domingo, 16 de noviembre de 2008

LECHUGA FRESCA

........un cuento, esta medio largo, recomiendo que lo peguen en word. Busque darle una atmosfera extraña y liviana...pobre Sadie.

LECHUGA FRESCA
El alba acarició cada espacio de la casa. Entró por las ventanas, por debajo de la puerta, y por todos esos lugares por los que puede entrar y no podemos explicar bien. El espacio se inundó de luz, de los ruidos del exterior y del lento revivir de un mundo que despertaba tras el dulce sueño. Sadie también despertó, frotó sus ojos y pensó otra vez en la feliz ocasión: su casamiento con Molino. Y como cada alba, Sadie abrió la ventana para contemplar el infinito horizonte.
De solo pensarlo su corazón palpitaba más rápido, una lucecilla iluminaba sus ojos y pensaba que el mundo era un buen lugar para vivir. La fecha se aproximaba. Esa noche él cenaría en su casa, para esta ocasión Sadie ya lo tenia todo dispuesto, solo faltaba algo, ir a comprar una lechuga y terminar lo que le ofrecería a Molino. Vino, sopa, carne y demás cosas por el estilo. Solo faltaba terminar la ensalada, y como las buenas normas lo reglamentaba desde tiempos inmemorables; un ensalada, digamos del tipo estándar, debe llevar como base lechuga. Pero una buena lechuga, una fresca y lo más verde posible. Así que a eso se dispondría Sadie después de arreglarse. Aquella mañana un vestido de flores la acompañó a buscar la lechuga más hermosa que pudiera encontrar en la ciudad, así muriera o perdiera la razón en el intento. Emprendió la búsqueda a pie, hacía buen tiempo para caminar.
El sendero estaba rodeado de árboles antiguos cuyos extensos ramajes cubríanse de hojas que anunciaba con verdor inexplicable la presencia de la primavera. La fertilidad anunciaba sus proclamas en el canto de las aves, en los arbustos que dabas sus primeras rojas frutillas silvestres. El arroyo que corría a un lado del camino reflejaba los rayos y en algunos recodos creaba intermitentes arcoiris. Sadie sentía el viento, veía las libélulas revolotear y se cuestionaba acerca de todos los secretos que la naturaleza resguarda en su misteriosa esencia.
-¡Buenos días Sadie!
-Buenos días señora –Contestó Sadie a una señora que ya conocía.
-Pero veo que vas con prisa… ¿A dónde te diriges?
-Voy al mercado a comprar una lechuga señora
-Oh! Ya veo querida. Que bueno. Oye pero no es mejor que vayas en autobús… el sol ya es fuerte y una chica tan linda como tu no debería asolearse así –Dijo la señora. Sadie rió.
-Si, es verdad, hace un poco de calor. Pero tenía ganas de caminar, además el mercado no está tan lejos.
-Si, también es bueno caminar. Tú que puedes hazlo, a mi edad esas cosas se dejan de hacer...Bueno, y cambiando el tema, la fiesta ya está cerca, menos de un mes. ¿Cómo se sienten tú y Molino?
-Muy emocionados señora y también me siento muy nerviosa. Casi todos en la ciudad ya están invitados, solo estamos arreglando los últimos detalles.
-Te ves tan ilusionada, querida, así es esto. Me da gusto por ustedes, además Molino se va a sentir orgulloso de tener un esposa tan guapa y buena como tu.
Sadie se ruborizó y soltó una risilla.
-Gracias señora... espero verla en la fiesta –Dijo Sadie.
-No, de nada. Bueno Sadie querida, yo te dejo aquí por que yo si voy a tomar el autobús. Nos estaremos viendo –Dijo la señora al tiempo en que ella se quedaba en un camino que cruzaba por aquél.
Sin pensarlo Sadie ya había llegado a los principios de aquella pequeña ciudad. La gente iba en bicicleta, algunos más caminando, otros con la prisa natural de un día cargado de ocupaciones. Autobuses hacían paradas subiendo o bajando personas.
-¡Hola Sadie! –le decían algunos conocidos, ó, -¡Buenos días Sadie!. Según se prefiriera. A juicio del público masculino , y por que no, también femenino, Sadie era la mujer más hermosa de aquella pequeña ciudad; Estatuario. Cosa que antes ya había provocado algunas diferencias con algunas otras muchachas o bien la insistencia de muchos admiradores, no obstante, varios habíanse resignado; ya había un claro ganador y ese era el buen Molino. Hombre, según se dice, de bien e inseparable amigo de Quilos. Ambos de buenas familias, apellidos renombrados y compañeros de aventuras.
-¡Sadie, una manzana para la salud! –Un vendedor le regaló una manzana al tiempo en que se quitaba su sombrero y se inclinaba ligeramente. Ella rió.
-Muchas gracias señor
-No gracias a ti Sadie por esa sonrisa –Contestó al hombre. Ella se alejaba despidiéndose con la mano.
-¡Sadie querida! ¡¿Qué te puedo vender hoy?! –Dijo una señora que también la conocía.
-Oh… hoy solo busco una lechuga.
-Entiendo, en ese caso no necesitas nada de una especería. ¡Que tengas buen día Sadie! –Dijo le señora.
-Gracias, igualmente señora.
-De nada, ya en poco tiempo te veré de blanco.
-¡Adiós!
-¡Adiós!

