jueves, 13 de noviembre de 2008

WWW.DESEOS.COM

Camaradas, a continuacion os presento un cuento. Debido a como se manejan estas cosas supongo que les parece enorme; en realidad son solo 14 paginas a doble espacio, y supongo que mi estilo no es dificil.
Es ciencia ficcion con un poco de fantasia, me sirvio para entrar a un certamen (hay gente que odia la palabra certamen....jajaj x ti compa).... pero los resultados no fueron satisfactorios; es decir, no gane. Como sea, es algo como un homenaje a uno de mis poemas preferidos de Borges, "elogio de la sombra" al igual que uno de sus cuentos "el aleph", de igual forma para "cuando la luna es de melon" de anna akhmatova y para la rola Sadie...¿que de quien? de alkaline trio..imagino que una lectura previa o posterior de lo que dije ayudara a comprender mejor.
advierto: algun parecido con la realidad es coincidencia. Ah, en general esta corregido, aunque supongo que faltan algunas cosas mas. Si les parece asi, háganmelo saber.
Sadie G.
y acaecían los mejores desarrollos de la tecnología, medicina, comunicaciones y tantas otras ciencias que prometían mucho. Las personas estaban conformes con su existencia en este mundo maravilloso. Las ciencias médicas alcanzaban límites insospechados, la genética encontraba su auge, dejaron de existir las discapacidades, disfunciones y cualquier otra alteración; amén de citar que la belleza era cosa común. La neurología daba lo mejor de si develando los misterios del cerebro y el pensamiento humano, y de entre las más famosas técnicas habidas, existía una que permitía al ser humano olvidar o desconocer el concepto de la muerte y sus implicaciones. Simplemente un día todo acababa y ya; nadie lloraba o se preguntaba por que. Quedaban escasos hombres y mujeres que sabían lo que era morir. Esa sombra que nos cuestionaba había sido iluminada para siempre. Eso era la verdadera eternidad y no vivir muchos años; no más razonamientos dubitantes o innecesarias controversias existenciales.
Los medios de comunicación, publicidad y mercadotecnia satisfacían las necesidades de todo el público, uno podía pasar el día entero viendo programas, valorando cada producto nuevo que salía a la venta o bien explorando el ciberespacio. Es deber decir que era obligación, y, por que no expresarlo de este modo, que la gente de bien o bonita gustara de tener varias pantallas y computadoras para estar al tanto de lo que sucediera en cualquier parte de ese mundo; sea algún nuevo artista de música popular, sea algún programa televisivo o las actualizaciones disponibles que lo colocaran a uno en la vanguardia; ¿que dirían los demás si uno no hiciera eso? ¡Ni pensarlo!
Todos, a la manera de cada quien, interesábanse en desarrollar su capital. Las posibilidades eran proporcionales según a lo que cada individuo aspiraba.
Casi la totalidad de la vida estaba regida mediante las computadoras, el super desarrollo de internet y servicios digitales, los medios…etc., pero hemos de recordarlo una vez más: ¡parecía la era del verdadero progreso!. Y de entre tantos conceptos, desarrollos e invenciones, digámoslo así, geniales; surgió uno que sería el pináculo de todos y no había adjetivo con que describirlo, lo que engendraría un cantidad de posibilidades infinitas llegando así a partir la historia en antes y después de este fenómeno: era
www.deseos.com .Este sitio, a diferencia de tantos otros que servían solo para cosas específicas, era el inicio de una nueva era. Deseos.com era un portal donde cualquier persona después de haberse registrado podía acceder, la novedad consistía en que aquí uno escribía su deseo y lo mandaba al servidor; ahí los ingenieros, programadores y todo una amalgama de equipos multi, inter y pluridisciplinarios hacían realidad cualquier petición, algo así como los genios y las lámparas mágicas aunque sea ridículo citarlo aquí. Así es damas y caballeros, www.deseos.com podía sin problema realizar cualquier cosa, la palabra imposible ya no era un hecho. En sencillos pasos se podía lograr. 1: Darse de alta, 2: Pedir su deseo (como los genios de las lámparas y sin traer a un extraño a la casa; recuérdese) y enviarlo 3: Recibir en la comodidad de su correo la cotización del o los deseos. Los precios iban desde apenas algunos centavos hasta cantidades exorbitantes. “¡MUESTRANOS DE VERDAD QUIEN ERES!, ¡PIDE UN DESEO!”-Deseos.com- Anunciaba la mayoría de la publicidad en todos lados, era deseos.com lo que todos estábamos esperando. Todo era euforia, poderosas empresas quedaban en quiebra día con día. ¿Acaso podría haber algo mejor que Deseos.com?

