sábado, 15 de noviembre de 2008

PANORAMA

Creo que no hay mucho que resaltar, aquí, un par de ideas que salieron de por aqui y por alla... y eso fue todo. Espero sea de su agrado


PANORAMA
De ojos infinitamente azules, azules como el Caribe, como el agua en el Círculo Polar. Azules cual pluma de quetzal o arroyo virgen. Tanto como cualquier persona los pudiera imaginar. En el lecho la seda era parte de ella, cada forma era ocultada bajo la ingravidez de la misma. Un cuerpo esencial, dulce; quizá el de Helena, quizá el de Venus, despertaba en mi la intriga fatal de saber hasta cuando todo aquello duraría…
Y aquella noche que desperté, Sadie habiáse marchado. La alcoba pareció más lóbrega, más solitaria; apareció un vacío que ninguna cosa podría llenar. La seda pareció volverse asfixiante, los cristales se hicieron opacos. Acaso la luz que se colaba desde la calle se extinguió; las telarañas invadieron los ángulos, innumerables cadáveres de insectos yacieron de un día para otro.

-¿A dónde se fue mamá? –Preguntó uno de nuestros hijos al ver que Sadie no regresaba.
-No lo sé, hijo mío, no lo sé. Tal vez solo se haya demorado –Contesté yo.
-¿Algún día regresará mamá?
-Es posible, es posible
-Y cuando regrese, ¿podré yo dormir con ustedes cuando sueñe feo? –replicó él.
-Hijo, tu puedes venir a mi cuarto cada vez que quieras
-Si, lo sé. Pero es que desde que mamá se fue ya no he tenido sueños feos….
-Pesadillas –Le interrumpí.
-Ajá… pesadillas
Le besé.
-¿Sabes que pensé el otro día? –Preguntó
-¿Qué pensaste hijo?
-Que… que las pesadillas son cosas buenas pero que parecen malas para que los hijos puedan ir a dormir con su papá y mamá.
-Hijo…
No supe que decirle.
-Pero que cuando uno de ellos falta, tan solo las pesadillas se van por que ya no tiene caso que los hijos duerman tan solo con su papá o su mamá.
Suspiré.
-Quizá así sea –Respondí –hijito.

Y desde aquella plática nocturna mis hijos no volvieron a venir a interrumpir el sueño durante las noches. Cierta vez en el desayuno, alguno de ellos me dijo: ¡Felicítame papá, ya no tengo que ir a dormir a tu cuarto por que ya no sueño feo, soy grande!. Asentí.
¿Es que todo en esta vida se acaba? ¿Qué el único límite somos nosotros mismos, y, ni aún la muerte puede imponérnoslos? ¿Qué condición margina al hombre a sentir amor, soledad, tantas y tantas cosas?... No puedo responderme a estas preguntas. Alguna vez soñé que Sadie regresaba. Fresca, pura como nunca, para mí, para los hijos; para este hogar que imaginamos tanto.

Todo se ha vuelto homogéneo, las cosas vacuas parecen las más imprescindibles… cuando llego de trabajar (la bendición es que los hijos me reciben con escandalosos gritos y risas) me quedo en la terraza de la casa, bebiendo vino, café o solo mis pensamientos; y contemplo el nocturno panorama que yace ante mi vista, tan solo, tan intermitente. Y aún mas; sin ella.


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