Luego de algunas calles y encontrase a muchos conocidos, Sadie llegó al mercado. Ahí, de entro todos los puestos, varios la saludaban, algún tendero lanzaba al aire uno que otro elogio de esos del argot popular haciendo alusión a la belleza. Llegó por fin a donde hacia tiempo que compraba.
-Magnifique, que belle. Sadie c’est ici. Bonjour. – Dijo el hombre, que era francés.
-Oui. Bonjour –Dijo Sadie entre risas.
-Buenos días Sadie, ¿Qué te puedo ofrecer?
-Quiero una lechuga.
-¡¿Lechuga?!...¡has venido al lugar indicado, aquí hay muchas! ¡las mejores que pudieras encontrar en Estatuario! ¡Mira! ¡Bonnes laitues!
Sadie se acercó a donde estaban las lechugas, habían muchas para elegir. Las contempló todas, a algunas ya se les habían caído las hojas, otras estaban manchadas o bien no tenía una forma o color atractivo.
Después de algunos instantes, Sadie por fin eligió una. Era tal como se la imaginó desde un principio, verde, redonda, frondosa… y en ella estaban todos los adjetivos adecuados que podrían emplear para una lechuga así, era perfecta; para aquella cena con Molino. De este modo, pagó y solo fue a comprar otros pormenores.
-Sadie, veo que traes una hermosa lechuga –Le dijo un joven en el camino. Iba en bicicleta.
-¿Vedad que si?...es que hoy cenaré con Molino y haré una ensalada.
-Que bueno, ya falta poco tiempo… suerte y envíale mis saludos –Dijo el joven acelerando la marcha.
Así Sadie iba de regreso, encontrándose a diversos conocidos.
-Sadie, ¡pero que lechuga tan hermosa! –Le dijo una señora antes de llegar a su casa.
-Si, es muy bella. La compre esta mañana.
-Es en verdad muy bella…bueno Sadie, yo te dejo porque tengo que ir por mis hijos a la escuela… nos vemos.
-Adiós señora.
-Adiós querida Sadie.