…un día en la vida. Y en uno como tantos despertó Sadie G. más tarde de lo usual. Abriendo todas las cortinas de su departamento miró por los ventanales, el mismo panorama de siempre: incontables edificios, fábricas expeliendo oscuras emisiones, anuncios, la extraña neblina que nunca cedía y el ruido de propagandas, música y los motores de vehículos volantes que pasaban casi rozando el inmueble donde ella residía. <<¿Qué habrá más allá de este cielo de humo? >> Se preguntó irreflexivamente mirando hacia arriba. No podía imaginar, creía que después de esa capa se encontraría el oscuro espacio sideral con todas esas imágenes estáticas que publican las divulgaciones científicas.
Como era costumbre, fue hacia las computadoras para revisar las actualizaciones y ver lo más relevante que se ofrecían: nuevos equipos de cualquier uso con mayor capacidad, noticias sobre los programas televisivos en boga, toda clase de artículos que hacían aquella vida más cómoda y, para no perder la costumbre, (¡adivinanza!, ¡adivinanza!) ¡si!, ventanas emergentes que le invitaban a navegar en
www.deseos.com , lo pensó, quizá más tarde, quizá. Abrió su cuenta de correo, como usuaria tenía derecho a miles de terabytes de capacidad, servicio de mensajería instantánea, y una suerte de espacio donde ponía información sobre ella, fotos, conocer gente para poder hacer nuevos amiguitos (ella ya tenía varios cientos) y muchas otras tantas ventajas que no tiene caso mencionar. Habían varios correos sin revisar, unos del trabajo y otros de sus conocidos, solicitudes de sexo on-line, promociones para unirse a otras compañías, el entretenimiento tan variado que ofrecían las compañías televisivas; en fin, uno nunca terminaría de verlo todo. Bostezó, y sintió una extraña sensación que no supo describir ni designar. En esa misma página consultó su cuenta bancaria, no cabía que Sadie G. era una gente de bien; ya tenía ahorrada una monumental cantidad gracias al esfuerzo de varios años. Igualmente ingresó en la sección oficial de los rankings: ella figuraba entre una de las mil personas más ricas, una de las veinte mujeres más guapas, que anteponiendo que en esa época ser bonito era una obligación y un derecho humano incluido en las legislaciones, exactamente se encontraba en el sitio número dos; ya que su predecesora tenía menos años que ella y gastaba ingentes sumas en tratamientos. Como decía algún anuncio; “la belleza es una inversión”.
Nada nuevo. Bostezó y volvió a sentir esa sensación.
Se disponía a maquillarse, una pantalla táctil con cámara hacia las veces de espejo, solo que en aquel entonces casi nadie sabía ya lo que era verse en un espejo, digamos, eso era tecnología primitiva. La pantalla estaba conectada a la línea digital y en una sección de ella perfilaban las más recientes innovaciones de las ciencias de la belleza; cremas, cosméticos, cirugías, deportes y la sección que trataba el tema de (¡adivinen!) deseos.com/belleza/másjovenqueayernotantocomomañana. A Sadie le parecía demasiado que ese sitio estuviera teniendo tanto auge pero entró. Deseos.com le pedía forzosamente darse de alta y tener una cuenta, pero no lo haría desde allí porque escribir en una pantalla táctil y vertical se le hacía incómodo. Cerró la ventana y en lo extenso de la superficie aparecía su rostro. Bostezó, <>, pensó. La imagen era muy nítida, fidedigna; casi como estar viéndose en un espejo de verdad, su rostro no tenía imperfección alguna. Algunos mechones de cabello rojo le caían sobre las mejillas y la frente, sus ojos, aunque oscuros, denotaban algo de dulzura; de este modo no necesitaba ayuda alguna. Según recuerda sus padres no habían decidido manipular mucho sus genes en ese campo para ser más generosos con ella en otros aspectos; como el académico en el que siempre había destacado por sus excelentes notas y enorme capacidad para aprender las lecciones. No obstante, la naturaleza, si es que todavía en aquellos tiempos esa mujer sabia intervenía; había sido generosa. Sadie G. llenaba los estándares de lo que la sociedad juzgaba como hermoso, aceptable, bonito; en fin, de gente de bien.
