domingo, 23 de noviembre de 2008

TRAVESIA

....no pretendo que entiendan esto (por otra parte, le invito algo al que entienda). Disfrutenlo y haber que dicen de mi prosa

Tiempo ha que empezamos esta marcha. El camino nunca ha sido fácil, pero creemos que ahora será peor de lo que imaginamos. No obstante, a pesar de las carencias, de las contradicciones, de las heridas, dudas, y tantas cosas más; lo hemos disfrutado. Recordamos bien cuando partimos, nuestras familias despediánse de nosotros en las estaciones de tren, en los puertos y cruces de los caminos. Dijimos adiós a las viejas costumbres, al antiguo modo de vida, y, sin excepción; todos los que íbamos ya sabíamos que tan difícil era la empresa. Algunos no aguantaron las primeras dificultades y perecieron. Ya sea a mano del enemigo, por las inclemencias del tiempo o bien fueron ellos mismos los que a sí se abandonaron y por consecuencia también dejaron esta honorable y ardua tarea.
El camino de antes fue más fácil que el actual. Recorríamos llanuras y bosques con buen clima, el enemigo nos tendía emboscadas pero siempre, la mayoría, salimos bien librados. Podíamos dormir en la noche sin que nos atacaran o alguna criatura merodeadora saliera de su escondrijo atraída por el olor de nuestra carne tibia… No hace muchos meses esta expedición se ha vuelto más ardua. Hemos llegado a un punto en que todo, absolutamente, se ha complicado. El clima es horrible, las suaves llanuras han sido trocadas por parajes baldíos, inhóspitos y fríos. Llueve casi todo el tiempo y ya nadie recuerda bien cuando vimos por última vez el límpido cielo. Hace frío todo el día y han empezado a caer las primeras nevadas, por las noches dormimos incomodados por que desde las rocosas gargantas graníticas llegan hasta nosotros los aullidos de lobos ansiosos por cerrar sus fauces en nuestras carnes débiles y sucias. Los pumas salen de sus cuevas y vemos sus ojos luminosos espiarnos, esperan a que descuidemos nuestras armas y salten sobre nosotros con sus zarpas extendidas. Cuando nos vemos en combate el fuego es cerrado, casi no hay posiciones para cubrirse más que las trincheras fangosas que apenas podemos hacer. Cada vez disminuye nuestro número, mas nuestro valor y resistencia siguen siendo los mismos del comienzo. Hemos avanzado demasiado como para que a estas instancias nos retiremos, es verdad, aún falta mucho trecho, y quizá todavía empeore; pero algo si nos motiva para empecinarnos en ello: el ansia de la libertad ganada por el propio trabajo, la reafirmación, y sobre todo; el encuentro real y final con uno mismo. Hace mucho que se pasó el tiempo para tomar el último tren a casa.
Los caminos son intrincados, las brechas angostas y llenas de trampas que ya no son tan fáciles de sortear. Los insectos pululan, la muerte, como todos sabemos, anda cerca; y desconocemos donde exactamente esté escondida, casi diario logra encontrar a uno de nosotros y nuestro número sigue disminuyendo con creces. La nieve comienza a retrasar el paso, sabemos que nuestros enemigos y otras fieras vienen siguiendo nuestras huellas y nada les impedirá querer alcanzarnos.
A veces que alcanzamos grandes cumbres se puede ver en el horizonte la vastedad y plenitud que nos espera, sabemos que vendrán las lluvias suaves, los otoños áureos donde apartemos la hojarasca de las baldosas de nuestros tranquilos hogares, apoyaremos nuestros pies en pulidas piedras de arroyos mansos que nos provean el alimento de cada día, admiraremos con orgullo todas las regiones remotas y oscuras que tuvimos que sortear solo con la fuerza de nosotros mismos; y sobre todo, nunca olvidaremos de donde venimos para conformar lo que somos y seremos…

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