
Dudar es dolor por la verdad.
En casa Sadie dejó una nota firmada con sangre: “sinceramente no volveré”
Y de este modo, ella emprendió el viaje. No han sido tantos los años como parece, muchos hemos visto a Sadie en los caminos, por los senderos más intricados y ocultos o bien por las urbes concurridas. Se le ve sin prisa, mas algo en su interior sugiere lo contrario. Caminábamos por un bosque neblinoso cuando me iba contando algunas cosas.
-Sadie, ¿cuándo llegarás a tu destino?
-No lo sé –dijo ella.
-¿Es muy lejos?
-Quizá si sea muy lejos
-¿Habías ido antes?
-No, pero disfruto mucho del camino.
-Ya veo, pero por lo que se, el camino no ha sido fácil.
-No, nunca lo ha sido. Hay retos, obstáculos. Cada día se hace más complicado. A veces me encuentro totalmente sola en medio de parajes inhóspitos, y lo única que queda es mi propia fuerza para seguir.
-Entiendo, debe ser difícil. ¿No has contemplado regresar?
-¿Regresar, a donde? No tengo ningún lugar a donde regresar.
…y comprendí entonces que ese viaje lo es todo para ella. Que no es tanto el final, sino el recorrido y lo que deba y pueda aprender. Esa fue la última vez que platiqué con ella. Se han escuchado tantas cosas, que por fin alcanzó lo que quería, que se extravió, que murió y sus restos yacen en un cementerio olvidado de un país lejano, que simplemente dejó de buscar. A veces me asomo por la ventana, y mirando el horizonte profundo más allá de las colinas, me pregunto que podrá ser de ella, afuera los horrores son infinitos y las recompensas inciertas.
Y de este modo, ella emprendió el viaje. No han sido tantos los años como parece, muchos hemos visto a Sadie en los caminos, por los senderos más intricados y ocultos o bien por las urbes concurridas. Se le ve sin prisa, mas algo en su interior sugiere lo contrario. Caminábamos por un bosque neblinoso cuando me iba contando algunas cosas.
-Sadie, ¿cuándo llegarás a tu destino?
-No lo sé –dijo ella.
-¿Es muy lejos?
-Quizá si sea muy lejos
-¿Habías ido antes?
-No, pero disfruto mucho del camino.
-Ya veo, pero por lo que se, el camino no ha sido fácil.
-No, nunca lo ha sido. Hay retos, obstáculos. Cada día se hace más complicado. A veces me encuentro totalmente sola en medio de parajes inhóspitos, y lo única que queda es mi propia fuerza para seguir.
-Entiendo, debe ser difícil. ¿No has contemplado regresar?
-¿Regresar, a donde? No tengo ningún lugar a donde regresar.
…y comprendí entonces que ese viaje lo es todo para ella. Que no es tanto el final, sino el recorrido y lo que deba y pueda aprender. Esa fue la última vez que platiqué con ella. Se han escuchado tantas cosas, que por fin alcanzó lo que quería, que se extravió, que murió y sus restos yacen en un cementerio olvidado de un país lejano, que simplemente dejó de buscar. A veces me asomo por la ventana, y mirando el horizonte profundo más allá de las colinas, me pregunto que podrá ser de ella, afuera los horrores son infinitos y las recompensas inciertas.
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