Mientras revisaba algunas cosas de su trabajo se registraba en deseos.com. Y como todas las personas lo sabemos, darse de alta en algún servicio electrónico no precisaba mucho tiempo que demandar. Deseos.com no era la excepción; lo de siempre como nombre de usuario, otro correo, y leer los famosísimos términos y condiciones, que, como regla general nunca leemos. Ya registrada ingresó. La página mostraba los testimonios en video de quienes ya habían hecho realidad sus deseos. Habían varias categorías como salud, belleza, finanzas, sexo, deportes, social, religión y los deseos más recientes, que fue donde entro. Estaban enlistados los deseos que en las últimas horas se habían demandado: “ser feliz” “que mi perro reviva”, “conocer a dios”, ”no existir”, “capacidad infinita en mi reproductor de música” “una cereza en mi helado”, “un orgasmo que dure muchas horas”, “tener siempre notas perfectas en la escuela”, “más dinero”, “nunca engordar”, “que X o Y quiera ser mi pareja”, “que deseos.com no cobre” (cosa que, para deseos.com, era imposible, y dicho sea de paso, poco rentable, qué curioso) “que se muera mi jefe” (este era uno de los casos donde Deseos.com no se involucraba directamente, sino más bien solo proporcionaba las herramientas apropiadas después de algún análisis previo que se discutía entre cliente y prestador) y así la lista se prolongaba con varios ejemplos más. Sadie lo leyó todo, pero no quedaba convencida así que entró en la categoría de libre. Ahí se leía la frase de “¡MUESTRANOS DE VERDAD QUIEN ERES!…¡PIDE UN DESEO!”, y a continuación venía un espacio donde se podía escribir el deseo. Leyó el slogan una y otra vez. No sabía que pedir pues pensaba que ya todo lo tenía; una existencia cierta y plena, dinero, belleza, placeres, lujo y comodidad. Bostezó y pensó que sería divertido mandar lo siguiente: “Saber quién soy”. Rió consigo misma y le pareció imposible que pudieran hacer algo con esa petición. Quería ver si de verdad eran tan buenos y hasta donde podía llegar la capacidad de
www.deseos.com . Oprimiendo un solo botón mandó su deseo de solo tres palabras.

En algunos días Sadie ya había recibido la respuesta de Deseos.com:
“Señorita Sadie G.,
Estamos profundamente agradecidos por querer ser parte de
www.deseos.com , le garantizamos satisfacción absoluta de cualquier petición que usted nos haga. Cada día mejoramos para ofrecer un mejor servicio a nuestros clientes, y, que en su defecto; no quedara satisfecha, le garantizamos la devolución de su dinero. No nos queda otra cosa, señorita Sadie G., que darle la bienvenida a Deseos.com; y que usted también pueda alcanzar la felicidad como tantos otros ya lo han hecho.
Por otra parte, este no es el correo que ordinariamente enviamos. En nuestra calidad de proveer un mejor servicio y después de haber analizado la petición que usted nos ha hecho, le rogamos respetuosamente cambie de decisión, o; si usted prefiere lo contrario, mantenerla. Si usted eligiera lo último tendríamos que hacer algo de tramites más minuciosos e incluso personales, puesto que este, es un caso extraordinario.
Sin más por el momento y agradeciendo su atención nos despedimos esperando llegar a términos beneficiosos para ambas partes;
.Deseos.com”

Rió un poco y pensó que había puesto en jaque a la tan mentada página. Planeaba seguir con todo eso; llevarlo al límite, ¿que de malo o complicado tenía lo que había pedido? ¿Qué no deseos.com era el orbe inabarcable de lo feliz? ¿es que deseos.com había encontrado un límite y había dejado de ser lo más avanzado que se había desarrollado?.