Y así Sadie llegó a su casa. Limpió, y se dedicó a esas cosas que los hogares exigen. El tiempo pasó y ya estaba atardeciendo. Sadie ya tenía todo dispuesto. La mesa, los cubiertos relucientes, velas y todo lo que se pudiera pedir para una ocasión de este tipo. Salió por un momento y contempló el horizonte. Se preguntó donde podría estar Molinos en ese instante, seguramente ya de regreso del viaje que había hecho.
El sol moría a lo lejos, de a poco, de a lento. Matices fulguraban en la bóveda celeste pintándola de rojo, naranja, violeta y rosa. La tarde se revelaba sedeña, liviana. Sadie entró a su casa antes de que la noche acaeciera por fin.
Todo estaba perfecto, pensó. En el centro de la mesa figuraba la ensalada, con aquella lechuga que había comprado esa mañana. Realmente era magnifica. Las hojas, por extraño capricho de la naturaleza, eran casi simétricas. Sus generosas formas invitaban a uno a querer probarlas. Parecía que su lozanía, su frescura, su humedad, en fin; estaban preparadas para una velada como tal. En cada sinuoso surco de su anfractuoso relieve se escondían algunas gotas de agua aumentando el gusto a la visión. Faltaría poco para que Molino llegara.
Sadie se arregló, viendo la hora esperó en la sala. El timbre sonó. Era él. Sadie dejó el libro que estaba leyendo y fue a abrir.
Por fin era él. Saludáronse con un beso largo.
-Te extrañe mucho –Dijo ella abrazándolo.
-Yo también.
-¿Por qué no me hablabas?
-Sadie, sabes que estuve pensando en ti…solo me ausente durante dos semanas.
Sadie lo besó.
-Mira –Dijo él. Dándole un paquete algo voluminoso, -ábrelo, anda.
Sadie se sentó y desenvolvió la caja. En su interior habían muchos libros. Una sonrisa se le dibujó.
-Espero que esta vez no puedas terminar de leerlos todos –Dijo Molino- siempre te los acabas muy rápido.
Ella lo volvió a besar.
-No creo –Y lo abrazó- ven vamos a comer
-No Sadie, espera, no tengo hambre. Me siento mal
Ella se extrañó.
-¿Te sientes mal? ¿Qué te pasa? ¿habrás comido algo? –Le dijo ella tomándole las manos y besándoselas. -¿No quieres dormir?
-No, Sadie, escucha. No es del cuerpo, es que tengo algo que decirte.
-¿Qué es Molino? Anda, dime.
-Es de lo nuestro.
-¿Pero que es? ¿Acaso ha ido algo mal? ¿O que?
-No, nada mal, siempre has sido tan buena conmigo…
-¿Entonces? ¿Qué es?
-Sadie, escucha con mucha intención. No es nada que puedas imaginar, de hecho al principio me costó mucho trabajo aceptarlo. No sabía si estaba bien, pero ahora que el tiempo ha pasado me doy cuenta que soy muy feliz. Nadie, excepto tu, sabe de esto. Te pido mucha discreción.
Los ojos de Sadie denotaban una profunda duda.
-¿Qué es? –Musitó.
-Quilos es mi pareja… esto ya tiene dos años. Los dos somos homosexuales.
-¿Qué?...-Las lágrimas se asomaban en Sadie
-Si, sabría que te sorprendería. Pero así es la realidad, no podía seguirte mintiendo, no puedo seguir aparentando y tú no mereces ser engañada de esta forma. Lo nuestro, esta mentira, tiene que terminar. Por eso me fui con Quilos esta vez, legalizamos nuestra unión en otro país. Así soy feliz.
-Pero… pero… y que dirán de ti. Eres muy conocido.
-Que digan lo que quieran.
-¿Qué pensarán? ¿Qué pasará?
-No lo sé, el mundo tiene una idea muy perturbada de esto. Yo no quiero que piensen como yo, solo pido que me respeten como yo respeto; por que esto es lo que quiero, y a fin de cuentas la vida se trata de eso: de luchar por lo que quieres.
Por cada corteza de la mente de Sadie pasaron tantas cosas, tantos momentos. Cada instante que había compartido con Molino había sido una mentira, una efigie falsa. Todo era irreal, se acordó de tantos detalles, de tantas noches falsas con él. Todas las palabras que ella conocía y podía utilizar la traicionaron; se negaron a salir de su corazón.
-Te dejo… ya veremos que hacer con lo que seguirá –Dijo él.
Sadie ni siquiera alzó la cara para verlo, no aguantaba su mirada. Inmediatamente él cerró la puerta Sadie se ahogó en lágrimas, así pasó gran parte de la noche, no supo bien a que hora de la madrugada o de la mañana se durmió en el sillón así entre sollozos. Despertó sobresaltada a temprana hora de la mañana, había soñado con Molino, no recordaba de que. Sentía un vacío, esta vez, al contrario de cada mañana, no quiso abrir la ventana y admirar el alba, mucho menos contemplar el infinito horizonte. Fue a la mesa, entre lágrimas vio todo lo que había hecho para la noche anterior.
Al centro, figuraba un tazón con la lechuga, el inexorable paso del tiempo la había corrompido. Tenía partes oxidadas, se había encogido, ya no se veía como la mañana del día anterior.
“Ya no es tan hermosa” Pensó Sadie.









1 comentario:

Zaratustra dijo...

Si t la rifas compadre...

Me encanta como creas el ambiente de tu personaje, que hermosa vida la de sadie, y quien lo diría luego.

La razón de que generes una rica atmosfera al principio, no me permitió aceptar el rápido desenlace, bastante trágico diría yo. Pobre sadie, ni la vio llegar...me parece como un buen recurso literario. Te desbordas con la narrativa en la felicidad y le das un tajo al final, como la irónica vida que en un momento fugaz se lleva todo...

Sabes que me encanta echarme el rol en tu obra, sigue escribiendo compadre!!