Sadie respondió, sin muchas palabras, que quería seguir con su petición; saber quién era.

En unos días más, justo cuando trabajaba, Sadie recibió la respuesta.
Estimada señorita Sadie G.,
Gracias por haber tomado el tiempo para responder nuestra misiva. Deseos.com se complace en comunicarle que su petición ha sido valorada y asumimos la responsabilidad de hacer su deseo realidad. Esperemos lo disfrute.
No obstante debido a la complejidad del mismo, hemos de notificarle que tardará más tiempo de realizase que un deseo promedio. De igual forma; su precio ha sido cotizado como el deseo más caro que se nos ha pedido, y que por razones de seguridad no ponemos su costo aquí.
No está de más que digamos que Deseos.com no se hace responsable por las consecuencias de lo que haya pedido, y más; en un caso como este, explícitamente le advertimos que su petición puede resultar en extremo negativa para su integridad física, moral, social y mental. Decimos esto sin la menor ligereza; le sugerimos, con respeto, lo medite una vez más. En Deseos.com también buscamos la seguridad del cliente. Los primeros resultados arrojados del análisis de su deseo son en buena parte desconcertantes para nuestros ingenieros y demás profesionales. Ellos mismos recomiendan que usted, señorita Sadie, sea prudente. Aparte de los términos y condiciones convencionales, le hemos anexado otros aparte para este caso tan especial así como también una lista de lo que no tenemos bajo nuestro dominio.
Sin más por el momento, nos despedimos.
.Deseos.com
No habría marcha atrás, Sadie G. estaba más decidida que nuca. Contestó reafirmando una vez más su deseo. En no muchos días recibió noticias de que su petición estaba trabajándose y mientras tanto se apresurara en hacer el sustancial depósito a la cuenta bancaria.
Los medios, como en cualquier mundo lo harían, y que nadie sabe cómo, llegaron a publicar extraoficialmente que en Deseos.com ya se había pedido el deseo más caro y más complejo. Como todos sabemos, se manejaban distintas versiones. Algunas empresas mantenían que Sadie G. ya había hecho realidad su deseo; que ella misma había estado en el más allá estando acá. Otras, por su parte, manejaban que se había relacionando sexualmente con seres inteligentes de allende el espacio-tiempo conocidos donde las mismas leyes físicas y naturales que nos rigen son diferentes, y aún más; que estaba embarazada de uno de esos entes y que con el nacimiento de su vástago Sadie G. crearía una nueva raza para conquistar el universo. Y así se manejaban muchas versiones. Constantemente Sadie era entrevistada pero no contestaba nada del asunto hasta haber hecho su deseo realidad. De igual manera, era la gente de Deseos.com la que también era asediada por reporteros; pero como el secreto profesional lo dictamina, no podían revelar ni el deseo y mucho menos el coste.
En cambio, pasemos con Sadie, quien se había imaginado que algo así ocurriría. Cualquier persona en su sano juicio vendería la exclusiva para revelar cuál era el deseo y a que costo había sido cumplido, y, como Sadie era una persona que si se encontraba en su sano juicio haría lo anterior añadiendo que pondría un cantidad base y concedería la exclusiva a quien ofreciera más. No hay duda, Sadie G es una chica de bien como la sociedad lo pide.
La gente que ya había pedido algo en Deseos.com sabía que su mandato se cumpliría, y esto pasaba sin que algo raro afectara su segura rutina. Todo acaecía tan natural que se preguntaban realmente si Deseos.com era algo como una especia de mafia, secta o que cosa porque les parecía tan maravilloso que algo que les hubiera costado mucho esfuerzo conseguirlo se hiciera tan realidad en unos pocos segundos y a cambio de una cantidad que podía ser módica o soberbia.
Transcurría todo como siempre en la vida de Sadie, a excepción de algo. Dos veces Sadie había soñado estar en un lugar que no conocía, un sitio que parecía antiguo y era desconocido y conocido a la vez para ella. Lo extraño es que ella no se veía a sí misma, sino solo se sentía ahí, pero en cuanto comenzaba a caminar el sueño era interrumpido.
Pensó que su seguro contra sueños y pesadillas estaba expirando, lo mejor sería renovarlo porque es muy molesto estar viendo cosas improbables y en los peores casos pasar un mal rato sintiendo sensaciones desagradables, ¡ella alguna vez tuvo una pesadilla donde el mundo se quedaba sin energía eléctrica y tenían que usar unos raros artilugios largos y grasosos que funcionaban a base del arcaico principio de combustión por O2! ¡qué horror!
Al ponerse en contacto con su aseguradora le dijeron que su contrato todavía no había expirado así que mejor buscó a Deseos.com para resolver su duda. Ellos le contestaron que era normal que un deseo de ese tipo hubiera presentado fallas las primeras veces, pero que el problema no persistiría en la siguiente ocasión. Y así fue, para ventaja o desgracia de ella.

…y a la tercera ocasión tuvo ese sueño. Un sueño vívido, natural; hialino. Un sueño de matices intangibles y a la vez materiales. Uno que recordaría el resto de su vida. Fue ese sueño el que eligió para siempre y se perdió en él una noche por completo sin darse cuenta. Se sentía ahí Sadie, en un mundo lejano al suyo y que era por mucho diferente. Era más remoto, nada que conociera o hubiera sabido. Un lugar del que nunca había oído hablar ni nombrar en alguna parte. Aunque caminaba y sabiáse ahí, no se veía a sí misma. Un sueño en modalidad de primera persona.
Pasaba por antiguas avenidas, por calles y callejuelas que encerraban algún misterio. Fachadas nostálgicas cuya resquebrajada pintura trazaba caprichosos deltas y dábanle la bienvenida a Sadie en ese lugar.
Había atravesado existencias, instantes, universos y tiempo para poder estar viendo esos lugares. Los pensamientos más intuitivos germinaban hasta la última corteza de su pensamiento y le decían que todos esos lugares eran la Recoleta, el Retiro, el Once y el Sur. Sadie sabía que no sabía y no sabía que sabía al mismo tiempo. Y en una de las precarias calles encontró a un hombre apoyado en un bastón mirando hacia el horizonte. Aunque apenas lo notara Sadie, aunque aún azul, en el cielo se iba pintando el mágico atardecer; era algo que había olvidado o que tal vez ya no pasaba en su mundo. O en el peor de los casos había olvidado y ya no pasaba. Antes de que lo pensara, se encontraba muy cerca del hombre.
Se asustó. Aquel extraño era viejo. Su rostro estaba tejido de arrugas, de manchas y el paso inexorable del tiempo. Como reacción Sadie tocó su rostro: se calmó porque sintió tersa su piel como estaba acostumbrada. Aquel hombre le parecía deforme.
-Sadie, querida, ¿te molestaría si me dices como es este atardecer? –Dijo aquél. Sadie sintió que no debía impresionarle que ese hombre supiera ya su nombre.
-Es…es…naranja, rojo, rosa y morado –Titubeó Sadie como si no sintiera o encontrara la forma de describirlo,- ¿es que no puede ver bien?
-No es que no pueda ver bien. Es que ya no veo; el tiempo me ha concedido esta rara condición –Contestó él, con ambas manos apoyadas en su bastón y como oyendo u oliendo la atmosfera. Vestía con traje bien confeccionado.
-Entiendo, debe ser feo.
-Sí, así parece al principio. Pero con el tiempo me he ido acostumbrando. He redescubierto las cosas. La ceguera ya no pesa tanto y fluye ahora despacio. Así he podido conocerme mejor; hay quienes aún teniendo la vista no llegan a conocerse nunca.
-A mi me asustaría. No podría ver lo que ocurre o mi aspecto. No sabría si ya envejecí –Dijo Sadie frotando sus manos, que era lo único que podía ver de ella en ese instante.
-Es normal tener miedo al principio. La vejez, ese es nombre que le dan, concluye tantas cosas nuestras… -él sonrió levemente- aunque gracias a esta condición yo no he podido ver mi vejez; sino solo sentirla –Dijo él.
-¿Y envejecer se siente mal? –Preguntó Sadie estudiando el rostro del hombre- creo que a mi todavía no me sucede. El tosió y rió un poco.
-El cuerpo no importa tanto, sino que el hombre y su alma sigan vivos a través de los años. El hombre se tomó del brazo de Sadie.
-Vamos Sadie, se hace tarde y hay que llegar a casa –Dijo él- seguiremos platicando en el camino y cuando lleguemos.
La noche los envolvía con el relente. Sadie alzó la vista y percibió las estrellas. Ya eran varios años que no percataba de ellas; aquella noche negra era hermosa.
Seguían caminando por las calles desiertas. Murmuraban los grillos desde las grietas, los gatos se escondían a su paso saltando y maullando. Habían árboles sombríos. Todo se estaba quedando quieto.
-¿Seguro que sabe por dónde vamos? –Preguntó Sadie, la luna se ha ocultado y no veo nada. Parecía en realidad que el hombre ayudaba a Sadie y no ella a él.
-Calma, Sadie, esta penumbra es lenta y no hiere.
-¿Cómo que no hiere? No le entiendo…
-Bueno, ya te he dicho. Desde la ceguera no importa si ya oscureció o amaneció. Es cierto aún recuerdo la noches, las tantas lunas y los luceros. No te preocupes. Ya casi llegamos. Aunque las calles y esquinas puedan ser otras, todo confluye al lugar en el que he vivido. ¿Ves ahora? Lo que no ha cambiado es el pasado.
Al instante ambos estaban parados en frente de una casa pequeña. La luna se había descubierto otra vez. Era naranja y redonda, parecía de melón. La única puerta y ventana estaban cerradas. Afuera un árbol creaba azules contrastes con las sombras. Junto, una pila contenía en su interior agua fría más quieta que un cristal. Adentro parecía arder una bujía.
El hombre sacó unas llaves y de entre todas eligió una para abrir.
Adentro apenas habían muebles. Una mesa, dos sillas, la cocina y por aparte; un cuarto contiguo con una cama y lo necesario. Más adelante, y sin contener algo específico, estaba un último cuarto. De el salía una pálida luminiscencia y era lo que se veía desde fuera. Aquel matiz era débil y no servía para iluminar toda la casa. Sadie no preguntó nada.
-Siéntate Sadie. ¿Gustas algo de tomar? Hay té, si prefieres… El hombre ya se había levantado y movía las cosas sabiendo la ubicación de todas ellas. Al momento trajo una taza humeante y pequeña.
-Bueno Sadie, que bueno que nos encontramos y gracias por acompañarme a mi casa. Cada día olvido más las cosas rutinarias.
Algo en la atmósfera había encantado a Sadie. Era un ambiente azul y sereno.
-¿Qué hay ahí en ese cuarto? –Preguntó mirando el débil resplandor.
-Oh, solo tengo un espejo que he cubierto con un paño. ¿De qué me sirve si ya soy ciego? –El hombre suspiró- muchas cosas de mi ya las conozco. Ha de estar opaco y polvoso.
-¿Cuál fue la última imagen que vio? –Preguntó ella aspirando el vapor del té y mirando el fondo de la taza.
-No recuerdo…creo que son tantas. Mis amigos siguen siendo lo que han sido hace tantos años, las cosas que leí también me generaron imágenes y lo siguen haciendo cuando las vuelvo a leer en la memoria. Los lugares en los que estuve, el sur, el este, el oeste y el norte. Ciertos caminos que anduve, días, noches. Aún recuerdo las imágenes que tuve ayer –Contestó el hombre tapándose el bostezo con una mano.
La noche se hacía más pesada y la soledad lo abarcaba todo. Sadie de inmediato reconoció que a ella también le había pasado eso; un bostezo así no más de repente y sin saber por qué.
-¿Por qué bostezó? –Preguntó ella.
-Ya es de tarde, Sadie. Tengo que descansar, cada día se me hace más cansado. Ser viejo es una llanura incesante.
-¿Entonces tiene sueño? –Inquirió ella, mas sabía que eso no era lo que sentía a veces…
-Sí, mucho. Hay que dormir y soñar. Soñar es mágico, es también estar en la realidad, y nunca hay que dejar de hacerlo. Será mejor que durmamos, Sadie. A mí me hace mucha falta. Así puedo olvidar. Soñaré y alcanzaré a mi centro, a mi algebra y mi clave; a mi espejo. Pronto sabré quien soy. Vamos querida Sadie. Tú también debes hacerlo, ya es muy tarde para que regreses, mañana temprano podrás hacerlo. Puedes utilizar la otra habitación. El hombre se incorporó y se dirigió al primer cuarto. Sadie se quedó un poco más antes de irse a acostar también.
La otra pieza también contenía una cama y las cosas mínimas. Al fondo estaba el espejo cubierto con el paño, que ahora no parecía tener algún brillo. Del lado de la cama había otra ventana desde donde se podía contemplar sin obstáculos el firmamento. La luna de melón brillaba en la concavidad universal, y por su brillo en el cristal; parecía que había ahí de ella una rebanada. Sadie sentíase cansada, sin más preámbulo, se entrego sin miramientos al sueño, al dulce sueño. Y soñando en el sueño soñó que despertaba de súbito en la madrugada. Que el cuarto se había iluminado, pero no era la luz de la luna de melón sino el fulgor intolerable que provenía del espejo… Sadie se dirigía hacia él, y algo le decía que debía quitar el paño, pero aún así había algo la detenía. Despertó.
Sadie sudaba y su corazón palpitaba rápido. La pieza seguía casi a oscuras. Recordó el fragmento de sueño que había tenido. El espejo no emitía ninguna clase de luminiscencia, pero la necesidad de querer descubrirlo era aún más apremiante que en el sueño; no lo pensó dos veces. Incorporándose se dirigió hacia él y quitó la tela. El espejo adquirió lentamente un fulgor intolerable. Era un color que nunca nadie ha visto, un color nuevo y específico. Un color hasta entonces desconocido. Parecía que temblaba o se movía pero ello era por la gran cantidad de imágenes que de su interior surgían. El espejo no daba reflejo, daba imágenes. En él se contenía todo.
En él Sadie G. se vió a si misma descubriendo el espejo. Vio su mundo, vio las urbes modernas, los reinos portentosos de lo fastuoso y las podredumbres miserables. Vio hombres andando sin saber a donde iban. Vio todos los rumbos por los que debían andar los humanos. Vio la realidad y la mentira. Vio el curso de los años, la necesidad de todo y de nada, vio las debilidades de los seres y notó como eran esclavos de sus propias creaciones. Supo los génesis del cosmos y su analítico final. Conoció lo que era el amor y el odio. Surcó aún después la existencia para ver los engranajes de la vida y muerte, y supo que hay antes de la primera y después de la segunda. Afrontó la eternidad en un instante. Todas sus dudas consientes e inconscientes se consumaron y dedujo que la vida no tendría algún sentido así. Sintió la locura, la razón, la nostalgia y el desdén. Vio las vidas de todos, vio los nacimientos de los que estuvieron antes de ella y conoció a los que aún no nacía.
Se vio a sí misma. Vio sus entrañas, cada partícula de su materia en cada ángulo posible. Vio sus pensamientos y descubrió que no eran muy diferentes a los de los otros. Había actuado tan homogéneamente. Pensó que pensar era lo más complejo. Se vio a si misma entre las catervas siendo un reflejo del entorno y que ella misma no había logrado edificar su propia imagen. Vio su propia vejez, ese rostro delicado de los cabellos rojos era ahora el irredimible paso del tiempo que tanto había ignorado. Vio arrugas. Vio sus cabellos como si el invierno se hubiera apoderado de ellos
Finalmente le fue revelado que ella no era quien creía que era; y era lo que nunca había pensado que sería. Y a al saberlo lloró por que había sido hipócrita consigo misma. Aquello que no sabía describir era el tedio, el fastidio, la rutina de ser como decían que se debía ser. Había sido defraudada. Nada de eso era en lo que ella ponía sus esperanzas como tantos otros.
En los últimos instantes de las efigies se vio a si misma durmiendo en su departamento, pero notó que su corazón ya no latía y que de su cerebro más señales no eran transmitidas.
Algunos cabellos rojos le caían en la frente, Sadie G. ya nunca más despertaría. Cubrió de nuevo el espejo con el paño. Fue a dormir dulcemente lo que le quedaba de sueño. En el espejo su doble tal vez era su contrario.

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